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2. Crónicas de los expedicionarios.

SEGUIMOS NÓMADAS.

Después de los 30 km de marcha de ayer, era de esperar que hoy fuese un día más tranquilo, sobre todo, teniendo en cuenta que ya tocaba cambiar el sitio del asentamiento, y eso implica unas cuantas horas de autobús.

Dejamos Tatiouine y el impresionante paisaje de esa zona del Atlas, que hace apenas mirábamos con extrañeza, pero al que ya empezábamos a acostumbrarnos. Sin duda, es un lugar mágico, y siempre nos quedará el recuerdo de su gente y de las experiencias vividas. Entre otras cosas, ahora sabemos lo que es estar cubiertos de polvo de arriba a abajo.

Antes de partir, los más valientes nos bañamos en el casi congelado río del pueblo. Después, sin tiempo para más, un convoy (entre autobuses y logística), empezaba a recorrer las carreteras viendo los paisajes sucederse entre diferentes tonos de piedra caliza con más o menos vegetación y algún pueblo de casas de adobe.

Sin saber en cual de esos paisajes nos detendríamos, los expedicionarios amenizábamos el viaje cantando, hablando, y muchos, durmiendo (que falta nos hace).

Por el camino, hacemos una parada en el monasterio de Nuestra Señora del Atlas. El monje español de allí nos cuenta que el islam convive perfectamente con el resto de religiones, y que él mismo se junta con musulmanes para romper los ayunos. Yo creo que hay una tremenda falta de información que nos crea monstruos donde lo que hay son personas. Al fin y al cabo, cristianismo, judaísmo, e islam son tres ritos a un mismo Dios, pero enfrentados por intereses en la historia.

Y ahora que por fin hemos llegado a esta zona entre lagos (que cuenta la leyenda que los dioses construyeron con sus lágrimas a causa del suicidio de dos amantes frustrados), aprovecho el rato antes de cenar para escribir estas líneas bajo la noche estrellada de Marruecos.

Sea como sea, nosotros seguimos siempre rumbo al sur.

Patricia Gutiérrez-Crespo Ruiz

 

El día empieza temprano, llenos de polvo y barro el campamento entero se levanta para hacer los ejercicios físicos de cada mañana, antes de la salida del alba: “Buenos días chicos, deportivas, bañadores y toalla” resuena en el valle. Algunos intrépidos corren hacia sus polvorosos atuendos, mientras la mayoría gatea fuera del saco. Los mas afectados son los que sufren de “imaginaria” que se arrastran por las jaimas en un intento por estar listos a tiempo. Carreras y ejercicios físicos que son rutina, se ven acompañados por la salida del sol cerrando el alto de apertura de ERS. Un desayuno cargado de amor sienta como agua bendita, mejorando el sabor (como el buen vino) a medida que el apetito crece con el paso de los días. Acto seguido, se levanta el campamento y el alboroto, siempre presente, se convierte en amo y señor de este rincón perdido del atlas. Con mochila en mano se disponen a caminar parte crucial de la vida nómada con la que conviven y de la que están formando parte.

Pasando por el pueblo de Tatiouine, la felicidad y el cansancio siempre presentes se hacen más aparentes. Los aventureros cantan canciones durante la ruta para evadirse de las ampollas y el calor. “Dos amigos que se quieren, lalala, no se pueden olvidar, uau”, los recuerdos de seres queridos están en el corazón a pesar de la distancia.

Después de la llegada a los autobuses se dirigen a ”Notre Dame de Atlas”. En el monasterio, un monje cisterciense, hace de guía enseñando el bonito templo de Midelt. El mutuo, y sobre la posible y deseada convivencia entre las dos culturas, no sólo en Midelt sino en todo el mundo. Es conmovedor ver a distintos cleros convivir en tanta paz y armonía. La comida es recibida con gran felicidad. Después del almuerzo, los expedicionarios se vuelven a encontrar con la velocidad de cada día: el movimiento. Carreteras en  zigzag guían en los autos por las montañas hacia otra aventura. Mientras, los chicos y monitores aprovechan para dormir y pensar. La felicidad se va poco a poco adueñando de todo.

Miguel Gálatas.

 

Nómadas del Sur

Aquí nadie es más ni menos que nadie. Somos una tribu de nómadas de camiseta verde y roña bajo las uñas, todos con el pelo enlacado por la arena y la piel curtida por la arena y el sudor. Actuamos como un –uno- pluricelular y sin embargo, cado uno con sus ambiciones, sus ideas, las historias detrás de tener el valor de coger este ferry y mezclarnos con otras culturas. El matrimonio entre la tribu bereber y la tribu de tela verde, sin estar ninguno en situación de superioridad, jugar al “pilla pilla” con un niño, aprender a decir “viento” en su idioma, bailar sus danzas, y cansarse más que en una discoteca.

El ser humano es una raza muy bonita. Estas personas han sacado pan y té en nuestra visita por Tatiouine teniendo ellos poco más para comer. Nos han adoptado durante tres días y nos han abrigado con su cultura y abrazado con su hospitalidad. A veces se nos olvida que en efecto, existe un mundo ajeno a las pantallas, el ruido, el humo, el estrés, las programaciones, los horarios y la dependencia social. Hemos desarrollado una sociedad que valora más un “like” que una sonrisa y una mano en el hombro.

Aquí el valor de las cosas toma un precio natural, salvaje.

Aquí agradecemos ese sorbo de agua caliente y con lejía al final de los escalones, valoramos cada mordisco de las barritas energéticas.

Creo que nunca había valorado tanto poder cubrir las necesidades básicas. Dormir adivinando las constelaciones y despertar al mismo ritmo que el amanecer. Pies y brújulas camino al sur, a tierras desconocidas. Telas verdes, nómadas del sur como bereberes.

María González Montero.

 

¡Hola! 

Ya llevamos la mitad de la expedición y solo tengo que decir que no me arrepiento en absoluto de haber decidido participar. Ha habido días duros: la marcha de hace dos días por el Atlas, el día de ayer en general, etc. El cansancio se empieza a notar en todos, pero a pesar de todos ellos, ha habido momentos maravillosos.

Al menos para mí, cada marcha ha sido una oportunidad de superarme a mí misma, está siendo duro pero esa sensación de haberlo conseguido es maravillosa. Queda poco más de una semana y el desierto nos espera. Solo espero disfrutar al máximo esta experiencia…

Maria Gutierrez Galvez

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