Cronica día 12

“Madrid Rumbo al Sur” amanece en la Kasbah de Agdz, y se traslada, atravesando el Atlas por carretera, a Marrakesh.

FONT Y CÍA

Cada mañana, el equipo de cocina monta su chiringuito.  Pablo Font, , ayudado por  Jesús Pastor, Quique Arribas, bomberos de la Comunidad de Madrid y  Rafael Aumente, “ Lupi” profesor de música, por quien allí se encuentre, prepara uno de los mejores momentos del día. Como en un buffet libre, los expedicionarios desfilan por las mesas, en las que encuentran Cola Cao, café, té, pan, mermelada, aceite, tomate, fruta…

Con ser la comida que más agradece el grupo, los desayunos no son el milagro más espectacular de Font y Cía. Este equipo es capaz de hacernos bocadillos de huevos fritos y cebolla en medio del desierto, de cocinar garbanzos en pleno secarral, de apañar una fideuá al lado del palmeral. Todo ello exquisito. Y para 150.

Y, con suerte, da para repetir.

HIT PARADE

En mitad de la nada, en un arcén polvoriento, en el anochecer en la kasbah, en el erg de dunas… Ahí donde acampamos no falta la música. Siempre proviene de las puertas abiertas de una pick up o de una furgoneta. Anima por la noche, despierta por la mañana. El hit de este año es sin duda “Mi gran noche”, de Raphael. Incluso a los más reticentes no se nos despega ya la cancioncita de la cabeza. Los chicos se la saben de memoria y la cantan y bailan. También se escucha flamenco, música Dance, Bosé, y otros variados estilos y artistas. Pero, este año, Raphael manda.

AGDZ ACADÉMICA

La kasbah Caid Alí, que nos acoge, se convierte por la mañana en una universidad de aulas dispersas por las diferentes sombras que cobijan del sol abrasador.

Jaime Martinez de Ubago, monitor y arquitecto, desmitifica la arquitectura propia de las kasbahs. No proviene, dice, de alguna peculiaridad que ostenten en propiedad los nómadas que se sedentarizaron y empezaron a construirlas. De hecho, se han descubierto restos de construcciones similares en muchos otros lugares del mundo con las mismas condiciones climatológicas. Lugares sin conexión cultural alguna con esta zona de Marruecos. El calor, la necesidad de combatir el contraste de temperaturas, es igual en todas partes. Y el ingenio humano. Por distintos caminos, llega a parecidas soluciones.

La mujer es la tierra que recibe la semilla. Esa es la esencia de su papel en la cultura bereber. Semilla de una sola procedencia, por cierto, pues la infidelidad es para ellos una vergüenza familiar. Así lo explica nuestro veterano historiador, Joaquín Asenjo. Asenjo plantea una paradoja: La mujer domeñada por corsés sociales, que le obligan, por otra parte, a ser la piedra fundamental de la transmisión del linaje, herencia, valores y cultura. Poder y servidumbre. Papel secundario y piedra angular. Contradicción simultánea. La mujer bereber, mujer con dos facetas. Y dos cargas.

A veces se usa el Voluntariado para limpiar la propia conciencia o para olvidar problemas internos. Vano intento, dice Lucía Lopez, monitora, profesora del taller de Cooperación. Usar el voluntariado como vía de escape es añadir peso a una mochila que, de por sí, no es liviana.

ROCK THE KASBAH

Lenguajes universales. Estamos conociendo varios: El fútbol, los gestos… o la música. Lupi, nuestro especialista en percusión africana, sigue con su cajón el ritmo que marca el tambor de un marroquí. Da la impresión de que se retan para ver si uno es capaz de seguir las variaciones del otro. Lupi, mirada perdida de relajación. El marroquí, cigarro en la comisura de unos labios que dibujan una media sonrisa. Yo creo que los dos disimulan, van de farol, y en realidad tienen dificultades para seguirse mutuamente. Pero disimulan. Al final, y poco a poco, se reúnen seis improvisando un in crescendo de percusiones que termina en un auténtico frenesí rítmico. Rock The Kasbah, dirían los Clash.

