Crónicas Expedicionarios. Dia 1 y 2

Clara Álvarez de Toledo Pena

 Día 1

 Yo podía ver el Bernabeu cuando verdaderamente empecé a notar los nervios. Tras pocas horas de sueño y varios de macuto, ya estábamos preparados o eso pensábamos, para emprender nuestra aventura. Nada más llegar, llegaron los abrazos, gritos, incluso lágrimas de alegría, como si hiciese años que no nos viésemos, aunque en realidad no hacía más de dos semanas. Fue en ese momento cuando empezamos  echar en falta  a las 65 personas que se habían quedado fuera, y nos encantaría que nos acompañasen. Una vez distribuidos en los buses, algunos intentamos dormir mientras que otros se encargaban de que eso no sucediese. Al llegar a Medellín se empezó a notar el calor, claramente incomparable con el que pasaremos en Marruecos. Medellín, pueblo en el que se puede apreciar toda la historia de España, desde los visigodos hasta ahora, era el lugar en el que pasaríamos nuestra primera noche. Tras una visita por el castillo y todo el pueblo, estábamos bien preparados para ir a descansar. Ya en el saco rociada con Relec y mi cama de piedras, a punto de cerrar los ojos, escuché las voces de los monitores diciendo que nos levantáramos para ver un vídeo de Hernán Cortés, -personalmente pensé que era una broma-, pero luego al ver que eran las dos, me di cuenta de que cómo no iban a dejar dormir tan pronto.

Entre video y video, la gente se dedicaba a hablar, reír, dormir y otros como yo, a mirar las estrellas, que si se tenía suerte, incluso podías ver hasta una estrella fugaz, cuyo único deseo es que, esto no acabase nunca.

 

 

Nohelia Bueno
Día 1
Hemos salido ya, en estos dos días de nuestra zona de confort. El ser escrupuloso y pijotero, acostumbrado a la comodidad, ha quedado sepultado con el baño de las aguas calientes, llenas de algas y sanguijuelas del Guadiana, tras un intenso entrenamiento mañanero seguido de un lavado rápido de platos y dientes.

Y qué decir de nuestras cómodas y confortables camas de rocas, pero cuando el sueño te vence, te duermes donde toca, tenga rocas, bichos o cualquier otra cosa. Pero todo esto está endulzado con ese paisaje precioso que pudimos apreciar, desde lo alto del Castillo de Medellín. Con todos los campos verdes y el lago plateado por el sol poniente. Se te hace leve entre risas, risas y más risas en todo momento: cuando estamos al borde del agotamiento… ¡Risas! Cuando sabemos que vamos a dormir sobre rocas… ¡Risas! Cuando estamos dentro de esas aguas ‘tan limpias’ del Guadiana… ¡Risas! Si alguien nos hubiera preguntado antes de venir que si creíamos que vivíamos con lujos, nuestra respuesta hubiera sido que no en exceso. Pero ya en tan solo dos días, la respuesta a esa pregunta hubiera sido totalmente distinta. Estos han sido nuestros dos primeros despertares. Miles de aventuras, nuevas experiencias. Más lujos que desear, y risas para aliviar, nos esperarán allá.

Begoña Candela Celdrán
Día 1
Estaba nerviosa, y en mi mente circulaba la idea de echarme atrás. ¿Quién me habría mandado irme a mí a Marruecos? No sabía si estaba del todo preparada para salir de mi zona de confort, pero ahí iba yo, con mis dos macutos que pesaban demasiado, aparentando confianza. Llegué al punto de encuentro.

-‘¿Estás nerviosa?’, preguntaba la mayoría. Yo respondía con un no, rotundo y fingido. ¡Mentira, estaba más asustada, que en mucho tiempo! Subí al autobús, origen Madrid, destino Medellín y miré las caras que me acompañaban. Esas personas eran con las que iba a compartir, esta maravillosa aventura durante 20 días. Dormí en el bus, o al menos lo intenté. Necesitaba asimilar lo que estaba sucediendo. Era el momento del ‘boom’, del choque, del cambio. Pasaba de tenerlo todo, a contar solo con un simple macuto con cuatro cosas. De la comodidad al riesgo. De la calma a la aventura.

