Erangi
Si tuviera que emplear una palabra para definir Uganda sería color. Todo aquí lleva colores vivos, llamativos, impactantes. Colores que consiguen introducir la esencia de esta cultura a través de la vista y llevarla directamente al corazón.
El rojo de las carreteras nos acompaña siempre allí donde vamos. Es polvo arcilloso que se ha convertido en una segunda piel que todo lo cubre: cara, cuerpo, mochilas, autobuses… Y armoniza perfectamente con el verde de alrededor; millones de tonos distintos que se resumen en uno solo: verde vida. Y es que aquí, en Uganda, donde la vida se respira en el ambiente.
No hablo solo de la naturaleza, sino que incluyo también a la gente. Las personas que aquí viven son la esencia del país, al que llenan de color. Sus ropas, que en España consideraríamos estrafalarias, dan alegría y completan la amplia gama visual tan única de este universo recién descubierto por los expedicionarios: amarillo, naranja, rosa, azul… se mezclan y combinan de formas nunca vistas por estos ojos tan ingenuos.
No obstante, lo maravilloso de este mundo es que los colores también se transmiten por el aire, a través de los sonidos. La naturaleza aquí es libre y, como tal, se comporta, proporcionando una sinfonía de viento, percusión y otras melodías que siempre nos acompaña. Pero por encima de ellos está la música propia de estas gentes: los ritmos, las melodías, las voces, los bailes… son extravagantes, extraños, instintivos, recuerdan a los comportamientos de los animales y plantas que les rodean.
Y, sin embargo, todo tiene una cohesión especial, como si estuvieran hechos para unirse. Mágicamente, la música penetra en ti, los pelos se ponen de punta y no puedes hacer otra cosa que mirar con la boca abierta a las mujeres moverse de esa forma tan extraña y especial. La música transmite colores, calidez, emoción, vida.
Este mundo es tan distinto al nuestro que nos cuesta entender lo que ocurre. Mires donde mires descubres un nuevo color que no habías visto antes. Tengo muchísima suerte de estar aquí, viendo todo esto. Los paisajes, la gente, los animales… forman un todo único que solo puede definirse con una palabra: erangi, que en el idioma local significa color.
Nuria Casalé
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Crecer como persona
Tras cinco largos días en Uganda me empiezo a acostumbrar al ritmo de vida en España Rumbo al Sur y comienzo a comprender el sentido y el porqué de esta experiencia. La cita de Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” refleja perfectamente lo que siento cada mañana a las 6 cuando Pablo Martos nos despierta y nos pone a correr.
Cada día aquí es diferente y dependiendo de cómo lo afrontamos podemos aprender y percibir diferentes sensaciones que nos enriquecen y nos motivan a seguir todos los días con una sonrisa en la cara y a dejar de lado las quejas y las agujetas.
Hoy, nuestro tercer día en Butare, ha sido, sin duda, el mejor día de lo que llevamos de viaje. Hemos ido a una misa donde las canciones, los bailes y la ilusión de la gente priman sobre todo lo demás.
Me sigue pareciendo increíble la facilidad que tienen los ugandeses para ponerse a bailar y lo poco que necesitan para ser felices. Como viene siendo habitual desde nuestra llegada a este colegio, nos han tratado de una manera excepcional deleitándonos con numerosos bailes y compartiendo su cultura con nosotros.
Además, a lo largo del día de hoy hemos estado mucho tiempo con los niños jugando un emocionante partido de fútbol, teniendo largas conversaciones con ellos y disfrutando al bailar tanto canciones ugandesas como españolas. Estas actividades no sólo nos han servido para acercarnos más a la cultura ugandesa, sino para unirnos más como grupo.
Definitivamente, este viaje no sólo me está enseñando a ser un buen expedicionario, sino a crecer como persona y valorar todo lo que tengo.
Íñigo Méndez de Vigo
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¿Qué me estás haciendo Uganda?
Primero me haces madrugar, correr y hacer ejercicio hasta no poder más. Sin embargo, me recompensas con una Eucaristía donde solo encuentro la paz y el amor de Dios en cada momento que perciba.
Después, un torneo de fútbol, ¡si a mí no me gusta el deporte! Pero, cómo no, me vuelves a recompensar con un gran corro de niños que me regalan las mejores sonrisas y mucho mucho amor.
Me haces fregar y yo solo quiero dormir la siesta; y cuando voy a ello me vuelves a cambiar los planes y me llevas a un festival lleno de colores, bailes y, sobre todo, de risas, de esas contagiosas, y para rematar la jugada, me envías a una monja que me dice sin dudarlo: “They are so happy with you (son muy felices contigo)”.
Para acabar el día toca charlas, en las cuales, de vez en cuando, mi cuerpo me pide cerrar los ojos. Y cuando éstas acaban y termino de cenar, otra buena noticia llega a mis oídos: después de cinco días aquí vemos los vídeos que se están realizando durante estos días, plasmando la aventura que estamos viviendo de la mejor manera.
¿Qué me estás haciendo Uganda? Yo me atrevería a decir que no único que me estás haciendo es feliz.
Clara Molina
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Conocerse a uno mismo en Uganda
A miles de kilómetros de casa es cuando uno se da cuenta de que realmente el mundo en el que vivimos nos es tan bueno como pensábamos, y también es el lugar donde conoces cosas de ti mimo que ni conocías, y eso es lo que me está pasando en este país.
Llevamos cinco días aquí, ahora estamos de visita en un colegio y realmente me he dado cuenta de que estas personas son impresionantes; nos invitaron a hacer todo con ellos, a conocer su cultura, su forma de vida…
Dormimos muy poco y nos levantamos, muy temprano. A cualquiera le gustaría seguir durmiendo y descansando, pero algo tira de nosotros para levantarnos y comenzar a hacer deporte que, más allá de correr, busca activar el cuerpo y apreciar las maravillosas vistas de Uganda por las mañana.
Desde las 8 am los ugandeses nos animaban a acompañarles a misa. Yo, que nunca había ido a misa, la disfruté y me asombró lo distinto que se celebra comparado con España.
Tras esto pudimos disfrutar de un partido de fútbol muy entretenido que acabó tirando del lado de los españoles en la tanda de penaltis. Eran las 12 am, el sol apretaba como nunca, pero no importaba porque todos los niños que se acercaban a hablarnos. A pesar de no controlar el idioma demasiado, hay algo que animaba a hablar con ellos y no sé cómo terminé manteniendo una conversación con los niños.
Tanto grandes como pequeños tienen una increíble ilusión por aprender, por ir al colegio, por conocer cosas nuevas… Y todo, a pesar de que muchos de los niños viven internados, alejados de sus familias, por la gran distancia que separa su casa del colegio y no pueden permitirse hacer todos los días.
Por la tarde nos sorprendieron con un festival lleno de color, alegrías, emoción y risas, donde nos representaron una serie de bailes. Para acabar, nos mostraron su gran corazón cuando comenzaron a darnos regalos y a pedirnos fotos. Tras este emotivo momento, pudimos disfrutar cantando y bailando canciones hasta quedarnos sin voz.
Carmen Morales