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Crónica oficial. 2 dia.

Frio y fuego.

Luis Pintor.

Camisetas y pantalones envejecen a ojos vista. Ya comienzan a ser asimiladas las nuevas sensaciones, los contrastes entre el aire de fuego africano y el frio del amanecer en el patio del castillo de Medellin. Menos de dos días y a la sesión de gimnasia que abre la jornada sucede el imprevisto baño –baño de expedicionarios y baño de la ropa- en las aguas del Guadiana. Hay que aprender a dormir sobre las piedras, a recuperar parte del sueño perdido en la sesión de cine de medianoche. Aprender a oler –literalmente- cualquier posible fuente de agua, a disfrutar del desayuno con pan y tomate y enormes rajas de sandía.

El grupo comienza a cohesionarse, los chavales descubren los primeros cambios, la adaptación a una disciplina extraña en su vida. ¿Y la ducha? ¿La comida a la hora debida? Dios proveerá.

También llegan los primeros sustos. Alguna caída, alguna indisposición, alguien que lo pasa mal mientras la inmensa mayoría siente –o al menos proclama- que la experiencia es una continua fuente de sorpresas, un examen permanente a cada uno en el que los demás cubren con apoyo cualquier miedo propio.

Ya hemos estamos metidos en el camino, en los cuarenta grados, en las larguísimas etapas, en las noches cortas pero por eso intensas. Dormir entre las piedras centenarias, o en los días próximos en la arena, es una experiencia impagable si se hace rodeado de compañeros, de amigos…

Y en el cruce del Estrecho, en el ferry Algeciras-Ceuta, el punto de partida queda definitivamente atrás. El Mediterráneo separa de raíz lo vivido hasta ahora de lo que viene  en adelante. Al dormir en un viejo cuartel de la Legión, en la ciudad autónoma, horas antes de traspasar el paso de la frontera con Marruecos, ya no cuentan ciento y pico chavales sino una expedición. Más calor, seguro, eternas horas de viaje, capas sucesivas de polvo sobre la piel, momentos de agobio y brotes de euforia.

Esperan colores increíbles, contactos con los habitantes de decenas de aldeas en el Atlas o en el desierto, bazares, olores de la carne, la fruta o las especias que estallan en medio de cualquier calle…millones de estrellas por la noche. Marruecos, vecinos, amigos, desconocidos.

Viaje en el espacio y en el tiempo. Sensaciones que ninguna imagen de televisión es capaz de describir. Asombro.

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