Hoy es día 22 o 23, no losé, los días aquí parecen semanas. Hemos dormido unas tres horas, interrumpidas por lluvia intensa, el claxon de un camión enfadado y los ronquidos de los sacos de al lado.
Meto el saco como puedo en la funda y subo en la pickup, lo que me viene bastante bien para despertarme con el aire que te da en el maletero.
Dan un poco de penilla los expedicionarios pero no los que te piden subirle, sino los que te lo dicen solo con una cara con ademán de ojalá.
Pero como todo se acaba, obviamente el coche no nos va a bajar en la puerta. Toca andar y mojarse. Yo no soy mucho de montaña y acabo de descubrir la increíblemente incómoda sensación de meter la bota en el agua y que se estanque dentro.
Cada día voy conociendo a mas gente, desde la pickup parecen todos iguales con sus camisetas azules o burdeos pero mola descubrir lo diferente que es cada uno.
Al final entre nombre y nombre llegamos a lo alto de una colina con el suelo cubierto de hojas de flamboyán.
Las vistas espectaculares, pero todavía mejor que las montañas comprimidas difuminándose por niveles, es la cascada comprimida en el paisaje.
Cuando estaba debajo de la cascada he sentido tranquilidad y felicidad, miraba flotando desde el agua el lugar tan precioso donde nos encontrábamos.
He disfrutado como una niña pequeña y me he puesto a pensar en lo bien que me siento y en todo lo que estoy viviendo aquí. También hemos estado todos nadando muy contentos todos se han metido debajo de la cascada y dentro de la cueva, creo que todos ha disfrutado tanto como yo.
Continuamos la ruta con el descenso del río. Al principio podía parecer un trayecto sin dificultades, sin embargo, a medida que bajábamos era cada vez más difícil. Hubo muchas caídas y risas, además este descenso nos recordaba a los parques acuáticos con corrientes y piscinas. Para nosotros era el “aquapark”. En algunos tramos teníamos la suerte de encontrar pozas con suficiente profundidad para nadar. Realizando esto nos sentimos como en “planeta calleja”
En la travesía en el río nos hemos topado con algún obstáculo algo desafiante, pero también con caminos divertidos, como el tobogán. A mí personalmente me ha encantado deslizarme sobre el agua y en este lugar tan mágico. Como siempre digo a mis compañeros, lo peor de la travesía es que no he podido apreciar en paisaje todo lo que me gustaría por andar con cuidado sobre las rocas y creo que esto es algo que compartimos todo nosotros.
Sin embargo, hacer este asombroso camino con personas que disfrutan tanto como tú la naturaleza, a mi me llena el alma. Y por fin acabamos con la travesía, con una recompensa que ha causado algo de controversia en los expedicionarios: tras estar desde las 5 de la mañana arriba y caminando un largo trayecto, nos esperaban dos bocatas de un tamaño irrisorio y un trocito de sandía. Pero bueno, algo es algo.
Tras admirar inigualable belleza de la playa de la que hemos tenido la inmensa suerte de disfrutar, las ganas por sumergirnos en sus aguas cristalinas aumentaban por momentos por lo que sin pensarlo mas de 2 míseros segundos fuimos corriendo tan rápido como pudimos todos los expedicionarios juntos. La felicidad se divisaba en el brillo de nuestros ojos, y nuestras inmensas sonrisas las cuales éramos incapaces de esconder formaban una melodía capaz de alegrar y hacer olvidar cualquier sentimiento de sufrimiento padecido a los largo del día.
Sin embargo, este increíble baño duró menos de lo que nos hubiera gustado, pues, debido al amenazante peligro de lluvia.
Bosco Cárdenas, Paula Calvo, Francisca Chiappe, Carmen Ballesteros y Carlota Aguirre