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Crónica día 16

Crónicas expedicionarios

La cuenta atrás

A contrarreloj, cuestión de horas. Mi reloj y el de todos se puso en marcha el 19 de agosto. Éramos desconocidos, no sabíamos lo que se escondía detrás de cada uno.

Todo empezó cruzando una “línea”, algo que separa una realidad de otra. Millones de imágenes grabadas en mi retina, imágenes que no se pueden fotografiar. Niños corriendo en las calles de Tánger, miradas confundidas de los marroquíes, olores que se te pegaban al cuerpo. En cuestión de segundos pasabas de los olores más impactantes y apetecibles a los que te removían el estómago. Colores, muchos colores, vivos, alegres, rojos de pasión y de puestas de sol, terrosos del desierto y grises de la playa de Bades. Horas, minutos y segundos de ese reloj que ni siquiera mirábamos, para nosotros el tiempo no existe. Las sonrisas de los niños en la calle corriendo para saludarte, enamorarte y volverte loco. Tic Tac Tic Tac, el momento se acerca, el final de un camino u implica el principio de otro. Poco a poco nuestro reloj se queda sin pila, nuestras botas han recorrido más camino de lo pensado y nuestros ojos han visto en estas semanas más de lo que han visto en años. Ya cruzamos de nuevo esa “línea” que ha marcado un antes y un después. Ahora cierra los ojos rumbero, y piensa en tu viaje. Hoy me he ido de África y mi reloj se ha parado.

Carlota de Elvira


Hoy hemos abandonado el continente africano, ya nos alejamos poco a poco de lo que era nuestro destino hace poco más de dos semanas. Sentados en los sillones del barco, lo único que se nos viene a la cabeza son recuerdos y más recuerdos que fluyen uno detrás de otros sin parar. Recuerdos felices, recuerdos duros, un sinfín de recuerdos contra un sinfín de emociones que nos ha hecho sentir este hermoso continente que hemos ido descubriendo durante el viaje.
A la mente se nos vienen imágenes de paisajes, paisajes que se han quedado marcados en mi memoria como el desierto por la noche, como la cresta de las dunas difuminadas, el oscuro cielo iluminado con una luna menguante y millones de estrellas. Recuerdos de la primera vez que comimos una ración militar y como nos sentíamos pequeños cocinillas construyendo el hornillo. Eternos viajes en bus en los cuales a falta de música cantábamos a voz en grito clásicos a la vez que otros intentaban recuperar horas de sueño, las quejas de los tradicionales bocadillos de chorizo o de salami que al final acabamos devorando sin hablar, o la insistencia de muchos para ir a la medina para comprar y tener un pequeño recuerdo material de algo que tan intensamente hemos vivido.
Todos estos recuerdos e imágenes tienen algo en común: las 150 personas que hemos compuesto Madrid Rumbo al Sur 2013.
Cada uno con su labor, algunos les tocaba el papel de poli malo, a otros ser el monitor enrollado, a otros ser los precavidos o tener el papel de hermano mayor. El equipo que nos ha acompañado ha sido brillante y sin ellos muchos de los recuerdos que me llevo no existirían. Por otra parte están las 106 personitas inquietas y dispuestas a cambiar el mundo que, nerviosos empezaban el viaje en el Bernabéu. Quién iba a decir que íbamos a volver tan unidos, quién iba a decir que íbamos a aprender tanto de los demás y sobre nosotros mismos. Pues si, este viaje me ha enseñado a ver que todos tenemos mucho más que dar que lo que verdaderamente damos y que a la mínima que sacamos un poco de ese “yo” que tenemos escondido dentro, nos abrimos a un millón de estímulos a los que no estamos acostumbrados, que nos hace mejor persona y este viaje a hecho que vuelva a Madrid con otra mirada, otra forma de ver el mundo, con otra mentalidad, que vuelve renovada por dentro.
Ahora toda empezar a asimilar todo lo que hemos vivido estos días, ahora se puede decir que empieza el viaje de verdad. África nos ha enamorado, y ahora, en España nos toca asentarlo.

María Aranguren


Ahora, que ya todos habíamos conseguido encontrar nuestro sitio. Ahora, cuando ya nos habíamos adaptado al rápido e improvisado ritmo con el que se suceden las actividades del día. Ahora, que hemos encontrado a grandes personas que nos gustaría seguir conociendo. Ahora, cuando tenemos más ganas que nunca de seguir absorbiendo todos los detalles de este viaje. Ahora, toca volver.

