1. Crónicas del equipo de organización.

29 de Julio de 2017

Ayer llegamos al cuartel de Ceuta al estilo “Rumbo al Sur”: sin nada que se asemejase al horario previsto, dejándonos llevar por  la aventura, que hace que nos adaptemos, ya que, al igual que ocurre en la vida, tanto las circunstancias como el tiempo actúan a su libre albedrío, siendo la mejor opción dejarse mecer por las olas del destino, sea cual sea la costa donde acabes varado. Ayer esta aleatoriedad nos llevó a llegar al cuartel donde montamos campamento un par de horas más tarde de lo estipulado, nada nuevo bajo el Sol para aquellos que ya hemos vivido este viaje en cada poro de nuestra piel, en cada uno de nuestros cinco sentidos y que acuñamos los recuerdos de las cosas improvisadas como algo más valioso que cualquier tesoro de los que Elcano y Magallanes guardaban otrora bajo sus bodegas, deseosos de demostrar a los Reyes españoles que aventura no había sido en vano, que el mundo aún guardaba tesoros escondidos, sólo al alcance de aquellos locos dispuestos a soñar.

Al grito de los rasposos “buenos días” que ya se han convertido en el mecanismo que activa el Sistema Nervioso Simpático de los expedicionarios, despertamos ante un tímido amanecer, escondido tras la bruma y procedemos a iniciar el día bailando al monótono son de las zapatillas chocando al trote con la tierra de Ceuta, en un cuartel donde los legionarios cantaban a su amada La Muerte, al tiempo que corrían a abrazarla y besarla.

Tras un bocadillo de nocilla que sabe a manjar divino, tenemos el “privilegio” de poder visualizar el lugar donde tantas almas, con su correspondiente equipaje cargado de sueños y falsas promesas de un lugar donde no existe la miseria, donde tan sólo con desear algo es suficiente para tenerlo, yacen sepultadas bajo toneladas de agua, pasto de los peces y los telediarios que rellenan unos minutos de su tiempo con los sueños rotos de miles de personas que cometieron el error de pensar que, por qué no, quizá ellos también merecían las oportunidades de las que disponían sus hermanos, sus iguales, diferenciados por apenas 14,5 km que se antojan eternos, casi irreales al observar las diferencias existentes entre dos puntos que son capaces de mirarse mutuamente a los ojos de costa a costa, pero que deciden apartar la mirada.

            Tras el siempre tedioso trámite de la frontera, Marruecos nos recibe con todos sus contrastes, siendo el paisaje el primero que choca a la vista, pintado con una paleta de colores que va desde el verde que se asoma a sus costas, a los tonos rojizos, tornándose desérticos a medida que abandonamos el olor a salitre. Sin embargo, falta algo, todos nuestros sentidos nos indican que ya estamos aquí, que África está dispuesta a acogernos, de nuevo a algunos de nosotros, pero hay algo en mi interior que no termina de encajar, una pieza del puzzle que, a pesar de parecer la adecuada, no permite terminando, dejando una sensación de vacío, de pensar que quizá soy yo el que ya no encaja aquí, que hace demasiados años que manché esta camiseta verde con la arena rojiza del África negra. Hasta que ocurre, como siempre en este viaje, lo inesperado que todos estábamos esperando, el imprevisto que hace de “Rumbo al Sur” algo único, imposible de explicar con las limitaciones de nuestro lenguaje, incapaz de definir con exactitud la sensación que produce escuchar a un hombre anónimo de un pueblo anónimo para nosotros, orador inesperado ante 100 almas ávidas de saber más de todo, hablar de racismo, definido por él mismo como “ la falta de comunicación entre los jóvenes”, de falsas promesas del sueño europeo con las que los chavales vestidos con camisetas de equipos de fútbol de alto nivel se embarcan, si no hoy mañana, en una barcaza tan llena de sueños que lo más probable es que acabe en el fondo del Estrecho. El lenguaje limita también la definición del olor a “Kaftka” inundando el aire de un pueblo iluminado con luces que parecen sacadas de un cuento de “Las 1001 noches”, la sensación de ver a unos jinetes ataviados con los mismos ropajes que hace cientos de años tiñieron de sangre sus antepasados, suya y de otros tantos, los nuestros entre ellos. Porque algo se remueve dentro de mi cuando alzo la mirada a las estrellas, la tierra deshaciéndose bajo mis pies y el canto de varios hombres fundiéndose con la noche e indicándome que ahora sí, he vuelto a África, vuelvo a sentir el remolino dentro de mí que me inquita y me hace querer descubrir más al mismo tiempo, deseoso de ver las sorpresas que nos depara el viejo continente. Es hora de comenzar a cumplir sueños. Hola de nuevo vieja amiga.

