5º Día. Crónicas Expedicionarios

La Misión

Parándonos a pensar, teóricamente el día de hoy comenzó con la mítica película de La Misión. Obviando la falta de educación de algunos individuos, este film ha sido uno de los que más me ha marcado en mi vida. Un argumento tan importante en la historia de nuestra nación y que tanto ha revolucionado nuestro mundo. Una trama palpitante, emotiva y cruda con la intención de reflejar no sólo lo ocurrido en aquel momento, también la avaricia, corrupción y manipulación que puede desencadenar el poder, o al menos, la sensación de poseerlo.

La frase que no podre olvidar es la tan desgarradora carta del final con testimonios como “Ellos están muertos y yo vivo, pero su recuerdo siempre permanecerá”.

No solo la trama me ha impactado sino el significado oculto que guarda.

Al final, las personas son las que provocan que los actos y planes tan magistrales como el del jesuita se lleven a cabo de la mejor manera posible. Esto me hace replantearme una cosa, ¿proyectos tan esenciales como Rumbo al Sur serían tan magníficos sin las personas que lo organizan? ¿Por qué las personas no son conscientes del gran cambio que pueden realizar con pequeños actos?

Hoy estas preguntas me han removido mis entrañas al ver las condiciones en las que viven nuestros gentiles anfitriones. Cómo familias enteras pueden llegar a vivir de un par de plantaciones y animales.

Pero lo más importante es lo felices que son con tan poco. Sobre esto mismo hablaba con Sylvia, una profesora de química en la misión. Una vida sin complicaciones y con las necesidades más básicas cubiertas.

De lo que hoy he sido consciente viendo tanto a ugandeses como a rumberos bailando ha sido lo bonito que puede llegar a ser un mundo donde se dejan de lado conflictos e intereses, y entre en juego una nueva táctica de cooperación y colaboración. ¿No sería hermoso poder ver ese gran cambio?

Sin embargo, al igual que en la película, nuestro juicio y buena voluntad está nublado por nuestra errónea mentalidad implantada en nuestra educación occidental.

Esto me hace creer más en el concepto educativo que se nos está ofreciendo en estos 15 días en Uganda. Talleres tan didácticos como los que estamos recibiendo y experiencias como éstas dejan huella en uno. Algo que todos deberían vivir para creer en el cambio.

Laura Feliu

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Hoy es verde

No suelo escribir, pero aquí estoy escribiendo. Hoy escribo porque siento. Siento que los días no tienen 24 horas porque son eternos y las noches escasas, pero los amaneceres siempre preciosos. Hoy no vivo en pretérito imperfecto ni en un futuro inmediato, sino en un presente perfecto.

Aquí todo es verde, y hoy ese verde no es sólo verde, tiene multitud de tonalidades, formas y utilidades.

Hoy los partidos de fútbol no son de 90 minutos ni los de vóley son de tres sets, son tres 300 risas y 500 sonrisas.

Hoy siento la cariñosa acogida de personas en principio desconocidas. Porque sí, hoy siento y no sé si mañana sentiré. Pero mañana será otro día y hoy escribo porque siento y siento lo que describo.

Judit Garcelán

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Con tan poco

Dormir en el colegio de la misión nos permite tener un mayor descanso, más tranquilidad y seguridad. Amanecer al aire libre es increíble hasta que se escucha el grito de Pablo metiendo prisa para empezar nuestra tortura matutina. La verdad es que todos odiamos ir a correr tan pronto pero nos ayuda a despejarnos y a empezar con más energía.

Después de dividir nuestros grupos hemos comenzado a caminar con profesoras del colegio y otros chicos que nos han permitido conocer una vivienda típica de Uganda.

He sentido el contraste entre la frialdad que trasmiten las casas, con falta de luz, colores y muebles, cuadros, cojines… Y, por otra parte, todo el cariño y la gran sensación de comodidad que con empeño trasmiten todas las personas.

He visto cómo las personas ofrecen todo, por muy poco que tengan.

Por muy concienciada que haya venido a este viaje, y a pesar de verlos desde el primer día, me sigue impactando ver cómo las personas (más los niños) viven su día a día con tan poco. “Con tan poco” en todos los sentidos: la gran falta de higiene, caminar todo el día sobre el barro, piedras, plantas sin ningún tipo de calzado. Sin ropa en condiciones: que sea de su talla, con agujeros… con tan poca comida y agua. Pero sobre todo con muchísima felicidad.

Lo mucho que nos ha llenado a todos los agradecimientos por los objetos que les hemos dado y la capacidad que ha tenido la música de conectar dos culturas tan distintas y a parte no tan diferentes.

