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12º Día. Crónica Oficial

42.000 almas en la frontera entre Uganda y Sudan del Sur

Para entrar en el campo de refugiados de Palabek, al norte de Uganda, el más grande del país, hay que transitar por carreteras de arena roja y campos de cultivo que no te permiten ver más allá. No es un trayecto sencillo. Los alrededor de 72 kilómetros por pistas repletas de baches que distan desde Gulu, la ciudad próxima más poblada, te toman por lo menos tres horas para llegar.

De hecho, la furgoneta de audiovisual se pincha poco antes de llegar y gracias a un sucedáneo de Ledderman que llevaba Mar Aldaz de la Quadra Salcedo podemos cambiar la rueda tras aportar todos nuestro granito de arena como en un puzle de aventura. Tanto es así que tres locales pusieron cara de sorpresa al ver a Mar dándole al gato.

A la entrada al campamento, soldados del Ejército ugandés y trabajadores de ACNUR, la Agencia para refugiados de la ONU, vigilan el paso de vehículos a un amplio recinto donde viven en la actualidad cerca de 42.000 refugiados procedentes de Sudán del Sur, un país que sufre una de esas guerras olvidadas, de las que se desentienden los medios de comunicación.

En este caso, la guerra de guerrillas comenzó después de que el sur se independizara del norte hace más de un lustro y comenzaran las matanzas entre etnias. Uganda, como nos han explicado las monjas en varias misiones durante esta expedición, es el país del mundo con más refugiados, ya que recibe inmigrantes de Sudán, Congo, Somalia o Eritrea. En total, más de un millón, según han explicado los saleasianos que nos acogen en Palabek en la misión Don Bosco, dirigida por dos religiosos indios y uno venezolano.

El recibimiento a la expedición ha vuelto a ser emocionante, con refugiados de distintas edades cantando y bailando. En este caso, tal vez, o más bien seguramente, por todo lo que han sufrido, huyendo de sus casas, temiendo a su vecino más próximo, evitan el contacto directo con nosotros, algo muy alejado de los recibimientos habituales, en los que buscan tocarte y abrazarte.

Tras la cena, unos espaguetis que supieron a gloria, y una charla de los responsables de la misión, que mañana visitaremos, Pablo Martos pidió a todos los monitores, Borja, Irene, Diego, María, Rocío, Carolina y Mario, al enfermero Omar y al fotógrafo José Luis Cuesta que explicasen por qué repetían la experiencia, tras haber venido como profesionales, monitores o incluso como expedicionarios.

Todos hablan de que España Rumbo al Sur les cambió la vida, que es un privilegio saber que de lo que disfrutas en tu hogar es un privilegio, que esto les va a cambiar la vida, que enseñen a los demás en casa lo que han vivido, que cualquier cosa que hagan aquí valdrá la pena, que cuando vuelvan a sus hogares les dará un golpe la realidad, y que no duden, que hagan de su vida lo que sueñan. Y si sueñan con África, este, quizá, puede volver a ser su hogar ambulante.

Serafín de Pigafetta.
Cronista oficial de España Rumbo la Sur.

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