Ceuta está ya cerca. Sin embargo, banderas rojas con estrellas de cinco puntas que salpican los bordes de la carretera me recuerdan que aún estamos aquí.

Marruecos nos ha regalado muchos recuerdos. Me quedo con las imponentes montañas del Atlas, con la fascinante garganta de Jaffar, con las conversaciones de sonrisas con las pequeñas bereberes. Me quedo con el cálido viento de las llanuras, con las infinitas dunas del desierto y con su inmenso cielo estrellado. Me quedo con la ilusión y la energía de todos los chicos y chicas que han venido al viaje, una ilusión que contagia y que les llevará muy lejos. Ellos son los protagonistas de todo esto. Han convivido y compartido experiencias que han sacado lo mejor y lo peor de ellos. Y precisamente eso es lo que les une. Les he visto crecer y aprender, y seréis vosotros, sus familias, los que os daréis cuenta de ello cuando regresen.

Me acordaré siempre de la dulce Belén, de la pequeña Marina, de la inquieta y curiosa Julia o del rapero y sonriente Ignacio. Solo un pequeño ejemplo de superación y entusiasmo que he conocido más de cerca durante el viaje.

Y es que es cierto, como dijo Pierre Loti “Los lugares donde no se ha amado ni se ha sufrido no dejan en nosotros ningún recuerdo” Pero estoy segura, de que Madrid Rumbo al Sur, ha dejado un enorme recuerdo en todos y cada uno de nosotros.

Gracias a todos los que me han dado la oportunidad de poder volver a disfrutar de algo como esto.

Marina Castrillo


Querida abuela:
Sé que nunca podrás tener esta carta entre tus manos, pero hoy, 3 de septiembre, hace dos años que te fuiste al cielo y estoy segura de que estarás leyendo estas palabras desde allí.
Recuerdo perfectamente cuando viajé a Kenya hace cuatro años. Tú y el abuelo me escribíais a menudo y estabais deseando que volviera para contaros todo con detalle. Ahora eso no puede pasar, pero confío en que desde ahí arriba me cuidáis y veláis para que todo vaya estupendamente.
Estos últimos quince días han estado cargados de emociones, de sensaciones nunca antes vividas. Hemos podido conocer una realidad totalmente distinta a la nuestra y darnos cuenta de lo afortunados que somos al tener todo lo que necesitamos al alcance de nuestras manos.
La calurosa acogida de todos aquellos que han estado a nuestra disponibilidad en todos los sitios por los que hemos pasado, te lleva a plantearte una mejor forma de tratar a los demás, con una generosidad infinita y una sonrisa constante en la boca.
La alegría con que vive toda esa gente que no tiene nada nos hace darnos cuenta de que realmente hace falta muy poco para ser feliz.
Este viaje está siendo una experiencia inolvidable que, estoy segura, nos va a marcar para siempre. Ojalá se convierta en un antes y un después en nuestras vidas.
Me acuerdo mucho de ti y te echo de menos. Te mando un beso muy fuerte para ti y otro para el abuelo. Os quiero.

Mónica Caruncho


Te pienso, te pienso todos los días y te pienso cada vez que alaban el colgante que desde hace una semana rodea mi cuello. Me pregunto dónde estarás y qué estarás haciendo y si te acuerdas de mí como yo lo hago de ti.
Entre todos los niños que acuden al centro de la fundación Paideia, fuiste tú la que me encontraste, la que me cegó con su piel oscura, que me iluminó con su sonrisa. No recuerdo tu nombre y por ello me disculpo, no soy muy buena con los nombres y mucho menos si son árabes, pero el idioma en este caso no fue determinante, pues lo que vivimos aquella mañana se puede entender en cualquier parte. Y es que aquellos abrazos hablaban por si solos, sobraban las palabras a la hora de bailar, y faltaba el tiempo para seguir riendo, disfrutando.
Recuerdo con detalle tus movimientos descoordinados que se camuflaban tras un largo vestido negro que resaltaba tu alegría y al mismo tiempo tu elegancia. La primavera en tus ojos, mi corazón en tus pies ¡Pícara ladronzuela que vas robando miradas y enamorando a inocentes!
Te echo de menos y espero con ansia el día en el que volvamos a coincidir, hasta entonces, llevo conmigo un trocito de tu ilusión, despreocupación y luz en aquel colgante que me regalaste el día que me cautivaste.
Te pienso a cada hora, dulce niña de ojos negros, te pienso.

Sara Ramos.

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