¿Cómo había pasado por mi cabeza la idea de retroceder? Esto lo iba a vivir solo una vez en la vida. Abrí los ojos y vi a Elena, amiga del asiento de enfrente, con los ojos abiertos de par en par. Me dio un poco de miedo, la verdad. Parecía poseída. Resultó que estaba dormida con los ojos abiertos. Me reí, decía que le molestaban las lentillas. Pensé que esto iba a ser duro, que seguramente a todos nos pasaría algo, pero que sobre todo, íbamos a aprender. Todo lo duro se convertiría en pasión y sabiduría cuando volviéramos.

Bajamos del bus, Medellín nos esperaba. Sinceramente, creo que casi ninguno de nosotros sabía dónde estábamos. Nos miramos los unos a los otros, con incertidumbre. Eso es lo bueno y misterioso de ERS. Nunca sabes lo que viene después, ni piensas en lo de antes. Estás aquí y ahora en todo momento.

Subimos al pueblo, y un señor de allí nos habló de la historia cultural del pueblo y su evolución. Me pareció muy curioso, que en un mismo pueblo, con el paso del tiempo hubieran pisado el mismo suelo, Tartessos, Visigodos, Árabes… También me pareció increíble, que el teatro romano que nos enseñó, fuera totalmente original y que pudieras sentarte en las mismas gradas que un romano de la época.

Luego llegó la cena. Guiso y naranja, a oscuras, muy bien acompañados por nuestros amigos, los mosquitos. Después de cenar, extendimos nuestros sacos y esterillas en un suelo rocoso  resguardados por los muros del Castillo de Medellín. Metidos todos en el saco, mirando al cielo, observábamos el precioso manto de estrellas que nos envolvía. Me sentí realmente pequeña.

Me acurruqué en el saco, acogida y refugiada del viento, entre mis dos amigas, y al fin cerré los ojos. Estaba orgullosa de haber superado el primer día de ERS.

Lucía Arroyo y Leyre I. Avilés
Día 2
Doce de la noche, y aunque no lo pareciese, comenzaba un nuevo día. Algunos sí fueron conscientes, porque, en efecto, sí era un día especial: dos chicas celebraban su cumpleaños.
Recorriendo de nuevo las calles de Medellín, la mayoría de los rumberos se aposentaron en el castillo, preparados para pasar la noche parapetados tras las murallas. El grupo 1, tras haber ayudado a recoger después de la cena, llegó exhausto a la explanada donde habían planeado descansar y se asentaron, sin darse cuenta de que se habían infiltrado en las líneas masculinas. Y si lo hicieron, de lo cansados que estaban, ya no se quisieron trasladar. Pero los monitores, tenían otros planes, y al final si que hubo movimiento.

En realidad, todo hay que decirlo, el plan inicial era buscar el sitio privilegiado, con menos piedras, y donde no diese demasiado el sol cuando amaneciera.  Pero estos objetivos no llegaron a cumplirse nunca.

Esa noche, cuando los rumberos se metieron en sus sacos, la mayoría, por no decir todos, vieron las estrellas. Pero finalmente, no hacía falta mirar al cielo, simplemente contar las piedras que se te podían clavar. Era imposible buscar una buena postura para pasar la noche.

Total, que en estas se encontraban los expedicionarios, cuando alguien (Pablo seguramente, con cariño, pero fijo que fue él), pidió que se levantasen de nuevo. Nadie sabía qué pasaba. ¿Las chicas que cumplían años iban a dar un discurso de agradecimiento por aquellas dos horas felices todos juntos? Pero el plan era otro muy distinto: documental de la vida y hazañas de Hernán Cortés (¡bien!). Telmo dio un breve discurso a modo de presentación y, tras varias incidencias, por fin pusieron los vídeos ‘sin problemas’.

El frío comenzaba a hacer acto de presencia cuando los rumberos volvieron a sus sacos. En este caso por más tiempo. Y así con el cielo estrellado y un viento del carajo, pudieron descansar por unas horas. Porque ya daba igual buscar una zona privilegiada para que el sol no molestase.

Después del deporte, baño en el río, con la aparición de unos seres un tanto repulsivos, pero bueno, así se fomenta la valentía. Las famosas sanguijuelas de Medellín.

Partimos con destino a Algeciras. Tomamos un ferry hasta Ceuta entre escenas de Titanic y delfines y por fin nos pusimos en suelo africano.

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