Omar Arabi Fernández
Equipo Medico, Enfermero
Ex expedicionario ERS Mali 2008  

África

África.
Niños que se acercan
para saludar con una sonrisa,
y niños que se acercan, desesperados,
para meterse debajo del bus
y poder pasar la frontera.
Rostros felices y
rostros desesperados.
Pueblos que permanecen en estancados en el tiempo
y pueblos que caminan hacia adelante.
Gentes quietas
y gentes que corren para huir.
Grandes montañas arenosas
e infinitos valles de palmerales.
Sol abrasante
y viento huracanado.
Rostros quemados por el sol
y almas quemadas por la desesperación.
África es bella y dura a un tiempo,
alegre y triste,
llena de sonrisas y lágrimas,
estepas y desiertos,
roca y arena.
Soledad diurna
y multitud nocturna.
Levantas la cabeza para contemplar
el cielo estrellado,
y lo agachas para que
el sol no te abrase.
Así es África.
Jesus Santiago
Pater de ERS.

Aún no lo saben.

Lugares donde las manecillas ni los números corren.
Espacios donde el tiempo no es el presente ni el futuro forma parte de tu incertidumbre.
Son paisajes y asfaltos cambiantes, donde las calzadas, caminos, senderos, pasillos y galerías parece que se conforman en el sentido de tus pasos. La vida en estos viajes no es cómo seguir el sendero marcado o el camino de Baldosas Amarillas de Dorothy, todo lo contrario; es tararear el “caminante no hay camino” de Serrat.
Son muchos los viajes que he hecho a lo largo de mi corta pero intensa vida. Uno de ellos hace 13 años me marco la vida indiscutiblemente con el gran Miguel de la Quadra-Salcedo del cual no despego de mi piel por todas aquellas enseñanzas que cuando tan solo era un niño me dio. Hoy, aquí me encuentro, con su sobrino, y con casi 100 jóvenes, que cómo yo en su día, experimentan una sensación única aunque muchos de ellos quizás aún no lo saben. 

Aún no lo saben porque yo he vivido su piel.

Aún no lo saben porque son miles los estímulos de todos los tipos que les entran. 

Aún no lo saben porque apenas han dormido durante estos 15 días. 

Aún no lo saben porque no son conscientes de que tienen amigos en toda la península. 

Es extraña la sensación de pensar como con 15 días de viaje te encuentras en una edad dónde los primeros días echas de menos tu celular y eres incapaz de hablar de corrido con tu compañero de bus y los últimos de esos días no extrañas nada, sólo unas croquetas de casa y te preguntas cuando volverás a ver las estrellas desde la arena de una duna con 82 compañeros y gran parte del equipo de apoyo. 

Yo, casi acercándome a la treintena aún disfruto con estos chutes de adrenalina que te da la vida.

El viaje, que sin el no me siento realizado, muy alejado de la reserva de hotel y la tumbona en la playa. 

El calzarte una bota para andar y a la mínima oportunidad descalzarte siempre que puedas. 

El ansia de ver agua correr y meter la cabeza, los pies o girar la cabeza si caen apenas unas gotas que puedan mojar tu rostro. 

Mañana llego a Madrid, otra vez y cómo siempre, con ese síndrome postvacacional que me persigue desde que era un crío y pasaba los veranos en campamentos de verano, mañana, me toca sentarme 8 horas en una oficina con aire acondicionado, sin poder tocar la tierra, respirar aire limpio o descalzarme de las sandalias mientras edito videos.
Cómo siempre comienza de nuevo la cuenta atrás, con las aventuras que da la vida y la preocupación del futuro venidero. Contando las semanas hasta que algún día opte por la vida nómada y encuentra la manera de SUPERvivir viajando.
Mañana estoy en un lugar donde las manecillas y los números corren.
Un espacio donde el tiempo es el presente y el futuro forma parte de tu incertidumbre. 

Ibra Youssef
Equipo Audiovisual.

SEMILLAS

No cualquier adolescente decide irse de vacaciones sin su teléfono inteligente.
No cualquier adolescente realiza un microemprendimiento para pagarse sus vacaciones.
Y es que una expedición de España Rumbo al Sur no es para cualquiera: dos semanas durmiendo al raso, ejercicio matutino, convivencia, formación, observación, superación y aventura, sobre todo eso: Aventura.

