27 de julio de 2015
De Dioses y Hombres
En 1996, siete monjes cistercienses del Tibhirine, en Argelia, son secuestrados y asesinados. El peligro es indudable y han tenido varios avisos, pero deciden quedarse con la población musulmana con la que viven en armonía, ocupándose, entre otras cosas, de la atención médica a la comunidad. Hay dos supervivientes, el Padre Jean Pierre Schumacher y el Padre Amedé. A pesar de todo, continuaron con su labor en el norte de África. Su historia es magistralmente contada en la película “De Dioses y hombres”. Amedé muere en 2003, y Jean Pierre continúa su labor hoy, a sus noventa y tres años, en el Monasterio de Nôtre-Dame del Atlas, en Midelt.
El Padre José Luis Navarro, con la misma amabilidad de todas las veces, que más no se puede, recibe a la expedición en el monasterio. Cuenta a nuestros expedicionarios la historia de Jean Pierre, descansando en ese momento, y su comunidad, el trabajo que hacen allí, contesta las preguntas de los expedicionarios, e insiste en una idea que por sí sola justifica esta visita. Le preguntan si la convivencia entre religiones es posible. Lo hacen cada día. No se trata de respeto, de tolerancia o de vecindad pacífica. Eso lo dan por supuesto. Es más. Es trabajo con gente que no ha tenido demasiada suerte, con jóvenes que no acaban de encontrarse, con quienquiera que pueda necesitarles, y siempre en colaboración con la gente de allí. Teniendo en cuenta la historia terrible que han vivido, su trabajo es esperanza.
Justo en el momento en el que todos se están subiendo a los autobuses para irse llega el coche del equipo audiovisual de la expedición, con Mar Aldaz, Diego Sánchez, Néstor Ortiz y Jorge Sirvent, además de este juntaletras. Llega tarde por un pinchazo, reparado a un metro escaso del radio de acción que una cuerda le da a un perro nada conforme con nuestra presencia. Nada como la motivación adecuada para hacer el trabajo en poco tiempo.
Al llegar, abuso de la amistad del Padre José Luis (y de la paciencia del resto de la expedición), y le pido ver al Padre Jean Pierre. Hace dos meses escasos vi con la mujer más excepcional la película “De Dioses y Hombres”. Le gustó mucho, y le dije que conocía al Padre Jean Pierre, y que si la vida me daba la oportunidad de volver a verle, intentaría tener un rato para hablarle de ella.
El Padre Jean Pierre tiene la fragilidad de sus 93 increíblemente lúcidos años, pero la paz de quien todo lo ha vivido y todo lo ha perdonado. Está tomando el té en una salita, con unos amigos musulmanes. Se levanta y va hasta la puerta a recibirme. Me da la mano con más firmeza de la que me espero, y tiene una sonrisa de ojos brillantes, que no cede ni un instante del tiempo que estamos juntos. Una sonrisa que ni los años, ni la vida dura, ni la pérdida de los que más ha querido ha conseguido borrar. Me invita a sentarme a tomar un té y me cuenta lo que ocurrió, su posterior viaje por España en el 97 buscando voluntarios para la congregación. Me dice que sólo encontró uno y me pregunta si quiero saber quién, y con sorna señala al Padre José Luis. Se ríe. Me da la sensación de que a él le está gustando la conversación tanto como a mí. O quizá es que así quiero pensarlo. Me cuenta sus años en Fez, su incorporación a este monasterio en 2000, su vida desde entonces… Me pregunta por ella. Le hablo de sus también lúcidos, pero atrapados y mudos, 67 años. De su risa de todos los días que tampoco ha podido borrar ni la muerte, ni la enfermedad, ni nada en esta vida, tan cruelmente indiferente.
Puede que no sea del todo objetivo, porque coincide que es mi madre. Pero es lo que es, y en ese sentido nada puedo hacer.