Eva Castaño

4º Día. Crónicas Expedicionarios

Uganda emociona

Arropados hasta arriba y con la mosquitera revuelta, los ojos se comienzan a entreabrir tras recibir la voz de alarma, la voz de Pablo Martos. Un cielo azul, acompañado de nubes rojizas, dan la bienvenida de julio.

Una marcha por el Parque Natural ha estrenado la mañana. Escuchar las pisadas en la tierra y la respiración exhausta, sentir el sudor frío extenderse por la espalda por la humedad del exterior y verlos. Monos, cebras y vacas ugandesas. Un auténtico viaje por la sabana tropical.

Horas después, nos reciben en un convento. Pasamos de una escena a otra de cuestión de un trayecto de autobús. Nos ofrecen su encanto y simpatía. Bailan, bailamos. Nos unimos a ellos pletóricos, como si de una familia se tratase. Y, sin desperdiciar ni un solo minuto de nuestro tiempo, volvemos a estar sobre cuatro ruedas.

Fascinante. Asomar la cabeza por la ventana, sentir la brisa y fascinarse por la maravilla del paisaje. Tampoco faltan en el trayecto los juegos  de palabras, las carcajadas y, por supuesto, los saludos excitados a través del cristal.

Llegamos a nuestro destino: un colegio. Seiscientos niños de todas las edades, cercanos y humildes. Nos hablan de ellos y se interesan por nosotros. Nos brindan su mejor sonrisa y sus mejores palabras. El asombro me desborda. Y, sin embargo, es cierto que todo se ve diferente cuando es tu experiencia la que habla, cuando son tus ojos los que ven.

No puedo evitar emocionarme al pensar qué nos puede ofrecer Uganda. Estoy convencida de qué será algo impresionante.

Carmen Badía

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La auténtica África

Cada mañana aquí es diferente. La incertidumbre es una suerte, nos obliga a dejarnos llevar hasta el siguiente acontecimiento. Hoy cuando han venido ha despertarnos yo ya estaba viendo amanecer a través de mi mosquitera. Antes de poder espabilarme un poco ya estábamos andando detrás de un grupo de cebras. Caminar al alba y en la sabana tropical es un privilegio. Me siento insignificante en este mar de polvo.

Nuestra siguiente parada estaría en Mbarara. El autobús iba a reventar de mochilas  de todos los tamaños y colores. Es algo peculiar. Puedes escuchar todo tipo de conversaciones y juegos o descubrir gente por matar el aburrimiento.

Hemos atravesado poblados de ladrillo y chapa. Solo las fachadas de las tiendas lucían estridentes colores. Tras ellas, hectáreas de polvo cobrizo y vegetación sobreviviendo a duras penas.

Todo el que nos veía se paraba a saludarnos. Merece la pena perder el tiempo en mostrar interés en alguien aunque sea con un hola.

A un lado de la carretera un niño jugaba con una rueda. Por un momento hemos cruzado miradas. Ha sido demoledor ver dos realidades tan distintas cara a cara. Cuánta diferencia a un cristal de distancia. La rueda había dejado de importarle, solo quería atención. Conmueve sentir tanta verdad asomando a los ojos.

Al otro lado, cuecen ladrillos de adobe o intentan vendernos carbón y bebidas.

Al llegar al convento nos han recibido como si fuéramos de su familia, nos esperaban con ilusión. La madre superiora nos ha hablado de su labor con la pureza que caracteriza a los africanos. Algunos jóvenes a los que ayudan han bailado para nosotros y nos hemos acabado uniendo. La felicidad es involuntaria. Aquí todo está mas vivo, es mas real. No pienso, las cosas salen. Es tan importante que alguien custodie la esencia humana que no imagino qué pasaría si África no fuera autentica.

Paula Andrés Díaz

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De la sabana al colegio

Comienza el amanecer y nos levantamos en un parque nacional de Uganda. Al principio cuesta darse cuenta de que estás despertando en la sabana junto a cebras, con antílopes y multitud de otros animales que hacen que realmente te des cuenta del lugar en el que estás. Más tarde, hicimos una marcha con el objetivo de ver algún animal, ya que es el mejor momento del día.

Durante la marcha pasamos junto  a una pequeña aldea; el encuentro con estas personas fue mágico, como dos primos que llevan muchos años sin verse. Al principio curiosos y callados, después una sonrisa vergonzosa de un niño o un saludo inocente con la mano. Es interesante cómo dos personas que viven en lugares diferentes y que no hablan la misma lengua pueden intercambiar unas pocas palabras y gestos.