Algo diferente ha de trazar el impulso de un joven para cambiar su destino de confort veraniego por viajar a África. Quizás un miedo que afrontar, un golpe de viento, un cambio de estación o un amanecer de dudas el que les empuja a cargar sus mochilas.
Ese algo marcará un antes y un después. Un querer creer en sus impulsos.
El día uno estrenan botas y a los pocos días las arenas del desierto llenan sus pasos. Tierra, piedra, adobe, paja, agua dulce y salada componen el equipaje de expedicionarias y expedicionarios que cambian el verano mediterráneo por los cincuenta grados a la sombra de una palmera saharaui.
La frontera de Europa, el descenso del Guadalquivir, el genocidio verde de Doñana, el indómito clima del Atlas bereber, el hundirse en el ascenso a la Gran Duna de Erg Chevi, el tradicional zoco de Merzouga; son esas cosas que inundan los litros de las mochilas, son esas cosas que rebasan las redondas pupilas.
Esas cosas son ese algo. Ese impulso que pone rumbo de retorno hacia lo humano, lo primitivo de este ser que desconoce de líneas rectas, de límites de acero que nos separan y nos hacen creer que somos distintos. Pero no, no más nómadas que un árbol somos. Un árbol que expande al viento sus semillas para desenraizarse sin temor y mezclarse con ese algo por descubrir.

Guillermo Jiménez Carazo
Equipo audiovisual.

 

España Rumbo al Sur emprende hoy el camino de vuelta, rumbo al norte. Siguiente escala, Rabat, donde estaremos con el embajador de España.

Hoy les toca todo el trabajo a Joaquín y Fili, excelentes conductores y mejores personas que sin duda forman parte importante de ERS.
Al iniciar el camino de vuelta, tengo una sensación rara, como de domingo por la tarde, parece que esto se termina.
El que escribe, comenzaba el viaje en Madrid sin saber lo que le esperaba, sin prácticamente conocer a sus compañeros de viaje. Todo era incertidumbre e ilusión por la aventura. Podría escribir mil páginas y me quedaría corto, por lo que solo voy a decir «gracias». Me quedo con la sensación de que cada día a conseguido la difícil tarea de superar al anterior. Gracias, a los más de 80 chicos maravillosos, que además de poner a prueba mi paciencia, no han perdido la oportunidad de demostrar que son excelentes. Gracias a todos los que componéis la organización. La entrega y el esfuerzo de cada uno, consigue que ERS funcione como un reloj, un reloj que se retrasa constantemente, por la sorpresas que vamos encontrando por el camino y que no se dejan escapar.
Antes de venir, no alcanzaba a comprender que ERS es mucho más que una expedición, es una gran familia. Una gran familia de la que estoy de la que estoy encantado de haber comenzado a formar parte. Espero y deseo que, con el esfuerzo, siga siendo así mucho tiempo.
Una vez más, gracias y mil gracias a cada uno de vosotros. Sin duda habéis sido lo mejor del viaje y lo mejor de todo «lo que me llevo» de ERS.

Borja Chavarri Vargas.

Monitor ERS.

Mosaico en movimiento.

En total armonía con el entorno con una actitud camaleónica, mis botas del color del polvo avanzan a paso acelerado. ¡Ojalá pudieran ellas apreciar la inmensidad del mundo sobre el que dejan huella! ¡Ojalá conocieran la obra de arte de la que forman parte! Un mosaico de dimensiones infinitas en el que diminutas teselas de colores tierra y verdes intensos se abrazan entre ellas en un baile de movimiento lento. Una pieza artística única que España Rumbo al Sur trata de conocer en profundidad, cada año un poco más, a cada paso una tesela; trazando un mapa de rutas hacia lo salvaje, donde las necesidades primitivas y la curiosidad guían nuestros días.

Mi tercer viaje, mi segundo destino, quinientos compañeros de ruta, tres perspectivas. Pero cada vez que camino con España Rumbo al Sur, siento que mis pasos van en la dirección correcta. Un viaje no cambia una vida – ni si quiera tres viajes- pues sigo viviendo en el mismo lugar, estudiando la misma carrera y tomando café cada domingo con los mismos amigos. Sin embargo, debo reconocer que recorrer este mosaico con España Rumbo al Sur hace que, inexplicablemente, cambie la forma en la que enfrentamos las situaciones cotidianas y que la base sobre la cual se basan nuestros planes de futuro varíe considerablemente de dirección.

Conmoverse con una sonrisa a medias, el brillo en unos ojos tristes, pequeños placeres que antes no existían.  Sentir libres los dedos de los pies al quitarse las botas, un plato de lentejas en una noche fría, que de tus pestañas lluevan granitos de arena al parpadear, echar una carrera al sol cada amanecer sabiendo que nunca más volverás a ganarle, y contar las estrellas, o las piedras del camino, o las gotas de agua de una cantimplora vacía, y sentir, vivir y disfrutar de cada una de ellas y de todas las demás que podamos imaginar.

Y ahora, un mosaico en miniatura cuelga en mi pared. Y cada noche sueño cómo mis botas del color del polvo recorren cada una de sus teselas. Sueño con no tener que soñar, tan sólo recordar.

María Guevara Perea.

Monitora ERS.

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