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5 Día. Crónica oficial. DE ARCABUCES, JINETES Y ‘EL PRÍNCIPE’

DÍA 5. DE ARCABUCES, JINETES Y ‘EL PRÍNCIPE’

Atronaban los arcabuces disparados al aire y los caballos de los jinetes arrancaban al galope en un descampado rodeado de enormes jaimas de campamentos alauitas. Muy cerca de Fez, se estaba celebrando una feria tradicional marroquí, en la víspera del aniversario de la entronación de Mohammed VI como rey del país alauí, y la expedición de España Rumbo al Sur tuvo el privilegio de presenciar las carreras equinas que imitaban antiguas batallas, oler el cilantro de los puestos tradicionales donde se vende de todo, observar las terneras enteras colgadas en los puestos de comida, e incluso cenar esa carne con especias en una de esas jaimas con los jinetes y sus familias, además de probar su primer te. 

«Estaba buenísima, la verdad, con el pan». «Tenemos ganas de seguir probando cosas muy distintas», recordaban Lucía, de Burgos, y Regina, de Madrid, después de que todos los jóvenes probaran ternera especiada hecha a la parrilla y tal como la comen los oriundos de aquí. Los expedicionarios se entusiasmaron en su primer contacto directo con el pueblo marroquí. «A mí ya me han ofrecido casarme con una chica de aquí», decía con cara de sorpresa uno de los aventureros durante su periplo por los puestos, donde también vieron a un grupo de marroquíes de edad avanzada realizando cánticos religiosos, mientras ellos guardaban un respetuoso silencio. 

En torno al espectáculo de los caballos se montó un debate entre los expedicionarios sobre la presencia de la bandera marroquí en numerosos postes. «Es que excepto en nuestro país en todos los sitios enseñan con orgullo su bandera», se quejaba uno de ellos mientras los demás asentían y añadían comentarios. «Es que en nuestro país no puedes llevar ni una pulsera con la bandera de España», terciaba otro. Se le hizo de noche ya a la expedición en la fiesta tradicional, uno de esos imprevistos maravillosos que obligan a cambiar el itinerario. En vez de dirigirse hacia Midelt para hacer la primera de las tres noches allí, la caravana se dirigió hacia el bosque salvaje de cedros de Azrou. 

En uno de los claros, se asentó el campamento, de madrugada, lo que poco importó a los aventureros, que traían un cansancio importante tras un largo viaje de entrada a Marruecos. Sacaron sólo de los autobuses los sacos y las esterillas, ya que este bosque es conocido por albergar una población de monos que son bastante descuideros, y a la mínima trincan todo lo que pueden. Se trata de la población de monos más septentrional de toda África. De techo, tras el silueteo de las copas de los árboles, un tupido campo de estrellas que haría las delicias de cualquier astrónomo. Sin duda, la noche más especial para los chicos hasta ahora. 

Lejos quedaba el arranque del día, prontío, como siempre, a las siete de la mañana, con más ejercicios y carreras que nunca, en el cuartel de Ceuta García Aldave. Pensó el jefe del campamento que un día entero de autobús requería de un esfuerzo matinal extra, lo que no andaba equivocado, pero agudizaba su fama de tipo duro. Ya en el ferry hacia el norte de África, en una de esas confesiones en broma, una expedicionaria le había dicho a otra: «Si queremos sobrevivir tenemos que deshacernos de Martos», en un tono como que sí, nos das caña, pero te empezamos a tener cariño.  

Su segunda actividad del día fue subir a un cerro cercano al cuartel donde se asombraron del Estrecho y de la proximidad de los dos contintentes, poco más de 14 kilómetros. La noche anterior había terminado con una conferencia de Roberto Calderón, teniente coronel del Ejército, sobre La Legión. Él y su mujer, Ana, sargento de la Guardia Civil, a los que hoy despidió la expedición, han sido una presencia muy valorada en la aventura. 

Y como la televisión con las juventudes hace maravillas, sin duda otro de los ‘must’ de la jornada fue observar, ya en terreno marroquí, el barrio de ‘El Príncipe’, donde fue grabada la existosa serie de televisión. En el mismo tiro de cámara, los aventureros pudieron observar cómo se desplegaba por valles y montañas la valla de Ceuta que divide ambos países y que muchos marroquíes tratan de saltar a diario. Todo eso fue tras más de cinco horas para cruzar la frontera. Lo dicho, un día largo.        

SERAFÍN DE PIGAFETTA

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