Al acabar de desayunar nos montamos en el bus y algo que me ha llamado la atención de ERS es que cuando vamos a ir a algún lugar nadie pregunta a dónde vamos o cuántas horas va a haber de bus para llegar al próximo destino. Simplemente nos limitamos a hablar, dormir, escribir u observar a los ugandeses. Lo que para ellos es un día normal, para mí es el mejor de los entretenimientos.

Una frenada rápida del conductor hace que me dé cuenta de nuestra primera parada del día, Mbarara, donde nos abrieron sus brazos las hermanas de una congregación que actúa solidariamente y dirigidos hacia la juventud del país. Nos despidieron y con parte de las hermanas nos encontramos en el Catholic St. Tomas School en Butare, una región del suroeste del país, llena de montañas, palmeras y gente maravillosa.

Nada más llegar, una masa de gente acudió a vernos. Los ugandeses estaban en shock, nunca habían visto tantos europeos juntos. Se acercaban con una sonrisa blanca y enorme, nos daban la mano, se reían, nos abrazaban… El director y la monja responsable de esta escuela nos recibieron y nos contaron entre otras cosas qué van a hacer con los ordenadores, los tanques de agua, la cocina y la biblioteca que África Directo y nosotros les proporcionamos.

Acabamos la charla y los niños nos invadieron con sus canciones más populares, y como no podía ser de otra manera, nosotros les correspondimos con muchas otras, formando un conjunto de personas bailando y cantando en las montañas de un país que se encuentra muy lejos de casa.

Si me he quedado con algo de este día, es con los niños del colegio. Sin duda tienen algo especial de lo que solo te das cuenta si estás junto a ellos.

Víctor Barrero Álvarez

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Un firmamento infinito

Tras una noche fría aunque mágica por la gran cantidad de estrellas que se podían ver, nos despertamos con un espectacular amanecer que prácticamente hizo que no pudiéramos dejar de observarlo.

Para nuestra sorpresa no tuvimos deporte, lo que nos alegró el alma, aunque hicimos una caminata de aproximadamente una hora y media por unos caminos de tierra.

Fuimos en silencio para que los animales del parque natural en el que dormimos (en la selva tropical) no se alejaran al vernos. Conseguimos observar gran cantidad de cebras, monos y vacas (con una cornamenta inmensa).

Haber dormido y caminado por este lugar fue un gran lujo, y María Guevara, nuestra monitora, nos hizo valorarlo y que nos diésemos cuenta de lo afortunados que éramos.

Después de desayunar, tomar el malarone y recoger, fuimos en autobús hasta un convento en Mbarara. Allí, unas monjas nos recibieron con los brazos abiertos y gran alegría en sus rostros. Nos dieron de comer el pan típico ugandés: chapati, que era como un crepe que tomamos con azúcar. También nos dieron té típico de este país, café y piña. Me llamó mucho la atención que se acercaran a nosotros para agradecernos que estuviésemos allí cuando ellas nos habían acogido en su hogar y dado de comer.

Antes de una breve charla bailaron con música religiosa local. Una de las monjas más increíbles que he conocido, Evans, no quería salir a bailar si yo no salía con ella; por lo que allí fui a darlo todo. Después, el resto de los expedicionarios también lo hizo.

Nos llevaron a una iglesia donde había bastante gente bailando y cantando como si se tratase de una misa góspel. Fue una experiencia muy bonita y que todos disfrutamos. Luego fuimos con las monjas a un colegio en Butarem, bailamos y cantamos canciones españolas como la Macarena y canciones ugandesas. Los niños estuvieron muy cercanos y sonrientes, nos dijeron que nos agradecían enormemente haber venido a visitarlos porque hacía muchos años que no veían a ningún europeo.

En conclusión, del día de hoy me quedo con el amanecer, la caminata junto a las cebras, las monjas y todos los bailes del día.

Ha sido un día muy enriquecedor y en el que personalmente he disfrutado conociendo y relacionándome con los ugandeses.

Gracias por leerme.

Te quiero mucho mami.

un beso.

Álvaro Fernández Vega

 

3º Día. Crónicas Expedicionarios

Los grandeza de los lagos de Uganda

Nos levantamos acompañados del sonido del alegre Lago Victoria. Después de hacer deporte nos montamos en el bus para cruzar el corazón de Uganda. Durante este recorrido nos encontramos con cebras y otros animales de la zona, y hasta cruzamos el Ecuador: esa línea imaginaria que separa el Norte y el Sur.

Tras un largo pero ameno viaje en autobús, durmiendo, cantando, observando animales salvajes, llegamos a nuestro destino: el parque natural del lago Mburo.

Después de un rojizo atardecer nos adentramos en la infinita sabana africana, como en la película del Rey León.