EL ESCENARIO ES LA OBRA

En ocasiones el trayecto es más apetecible que el destino. O, por lo menos, no es mera transición. El desplazamiento del convoy desde Agdz hasta Marrakech atraviesa parte de la cordillera del Atlas, mediante una carretera de curvas en ocasiones parecida a las peligrosas carreteras andinas, bordeadas de precipicios. Las ciclópeas montañas, peladas y de piedra oscura y muchas veces desmenuzada en alargadas lascas, semeja un paisaje lunar. Ya en el interior de la cordillera, descubrimos también frondosas extensiones de coníferas que, no obstante, vuelven a desaparecer cuando el ondulante asfalto asciende hasta más allá de los 2.000 metros. Las hileras de montañas, algunas superando los 4.000 metros de altitud, se solapan una detrás de la otra, en diversas capas paulatinamente difuminadas por la atmósfera.

LÍNEAS INVISIBLES

Las líneas continuas y discontinuas de la carretera parecen tener un carácter meramente testimonial. Los automóviles locales, abigarrados y obsoletos, adelantan sin tenerlas en cuenta. Ni a las líneas, ni a los cambios de rasante, ni a las curvas, ni a la escasa visibilidad. Ni, por supuesto, a los abarrotados camiones locales que circulan en sentido contrario como tortugas. Alguno de ellos, nos fijamos, transporta vacas en las bacas. Cuestión de una sola letra.

 

MARRAKECH

Marrakech, hace décadas ciudad de moda entre la intelectualidad francesa y europea, se nos muestra, ya puesto el sol, como ciudad típicamente africana: Las tumultuosas calles por las que circulan nuestros autobuses son avisperos de ciclomotores, motocarros y bicicletas que pululan entre coches y camiones que cruzan sin orden sus trayectorias. Los olores de gasoil y comida se mezclan con el rumor de músicas, pitos y bocinas. El caos parece ser lo de siempre, el desorden lo habitual, lo inesperado es… lo esperado.

 

CENA EN MARRAKECH EN 18 PALABRAS

Olores. Humo. Pollos. Gentío. Serpientes. Vendedores. Bombillas. Gritos. Tenderetes. Regateo. Frutas. Basura. Monos. Manos. Compraventa. Pescado. Bullicio. Babel.

Plaza J’Ma Fna. Esta noche.

Una vez descargado el equipaje en el colegio que habrá de acoger a expedicionarios y resto del equipo, todos se trasladan hasta la céntrica y ajetreada Plaza J’Ma Fna para cenar en uno de los cientos de chiringuitos que ofrecen al regateo pinchos morunos, pescado, aceitunas, y toda clase de alimentos cuyos olores se mezclan con los de las basuras, las frutas  y el gasoil. Esta plaza supone para la expedición un reto de los sentidos, con su mezcla de humos, olores, colores, atracciones y la permanente pulsión comercial de los marroquíes, perennemente dispuestos a ofrecer yvender cualquier objeto o consumible.


Cronicas expedicionarios

Un treinta de agosto sin recibir ninguna llamada telefónica de felicitación, extraño y diferente. Mis compañeros me sorprendieron con unas galletas y una velita acompañadas de un “Cumpleaños Feliz”.
Puede que no haya recibido ningún regalo material pero si algo me ha enseñado este viaje es a apreciar las pequeñas cosas, y por lo tanto, uno de los mayores regalos que he recibido ha sido cuando Pablo Martos ha salido por unos minutos de su papel de sargento a las siete de la mañana para cantar junto a mis compañeros “Cumpleaños Feliz” antes de la clase de deporte.
Hemos tenido incluso huevos revueltos para desayunar. Hemos tenido un largo viaje de autobús que he disfrutado con mis compañeros, eso que han hecho este día tan especial.
El día no podría haber acabado mejor con la llegada a Marrakech, pero para hacerlo aún más extraordinario y anormal, los monitores nos han comunicado que íbamos a cenar en la plaza Jemâa el-Fna. Parecía un día de celebración, entre negociaciones, música y comida. Couscous, té, brochetas, zumo de naranja y dulces típicos para cenar al más puro estilo árabe.
Este ha sido probablemente el cumpleaños más exótico que he pasado hasta ahora y, a pesar de no haberlo celebrado con mi familia y amigos, me he sentido más acogida que nunca, tanto por los compañeros como por el equipo de Madrid Rumbo al Sur, por que si hay algo destacable en esta edición, es la autenticidad y cariño que viaja con nosotros.
Mando un gran beso desde Marrakech a mi familia y doy las gracias a aquellos que han llegado a felicitarme, os quiero.

