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Crónica oficial día 9.

29 de julio de 2015

Merzouga es nombre de mujer

En el desierto se despierta uno despacio, al ritmo con que la arena va recuperando su color. El campamento se va poniendo en marcha poco a poco, y cuando llega la hora marcada, prácticamente todo el mundo está ya incorporado, mirando en silencio al horizonte. Les miro desde lejos, y por unos minutos todavía somos los de ayer, los bereberes de las caravanas.

Se viaja o muy temprano, o muy tarde. Así que nos ponemos en marcha antes de que tengamos que escondernos en el oasis hasta la puesta del sol. Volvemos en dromedario, los que no lo hicieron anoche, y el resto andando. Como otras veces, en la vuelta se van haciendo viajes recogiendo a aquellos que les cuesta un poco más. En general no es el mejor momento, ni para los conductores ni para los expedicionarios un poco rezagados. Pero esta vez hay una diferencia que lo cambia todo. Telmo Aldaz, director de España Rumbo al Sur, y Pablo Martos, jefe de monitores, han madrugado más que el resto y aparecen con unos quads para convertirlo en una experiencia única. Los expedicionarios pasan desde la cola hasta la cabeza del grupo serpenteando entre las dunas a la velocidad del viento.

Hoy es día de viaje largo. Pero antes de salir aprovechamos los casi 50 °C de temperatura para hacer una visita a unos jardines cercanos. A pesar de todo, merece la pena, porque Hasan nos cuenta mil cosas fascinantes de su tierra.

Hubo, hace muchos, muchos años, una mujer con tres hijos pequeños llamada Merzouga. Eran muy pobres, y un día estaba desesperada porque no tenía qué darles de comer. Casualmente se encontró con unas familias nómadas, que estaban divirtiéndose con sus bailes bereberes, y se acercó a pedirles un poco de comida. Se negaron a dársela, y siguieron bailando toda la noche. Viéndolo, el dios bereber Akkuc levantó un viento que arrastró la arena para crear las dunas del desierto, y bajo ellas sepultó a los que habían sido tan malvados. A partir de entonces, esa porción de desierto, que es en la que nos encontramos recibe el nombre de Merzouga.

Ese dios Bereber, Akkuc, anterior a la llegada del Islam, es el origen del nombre de Marrakech, y por extensión de todo el país. Viene del bereber Tamurt n Akkuc, pronunciado aproximadamente “Amurniaquish”, que significa “Tierra de Dios”.

El pueblo concreto en el que estamos es Hassi Labied (Pozo Blanco), y Hasan nos habla de los bereberes. Bereber viene de Berbr, evolución árabe del griego bárbaro. Ellos a sí mismos se refieren como Amazigh, “hombre libre”. Están en  Túnez, Argelia, Libia… Los Touareg, que también son bereberes, ocupan un amplio territorio, hoy perteneciente a varios países. Pero Marruecos no se encuentra entre ellos.

Por otro lado, el Bereber es una lengua antiquísima, con muchas variantes dialectales en todo el norte de África, tres de ellas en Marruecos. Desde 2013 es lengua oficial en el Reino, aunque aún no se ha iniciado su enseñanza. Incluso la Dariya, el árabe marroquí, que es fusión de dos variedades distintas llegadas en los siglos VII y XI, descansa sobre una fuerte base bereber.

Hasan nos cuenta cómo la vida nómada se está extinguiendo. La mayoría de los bereberes de padres y abuelos nómadas, vive hoy en pueblos y trabaja en el turismo. Las pocas familias que aún conservan el estilo de vida nómada tradicional,  viven “detrás de las dunas”, nos dice.

Finalmente nos enseña el jardín, que es más bien lo que nosotros consideraríamos un gran huerto y palmeral. Pertenece a varias familias, es sólo para su propio consumo, y comparten el agua por turnos con el sistema de irrigación tradicional, la jatara, un sistema de canales y desvíos que, además, es una de las aportaciones que la dominación musulmana dejó en España. Hoy en el pueblo tienen agua corriente, pero no la beben. Lavan la ropa, se bañan, riegan… Pero para beber siguen yendo al pozo, en un extremo del jardín, y nuestra última visita antes de salir hacia el norte en un larguísimo viaje en autobús que nos acercará a Nador.

Larguísimo, que no desaprovechado. En uno de los autobuses, por ejemplo, los expedicionarios reciben una charla sobre la arquitectura del barro, el adobe y el tapial, las kasbah de los valles del Dráa y del Ziz… Esas construcciones tan increíbles que parecen brotar de la misma tierra. Sorprende cómo, a pesar del cansancio que ya acumulan, los expedicionarios atienden y algunos, como Lucía Massó y Ana Merino, del grupo 4, y Juan Rodríguez, del 9, plantean interesantes  dudas y ponen a prueba los conocimientos de quien les habla.

Avanzado el camino, y cansados, seleccionamos con mimo el pedregal más reseco del norte de África, y procuramos dormir unas horas.

Jaime Martinez de Ubago.

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