Interminables llanuras de palmeras cocoteras. A la derecha se pierde la vista entre el enjambre de flexibles y esbeltos troncos. Caballos y vacas dispersos pastan con la calma que se hace todo en estas latitudes. Al fondo la vegetación de eleva tomando cota en una pequeña meseta. A la izquierda, las olas rompen unos cuarenta metros antes de morir en una orilla blanca salpicada de palmeras que, esta vez, se inclinan hacia el mar en una reverencia continua y bien merecida por lo espectacular del paisaje.
Entre cabezadas más o menos largas, es esto lo que ve la expedición en gran parte del recorrido entre La Isabela y Samaná.
Tranquilo amanecer en el privilegiado enclave de la primera ciudad española en América. La rutina de las primeras horas se desarrolla de forma automática. Castañeteo de tazas y potos en el desayuno. No puede quedar nada. Autobuses preparados y mochilas cargadas. Batida de limpieza comunitaria para que todo quede mejor que cuando llegamos.
En jornadas como esta, en las que la vida transcurre en la carretera, el descanso necesario llega con mayor o menor comodidad. Las horas de sueño se incrementan. Los momentos de charlas entre expedicionarios, que ya se consideran amigos, dan paso a animados debates de todo tipo y temática. Una vez más, nos sorprende el nivel dialéctico de muchos y el interés por aprender y aportar de todos.
Cada año, España Rumbo al Sur transmite una serie de valores que consideramos imprescindibles para conseguir una mejor sociedad. Trabajo en equipo. Solidaridad. Cultura del esfuerzo. Espíritu de superación. Estos son algunos de los muchos valores que se intercambian de forma osmótica entre expedicionarios y equipo de organización.
Todos aprendemos de todos. El programa académico cuenta con expertos profesionales y docentes de primer nivel en sus materias. Los jóvenes expedicionarios nos enseñan con su actitud y sus múltiples aptitudes.
Samaná nos acoge como esa ciudad antigua con toques de modernidad que se reflejan en hoteles y restauración de reciente construcción, que acogen cada vez a más turistas en esta bella bahía de playas paradisíacas y acantilados propios de otras latitudes.
La expedición concluye sus casi doce horas de desplazamiento con la llegada a la playa del Valle. Bahía en forma de herradura que casi encierra un mar propio en su interior. Palmeras, mangles, guayacanes, la flora es espectacular. Apenas por unos minutos hemos sido testigos del más espectacular de los atardeceres de esta edición. El sol se oculta tras un promontorio cargado de vegetación, con un hilo de palmeras que cortan su artista contra el cielo que se oscurece.
El espacio elegido para montar nuestro campamento nómada es la playa de levante. Un farallón de roca sirve de separación respecto a la entrada a esta enorme cala. Una vez se establece el lugar de la pernocta, toca baño rápido antes de que se termine de ir la luz, recogida de leña, ayuda en la elaboración de la cena, encender una enorme hoguera, rodearla y dejarse atrapar por el sentimiento atávico implícito en toda fogata.
El momento es mágico. El lugar es un paraíso. La temperatura templada. Olor a mar, leña quemada y vegetación húmeda. Algunos en el agua ya de noche, comprueban el efecto lumínico del plancton al agitarla. El cielo se abre casi en su totalidad y ubicamos las principales estrellas y constelaciones en lugares nuevos respecto a lo acostumbrado. Un coro de insectos y anfibios ponen banda sonora a la intensa oscuridad. La fogata ejerce su efecto sobre el grupo. Todos en círculo, atrapados por la perfección del momento, esbozamos una sonrisa mientras escuchamos fascinados la canción que un grupo de talentosos expedicionarios ha creado para esta edición.
Para rematar la jornada, vivimos otro de esos pequeños lujos que sólo se pueden tener en esta expedición. Nuestro profesor senegalés Malamine Gaye deleita a todos con su charla sobre literatura española.
Día inolvidable en España Rumbo al Sur, para jóvenes y adultos.
Y eso que hoy no iba a pasar nada. Solo kilómetros.
Carlos Toro Moreno
Cronista oficial ERS 2021