La tristeza de los niños refugiados
Hoy domingo 29 de julio nos levantamos a las 6.30 de la mañana, un poco antes de lo normal para asistir a misa en uno de los campos de refugiados más grandes del mundo, Saint Joseph Camp of Refugies. Llegamos justo antes la noche anterior y fuimos recibidos con los brazos abiertos por el padre Arasu, que nos ofreció alojamiento.
Nos subimos al bus y fuimos a la misa con los refugiados después de desayunar. Cuando llegamos, todo parecía ser igual que en los anteriores centros, con muchos niños y gente corriendo detrás del autobús, pero la cosa cambió cuando pisamos el terreno.
Es verdad que muchos niños seguían sonriendo y siendo igual de simpáticos, pero la gran mayoría de ellos actuaba muy diferente. Cuando saludábamos a los niños no actuaban como esperábamos y no hacían lo que estábamos acostumbrados a ver. En los otros centros de Uganda te saludaban, te daban la mano, te seguían e incluso, algunos se abrazaban a ti. En cambio, éstos nos veían como algo peligroso, posiblemente, debido a algún momento vivido en Sudán del sur, país en conflicto armado. Se daban la vuelta y se alejaban de ti, porque no se fiaban de nosotros.
Sin embargo los adultos si se ofrecían a hablar contigo y contarte cosas sobre sus vidas, generalmente momentos desagradables. Algunos contaban que habían perdido a su padre, su madre, hermanos o algún amigo. Y una de las cosas más tristes es que esto lo ven normal y están acostumbrados a la pérdida de los que quieren. Una vez hablamos con los adultos y jugamos con los niños que se acercaban, volvimos a nuestro alojamiento, comimos y nos preparamos para jugar un partido de fútbol de nuevo con los refugiados. Lo pasamos muy bien todos juntos y conseguimos interactuar un poco más con los niños.
Hoy me he dado cuenta de que las actuaciones de las personas se ven muy influenciadas por algunas experiencias que han vivido ya sea para bien o para mal.
Marcos Buzón Aramburu
Qué hace único a España Rumbo al Sur
Rumbo al Sur se siente en estos momentos, más que nunca, como un fuego que arde dentro de nosotros despertando numerosos sentimientos. La edición 2018 comienza a oler a retirada. Una edición muy enriquecedora desde mi punto de vista en la que destacan tres grandes aspectos.
Humanitario. Las gentes de Uganda, con sus inmensas sonrisas, con su alegría y sus ansias de tocar; el ejemplo de las personas que entregan sus vidas al servicio de los demás; la dureza de la situación del campo de refugiados. Todo me lleva a una potente reflexión: no valoramos la suerte que tenemos. Un sentimiento compartido comentado recurrentemente: “¿Qué hemos hecho para nacer donde hemos nacido y ser quienes somos? Nada”. Eso lo resume todo.
Riqueza natural. Para mí la parte más atractiva del viaje es la riqueza natural que hemos contemplado. Paisajes, puestas de sol impresionantes, animales grandiosos vistos muy de cerca, cataratas, selva y mil entornos indescriptibles que llegaron a su cumbre la noche que dormimos a orillas del Nilo, con luna completa, escuchando hipopótamos y todo tipo de animales salvajes. También pudimos disfrutar del eclipse lunar de sangre en su máxima expresión. Como siempre, disfrutar de Uganda caminando, compartiendo la experiencia con expedicionarios y miembros de la organización, nos brinda momentos muy intensos y apasionantes.
Convivencia: Sin duda, las lecciones aprendidas y los grandes momentos vividos en ciudades muy distintas a las que estamos acostumbrados o en medio de maravillosos paisajes no serían nada sin la más importante de las experiencias que aporta Rumbo al Sur: el trato personal y la convivencia con las personas que conforman la expedición. Juntos atravesamos momentos difíciles que afectan al estado de ánimo, como la falta de comida y sueño, el esfuerzo físico y mental, la toma de decisiones ante contratiempos o la resolución de conflictos… España Rumbo al Sur ya no es un grupo de personas que aleatoriamente coinciden; es una familia en la que cada uno de sus miembros es muy distinto y todos suman, transforman y dejan algo en los demás.
En mi opinión el éxito que experimenta ERS edición tras edición se debe exclusivamente a la excelencia de los miembros que la componen, comenzando como mayor expresión de esa excelencia por Isa, la verdadera alma de esta vivencia tan grande. Por supuesto, detrás van Telmo, Mar, Pablo, Cuesta, Creever y todos, uno a uno, sumando y consiguiendo que ERS sea única pise las tierras que pise.
Borja Chávarri es monitor de campamento.