Una lluvia de estrellas sobre nuestra cabeza nos arropó en una fría y oscura noche.

Carmen Mariscal, Pablo Rodríguez y Sofía Jiménez

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Tres días en África y lo que puedes llegar a vivir

Dormir bajo un manto estrellado

y despertar en un amanecer soleado;

y sin nada en el estómago, empezar a caminar.

 

Ver la vida más salvaje de África central

sin necesidad de una protección nacional.

Estar a menos de 20 metros de una cebra,

o acampar en el centro de un hábitat tropical.

 

Tras horas de bus, llegar a sitios donde te ofrecen más de lo que te pueden dar

mientras que tu presencia y sonrisa vale más que cualquier cosa material.

 

Es por eso que tenemos que empezar a valorar

y agradecer a ERS mostrarnos esta realidad

Raúl Llovera

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Verde y Rojo

Uganda es verde y rojo. Verde por su naturaleza tan viva, todas sus plantas y hábitat de su fauna. Rojo por la pasión de todos sus habitantes, por las profundidades en sus bailes y música; rojo del corazón tan grande que tienen todos y cada uno de ellos; rojo por la sangre derramada igualmente en su propia tierra.

Hay extensas mesetas verdes cruzadas por fríos y largos caminos rojos. Hay desordenados barrios de casas rojas con altas palmeras verdes. Hay gente quieta, a la espera sentada en sus negocios mirando a cada uno que pasa. Hay gente activa y trabajando en lo mucho que queda por hacer para seguir adelante.

Pero toda la grandeza de Uganda queda cubierta bajo un sol abrasador, un sol que, a otra escala, pasa de este a oeste por el Ecuador del mundo que está en su tierra.

Porque en Uganda es en lo pequeño donde se encuentra lo grande; es en la sonrisa incondicional de la gente cada vez que le saludo; es en sus pequeños trabajos diarios donde se ve la riqueza de otra cultura, completamente alegre a la vez que luchadora de una manera de la que todo el mundo debería aprender.

Tenemos que aprender de África, no puede pasar desapercibida de nuestras vidas: verde de vida y alegría, y rojo de pasión y coraje.

Maria Palfy

2º Día. Crónicas Expedicionarios

Nuestra obsesión: los mosquitos.

El traqueteo de las chapas de metal sobre la madera, el sol atravesando las mosquiteras y el zumbido de las olas del lago Victoria culminan en el efusivo “Buenos días” de Pablo Martos. Te recorre el cuerpo preparándote para el temido deporte mañanero de los rumberos, que a más de uno le hace sudar la gota gorda. Seguido de un bañito en las frías aguas del lago Victoria, el cuerpo lo agradece.

Empezamos la mañana con diferentes talleres: nuestro cuaderno de viaje, los ordenadores que podremos donar a hospitales y una conferencia del doctor sobre las enfermedades tropicales y, sobre todo, nuestra obsesión: los mosquitos.

Nos dejan un poco de rato libre para descansar y escribir antes de ponernos a hacer la cola de la comida ansiosos. Empiezan las apuestas de que habrá para comer, ¿ensalada?, ¿macarrones? A todos se nos escapa la sonrisa cuando nos enteramos que hay arroz con pollo.

Termina la comida y nos subimos al autocar que nos saca del recinto y nos introduce de golpe en la realidad de Entebbe: mercadillos callejeros…

Llegamos a un orfanato donde una estampida de niños gritando nos recibe con su mejor sonrisa. Nada más bajar del bus, se aferran a nosotros y se pelean entre ellos por poder tocarte o intercambiar una palabra contigo, como si nunca hubiesen visto nada parecido. Se nos remueve la conciencia cuando vemos lo felices que son con lo poco que tienen y las circunstancias tan complicadas en las que viven.

Se enganchan a tu brazo o se te suben a la espalda y no se sueltan de ti como si para ellos fueses una nueva esperanza. A más de uno nos cuesta decirles que se tienen que soltar, que tenemos que ponernos manos a la obra. Vaciamos las clases y nos ponemos a lijar las paredes para después poder pintarlas.

Los niños del orfanato nos ofrecen agua embotellada. Nos cuesta aceptarla después de ver el grifo del que beben ellos, lleno de moscas y bichos de ésos que no tenemos en España.

Una música africana nos despide junto al agitar de manos de los niños, todos nos hacían la misma pregunta que ninguno se atreve a contestar: “¿Vais a volver, no?”. Nos alejamos del autocar pensando que, a pesar de que habíamos jugado con ellos y les habíamos lijado y pintado la escuela, ellos nos habían dado mucho más que nosotros a ellos.