Sara Ramos


Hoy es 29 de agosto y tal día como hoy nací. Es mi cumpleaños. He tenido un montón de cumpleaños. Este es el diecisiete pero sin dudarlo, este es el más especial por distintos motivos. La primera razón, es que estoy en otro país, en otro continente, viviendo una experiencia inolvidable. Quién me iba a decir a mi, que los cumpliría en Marruecos, en medio de un desierto y que me despertaría entre dunas a las siete de la mañana. Quien me iba a decir a mí que el día de mi cumple acabaría con un pedazo regalo de Diego y Enrique, con firmas de todo Madrid Rumbo al Sur deseándome muchas felicidades.
La segunda razón, es que es el segundo cumpleaños que celebro sin mi familia. Siendo sincero, les he echado de menos y me gustaría decirles que guarden bien los regalos y que aprovechen bien lo que les queda de verano.
Para terminar esta crónica, agradecer a toda la gente que se haya acordado de mi cumpleaños aunque este a miles de kilómetros. Creo que ha sido uno de los mejores días de mi vida y espero recordarlo para siempre.
Sólo puedo decir gracias, gracias y gracias.
Un fuerte abrazo a todos.

Alejandro Álvarez.


Una canción, una canción que refleja nuestros sentimientos, que transmita nuestras emociones, motivaciones y preocupaciones, que haga felices los malos momentos y que mejore los buenos, una canción que nos haga recordar que alguna vez fuimos y que seguimos siendo rumberos. Eso es lo que hemos intentado hacer.
Plasmando nuestros mejores momentos, empezamos a componerla al llegar a Ceuta y desde entonces la hemos ido cambiando, añadiendo y quitando, como un artista va creando una obra.
Cantándola en las marchas y autobuses hemos conseguido que se haya convertido en un himno de Madrid Rumbo al Sur. Aquí esta la canción que toma la melodía de “Voy a ser rey león”:

“Yo me voy para Marruecos
Nos vamos rumbo al sur
Los macutos a la espalda
Y con ampollas en los pies
Aquí no hay nada que temer
Telmo nos va a defender
Las raciones son la bomba
Tengo algo que comer
Ooh yo voy a ser rumbero
Ooh yo voy a ser rumbero
Pablo que me obliga
Que tengo que hacer
Pablo que me despierta
Cada amanecer
Cien personas voy a conocer
Me lo voy a pasar bien”

Enrique Arteaga y Carlos Luis Alarcón


¿Sabéis algo? Me siento como una esponja, una esponja que absorbe todos los colores terrosos de las casas, de los vivos ojos de los niños, los rojos de las puestas de sol y el azul oscuro de una noche de desierto.
Los olores inconfundibles de las ciudades, de las personas.
El tacto de la arena fría del desierto. Cada niño con solo mirarme me atrapa, me hace sentir parte de él.
El miedo en el cuerpo de llegar a Madrid, saber que nadie te va a saludar por la calle con una sonrisa de oreja a oreja. La necesidad de volver al sur, el sentirte parte de un mundo mejor. África me quedo contigo.

Carlota de Elvira.


