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Crónicas expedicionarios 05 de agosto.

Dormir está sobrevalorado y por si alguna mañana se te pasa por la cabeza replanteartelo, ahí está ese enérgico ‘Buenos días, despertamos al de al lado’, que te quita las dudas.

¿Quién me diría a mí, -o sobre todo a mi madre-, que a las seis de la mañana no se me pegarían las sábanas? Pero no solo eso, sino que a pesar de dormir por las noches, lo que consideraría una siesta, para mi sorpresa aún puedo permanecer en pie. Posiblemente las asombrosas vistas ayuden a amenizar el esfuerzo.

Empieza la carrera, y cuando parece haber finalizado, -inocente de mí-, me siento una superviviente. Un ‘posición de plancha’, me hace volver a la realidad. Tras las múltiples tablas, por fin llega el baño. Y nunca uno fue tan deseado. Después de disfrutar de un desayuno revitalizante, nos sumergimos en un largo trayecto de autobús. Envuelto por una densa niebla entre montañas e infinitas playas que invitan a la contemplación.

Llegamos a nuestro esperado y –como la mayoría de las veces-, desconocido destino. Esta vez, el Hospital Español, es quien acoge a 150 rumberos, que a pesar del cansancio siguen con el espíritu aventurero y ganas de exprimir hasta el último segundo.

Entre carrera y carrera por la Medina, ya no sé si esta locura es transitoria o la esencia de un buen rumbero.

Blanca Gómez

El sol despertó y con él las zapatillas de deporte. Un nuevo día comienza, otro recuerdo que se grabará en nuestra retina de por vida.

Quiero hablaros del primer momento en que nos conocimos, 168 personas llenas de ilusión, nerviosas, muy emocionadas. Nuestro primer contacto fue como expedicionarios que embarcaban juntos en una misma aventura que partía rumbo al sur. Aunque, más tarde, este viaje nos llevó a conocernos, no solo como compañeros, sino como hermanos.

Somos una gran familia rumbera que avanza sin fin, ya que no contamos los días que nos quedan, sino los momentos y el tiempo que aún pasaremos juntos.

Los párpados se sumergen en un profundo sueño, el cansancio inunda el autobús, los pies se encuentran agotados.

Abandonamos África, abandonamos no solo un lugar, sino una forma de vida. Levantarse cabeza con cabeza, seguir riendo a pesar del cansancio, cantar hasta quedarse afónicos, sumergirse en la bondad de los lugareños, charlas a las tres de la mañana. Simplemente llamarse rumbero. Aunque nuestras esterillas no estén pisando Marruecos, siempre tendrá un lugar en nuestro corazón, ya que en todos nosotros, hay un África.

Comenzamos el día con alguno de nosotros visitando el Hospital Español de Tetuán, más tarde cruzamos la frontera con destino a Ceuta. Las lágrimas invadían mis ojos, un sollozo ahogado se expandía por mi garganta. La realidad sobrepasaba la imaginación. Un niño de ocho años, arriesgaba su vida subiéndose a las ruedas del coche. Simplemente deseaba un futuro mejor. Algo a lo que todos tenemos derecho, pero que pocos obtenemos.

Una de mis compañeras regaló una muñeca en la frontera. La cara de la niña se iluminó. Sus ojos brillaban de alegría. Incredulidad. Su incredulidad. Su felicidad se convirtió en nuestra fuerza.

Este viaje no es el final, marca el principio de todo. Las reflexiones ya son parte de nuestra mente.

Carmen Sevilla

Último amanecer en Marruecos, esta vez, en el Hospital Español de Tetuán. Amanecimos cabeza con cabeza, mientras Paula en su saco, seguía reflexionando acerca de la tristeza de saber que no nos queda mucho. Sin embargo, las ganas de aprovechar los días restantes siguen con nosotros.

Estamos en el autobús, mientras cruzamos la frontera hacia Ceuta. Dejamos atrás 14 días en este país que nos ha unido tanto a las cuatro.

Ya estamos en suelo español. Las calles, la gente, el bullicio…  Todo cambia. Ahora los burros son coches; las casas de adobe, edificios; y la Mcbladi es Mcpollo. Ceuta nos sorprende. Un pedacito de España en territorio africano. Conforme cae la noche, las fiestas de esta ciudad nos acogen.

Toca concierto de Nacha Pop. Marina sale a cantar al escenario. Sonsoles baila. Nos miramos entre todas y nos damos cuenta que este viaje nos ha hecho una gran familia.

Sonsoles Soler, Marina Zaballa, Paula Vera y Marta Viera

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