Uganda en seis palabras
“¡Buenos días!” son las primeras palabras que escucho a primera hora de la mañana; una simple frase que marca el llegar de un nuevo día, otra oportunidad más para poder descubrir esta tierra exótica que me tiene maravillado.
“Amén”, una de las agrupaciones de letras más conocidas y habladas a nivel internacional. Capaz de unir a millones de personas en un único sentimiento. Una palabra que me transporta a esos domingos de misa con mi madre. Hasta que vuelvo al mundo real y me percato de que en realidad estoy en una misa africana, llena de color, pasión y música.
“Agandi”, que significa “bienvenido” en idioma ugandés. ¿Cuántas veces podré haber oído hoy tal palabra? Puede que una por cada mirada de todos los estudiantes que he podido conocer en el instituto que he visitado. Nunca había pensado que un gesto tan cotidiano como una sonrisa me pudiera transmitir tanto.
“¡Guau!”, onomatopeya que significa admiración y sorpresa. Ambas emociones que compartí con mis compañeros de expedición al ver la “Cascada del Machete”, que corona las montañas verdirrojas ugandesas. El caer del agua desde las alturas y los ciento veinte rostros de satisfacción de todos nosotros al saber que podríamos, al fin, lavarnos. Son las imágenes que se me han quedado grabadas en la cabeza. No me esperaba que fuese a divisar un paisaje como el que pude contemplar.
“Gracias”, la única forma de la que puedo abreviar todo lo que estoy sintiendo en tan poco tiempo.
Luis Sánchez Senís
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Sonrisas
Si pensamos en hacer feliz a alguien, se nos pueden ocurrir decenas de maneras de hacerlo: tener un detalle, hacer un regalo, organizar algo especial… Tendemos a pensar que el tamaño de la sorpresa será directamente proporcional a la sonrisa del homenajeado: Cuanto más grande sea el regalo, más ilusión le hará”· Pues bien, en África esto es completamente falso.
Esta mañana he tenido la oportunidad de visitar un hospital y un colegio. Me he encontrado con muchas mujeres y muchos niños y en todos he observado lo mismo. Aquí no necesitas sacar un paquete del bolsillo para hacer feliz a alguien. Con una sonrisa sincera y una mirada atenta se consigue alegrar a cualquier persona.
Es increíble la sensación que se queda al hacer sonreír a otra persona. Por la ventanilla del bus, veo todos los días a niños que corren hacia nosotros, sacudiendo las manos y enseñándonos sus preciosas sonrisas. Con muy poco, hacemos mucho. Y, sobre todo, aprendemos mucho. Me alegra saber que todavía nos queda una semana para descubrir este magnífico país.
Amaya Vizmanos