Hoy ha sido un día muy especial. Una de las grandes personas que he conocido aquí, Sara Ramos, ha cumplido años. Nos hemos levantado como cada día a las 7 y hemos hecho un poco de deporte, pero al haber sido el cumpleaños de Sara, Pablo no nos ha metido tanta caña. Después hemos tenido el placer de bañarnos en una piscina de la kashba y así lavarnos. Más tarde desayunando le hemos cantado y felicitado todos y hoy en especial he notado la confianza que hay entre nosotros y lo unidos que estamos. Tras recoger los macutos nos han dividido en grupos y hemos tenido talleres de historia, cooperación, arquitectura y nos han enseñado una kashba por dentro. Antes de comer, hemos partido en un viaje de bus hasta Marrakech, que como siempre, ha sido un viaje muy entretenido y nos ha servido para conocernos aún más. Al llegar hemos dejado las cosas en los salesianos y nos hemos ido a cenar a la plaza de Marrakech, un buen couscous y brochetas de carne y verdura. Todos estábamos de muy buen humor y ha sido un gran día.

Clara Prittwitz


La gran catedral

Una mezquita es un lugar de oración. Cualquier lugar puede usarse como tal, basta con disponer un elemento (normalmente un muro o Kibla) en la dirección adecuada. Por supuesto es muy conveniente que el recinto esté cubierto para protegerse del Sol, la lluvia o el viento. No hace falta nada más.

Hoy ha vuelto a hacer viento. Ese viento que aparece por sorpresa y te ciega burlón en medio de una nube de polvo. Afortunadamente no es tan fuerte como en Tattiouine. Allí el viento aparecía violento e inesperado para recordarnos que toda labor diaria, desde cocinar a lavar la ropa, tenía que contar con su beneplácito. Viento mensajero de una naturaleza que tan pronto abrasaba con su calor como te estremecía bajo negras nubes armadas de furia, nubes que parecían disfrutar asustándonos.

También en las dunas, sol y viento se erigen como jueces del devenir de los humanos que se aventuran a cruzar esas cambiantes colinas. Un paraíso para los ojos donde ni siquiera armarse de los medios más modernos te hace inmune a los caprichos de la arena, donde vida y muerte pueden quedar a merced de una tirada de dados del destino. Pero si el día en la duna fue calor y un horizonte que parecía no alcanzarse jamás, por la noche había sido asombro y majestuosidad. Un escenario sublime en el que los granos de arena eran replicados sobre nuestras cabezas con estrellas, tantas que la única opción era dar un paso atrás y disfrutar contemplando el espectáculo, renunciando a poner nombre a tantas luces y figuras mitológicas. Como acallando la mente.
Pero si hay alguna imagen con suficiente poder como para representar a los dioses que gobiernan este lugar de ríos de piedras y llanuras de desolación y palmeras, sin duda hemos de pensar en las montañas del Atlas. Cruzar esta cordillera es verse continuamente rodeado por figuras de semblante ambiguo, solemnes y amenazadoras a partes iguales, como gigantes que disfrutasen contemplando el devenir de los frágiles humanos para los que no queda más opción que rezar en busca de protección.

En occidente, rezar es considerado un acto de introspección. De recogimiento. Una forma de meditación en la que a menudo es necesario apartarse del ruido exterior para escuchar el silencio de nuestras mentes. En esta dura tierra, sin embargo, basta con contemplar la naturaleza, las dunas en la noche o la fuerza del viento y del agua, para sentirse como dentro de una gigantesca catedral. Más que un acto de introspección, al meditar en esta tierra nos proyectamos hacia fuera de nosotros y encontramos el silencio de nuestras mentes en la comunión con el exterior, como si nuestra espiritualidad se reconciliara por un momento con el mundo de la materia y los sentidos. Como un regalo de los dioses hacia los desvalidos hombres a quienes ha correspondido habitar este lugar.

Hoy hace un buen día y descendemos por la Garganta de Jaffar. Me detengo para separarme un poco del grupo y descubro que nuestro guía ha hecho lo mismo. En silencio, a la sombra de los cortados, reza sus oraciones. No necesita más, tiene a su alrededor la mayor de las mezquitas.

Francisco Centenera

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