Hoy nos levantamos en el colegio de las monjas Franciscanas de Salémata. Vienen unas 145 chocas para 6 aulas y les cuesta unos 8€ mensuales la educación. A pesar de eso, algunas familias no pueden permitírselo.
Después cargamos los buses y, tras un pequeño retraso, salimos rumbo al norte. Paramos en una zona muy verde, donde en la cima de una colina había una pequeña aldea. Nada más empezar a caminar, unos niños locales se unieron a nuestra marcha. Yo hablé con Musa, un chico de 13 años que tiene 7 hermanos y quiere ser militar. Cuando al final de la cuesta arriba me costaba avanzar, Musa me dio de la mano y tiró de mí hasta que llegamos a la cima.
Desde arriba se veía una combinación de verdes preciosa. Las casas de piedra con el techo de palos de madera eran acogedoras. Vimos el Baobab más grande de Senegal, con 23 metros de diámetro, y luego bajamos para continuar el trayecto a Tambacounda.
En la bajada , un grupo de chicas seguimos a Musa. Mientras él saltaba de piedra en piedra con chanclas, nosotras nos resbalábamos con el barro. Cada vez se unían más niños y niñas senegaleses que se despedían animádamente cuando nos subíamos a los buses.
Llegamos a Tambacounda cansados, hambrientos y algunos un poco enfermos. Sobre las 02:30 nos fuimos metiendo en el saco, sabiendo que dormiríamos unas 4 horas. A pesar del cansancio del día, ha merecido la pena el esfuerzo. Tanto por las vistas como por aprender la cultura local y ver la felicidad de los niños.
Prefiero quedarme con las cosas bonitas.
Clara Campos Alonso
Expedicionaria ERS 2023