Mar Gutiérrez

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El primer amanecer en Uganda

Ha llegado el día, 18 de julio de 2018. Tras un día duro viajando, estamos aquí. Tras una bella noche durmiendo en este precioso lugar a la brisa del lago, hemos amanecido. Mi primera impresión en este día ha sido el ser de una vez consciente de mi presencia en un nuevo continente.

Tras los primeros trotes de la mañana y esas flexiones que tanto nos gustan, sucedió una de las cosas que ansiaba desde que llegamos a la instalación junto al lago Victoria: pudimos disfrutar de las olas de este grandísimo lago. Después, disfrutamos del desayuno comentando nuestras primeras impresiones de este gran día.

Por la mañana, los distintos profesionales que nos acompañan, nos dieron diferentes charlas y dejamos a punto los ordenadores que vamos a donar a algunos hospitales de este país.

Después comer un rico arroz con pollo que nuestros cocineros prepararon con tanto amor, partimos hacia uno de los lugares más bonitos que he visto, y no por sus vistas o paisaje, sino por las grandiosas personas que se encontraban en él. Se trata de una escuela de niños y niñas de entre 4 y 14 años. Al llegar en los autobuses, los niños nos recibieron con abrazos, súper emocionados, todos con su sonrisa de lado a lado.

Al llegar, jugaron con nosotros, algunos bailando, otros dando volteretas y otros mostrándonos su música con una especie de tambores africanos, todos ellos trataron de hacernos sentir especialmente bien.

Después de esta agradable bienvenida, estuvimos lijando las paredes de las aulas y posteriormente pintándolas. Resultaron increíblemente acogedoras las palabras de agradecimiento de las personas de Uganda.

Tras realizar estos trabajos, disfrutamos de una increíble representación de baile de parte de los niños que por circunstancias de esta vida son huérfanos y conviven en el mismo colegio. Bailaron y cantaron con sus mejores sonrisas diferentes canciones para todos. La directora de este orfanato nos sirvió una especie de tortitas caseras que estaban riquísimas. Esta acción me marcó mucho y me hizo ver el corazón de estas personas, que a pesar de disponer de pocos recursos nos ofrecieron este lindo detalle.

Cuando ya nos íbamos, uno de los niños con los que más cercanía tuve me acompañó hasta el bus abrazándome y diciendo que me quedara con él. Me di cuenta del corazón que todos estos niños tienen y me despedí con un “hasta pronto”.

Para finalizar, ya en nuestro “campamento” cenamos y cerramos el día viendo una película de la que no puedo comentar nada ya que me quedé dormido por el cansancio.

Ya en el saco saqué una conclusión de este día: ante todas las circunstancias de la vida las personas tenemos que ofrecer siempre nuestra mejor sonrisa.

Andrés Gutiérrez

Isaac (día de visita al orfanato)

Hoy por la tarde hemos visitado un orfanato con el fin de ayudar a los niños a pintar sus aulas de estudio, y estoy seguro de que después de esta tarde podemos decir sin duda que la felicidad no depende de nada material.

Antes de llegar al orfanato, en el trayecto de autobús, íbamos saludando a los niños que veíamos por la calle desde la ventanilla, comentábamos sus gestos de sorpresa e ilusión. Pero esto no ha sido nada comparado con lo que nos hemos encontrado al llegar.

Decenas de niños corriendo y gritando hacia el bus. En cuanto han podido, los más lanzados nos han empezado a abrazar. Nosotros hemos respondido con cariño, sorprendidos por su ilusión. A la media hora estábamos en un remolino de abrazos, carreras, juegos y sonrisas. Suyas y nuestras.

Yo daba la mano a dos niños y atendía a la explicación de un juego, cuando he notado un breve tiron en la parte de atrás de mi camiseta. Me doy la vuelta y veo a un niño de unos cinco años que viste una camiseta morada, era de un adulto, tenÍa las mangas rajadas, como si fuera de tirantes.

Me miraba. Yo le he sonreído y me he presentado. Rápidamente hemos comenzado a jugar a nuestra manera. Él no era como los niños que se lanzaban sonriendo a nuestros brazos. Él solo sonreía cuando era necesario. Hemos jugado un rato más hasta que nos hemos perdido de vista en el remolino.

Unas horas después, cuando estábamos despidiéndonos de todos a punto de subir de nuevo al autobús, he notado un breve tirón en la parte de atrás de mi camiseta. Me he dado la vuelta y he visto a Isaac. Un niño de unos diez años, al que, aunque no conocía, se lanzaba sonriente a mis brazos para despedirse.

Ismael Lancho