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3º Día. Crónica Oficial

Durmiendo junto a la fauna salvaje

Cebras en Mburo.

«¡A la izquierda, mirad, cebras!». El grito despertó a muchos de los expedicionarios, que raudos se abalanzaron sobre las ventanillas del autobús. A apenas cien metros, un grupo de diez cebras comenzaban a correr ladera arriba, entre arbustos, drogos parecidos a los que pueblan las Islas Canarias y esas acacias cuya silueta punteada tanto representa al continente africano. Tras las cebras llegaron los antílopes cop, símbolo de Uganda, impalas de agua, muy difíciles de ver habitualmente, los facocheros, esa especie de jabalí con mucho morro que se hizo famoso por el personaje de Pumba en ‘El Rey León’, y vacas africanas, con más cuernos que los cabestros de los encierros de San Fermín y viva España.

Bienvenidos al Parque Nacional de Mburo, uno de los más salvajes, más bellos y menos visitados de todo África. Visitantes, de hecho, no vimos ninguno durante la ruta andando por la pista camino hacia el lago Kachira, donde varios pescadores traían a un muelle natural, en una suerte de golfo, en barcazas alargadas, la pesca del día. Por aquí y allá había papiros, esa extraña planta que en plenitud parece la cola de un pavo real. En esta zona es habitual ver hipopótamos, uno de los más peligrosos animales de África. De hecho, el equipo audiovisual de España Rumbo al Sur, dirigido por Mar Aldaz de la Quadra-Salcedo, encaró el lateral menos transitado del lago en su busca. Y los halló. Y menudo susto se llevaron. A menos de 20 metros les vieron revolverse entre la maleza y, ya saben, pies para que os quiero. No en vano, si se cabrean, pueden correr a más de 50 kilómetros por hora, aunque a José Luis Cuesta, el fotógrafo oficial de la expedición, le dio tiempo para sacar un par de instantáneas. Se la jugó. No será la única oportunidad que tenga la expedición de ver a este extraordinario animal. «Son muy, muy peligrosos», advertían los lugareños.

«Pasear por este parque nacional es algo único», señala el director de la expedición, Telmo Aldaz de la Quadra-Salcedo, mientras los adolescentes afrontaban una ruta de diez kilómetros por el parque, en silencio, solo escuchando el ruido de la fauna, donde cada chasquido asustaba un poquito y disfrutando del cielo de la mitad sur del mundo, totalmente diferente al que estamos acostumbrados, con la Cruz del Sur, con forma de cometa, sirviendo de guía, de referente, como la usaban los pioneros conquistadores españoles.

Tras montar el campamento en medio del parque, con las estrellas como techo natural, con un poco de relente, eso sí, los expedicionarios cenaron y asistieron a la motivadora conferencia de los expertos de BBVA Blue, Diego Martínez Montero e Ignacio Fernández Dozagarat. Los chavales aguantaron entusiastas, pese a que el día para muchos empezó muy, muy pronto, eso por no decir que vinieron de empalmada.   

Y es que después de más de 18 horas de vuelos desde Madrid, largas esperas y algún que otro retraso, el resto de la expedición, con unos 50 adolescentes, había llegado a Entebbe cuando eran las seis de la mañana, cuando todavía ni siquiera clareaba, era noche cerrada y algún chaval en el autobús ya barruntaba lo que podría ocurrir: «Ya verás como Pablo Martos (jefe de campamento) nos pone ahora a correr». Dicho y hecho. Si un expedicionario piensa ‘mal’ de Martos lo normal es que no se equivoque.

«Ha sido una paliza de viaje; me sorprendió al llegar que el aeropuerto fuera más moderno de lo que esperaba», aseguraba Marcos, de 16 años y que aspira a estudiar Fisioterapia. Tras la gimnasia matutina y el desayuno, la expedición ya al completo cargaba los camiones y los autobuses para mover nuestra ‘casa’ hacia el sur. Los jóvenes se repartían las tareas. Unos ayudaban a cargar los camiones, otros a elaborar los sandwiches que nos comeríamos en el trayecto y el resto a fregar los perolos usados para preparar el desayuno.

Tras cruzar la zona noble de Entebbé, donde viviendas de dos plantas trufaban las colinas, los autobuses enfilaron hacia el sureste del país. Tan al sureste íbamos que dejamos atrás el mágico ecuador, donde la expedición se hizo varias fotos para el recuerdo y bromeaba con que de un salto estaban en el norte o el sur del planeta.  Luego llegaron los mangos, las palmeras, los maizales… y la fauna silvestre.

A las 2.49 horas, cuando todo el campamento ya dormía, sólo había cinco personas despiertas, Mar, la antes citada, Miguel Fernández-Ordóñez Agra, director del programa académico de ERS, Daniel Saniz, cámara y editor, dos expedicionarios que daban vueltas al campamento que hacían guardia (los chavales se relevaban cada 1.30 horas por la noche),  Mónica Burgos Cuevas y Jose Manuel Calvo García, y un servidor, Serafín de Pigafetta.

SERAFÍN DE PIGAFETTA

Cronista oficial de España Rumbo al Sur

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