La expedición de “Madrid Rumbo al Sur realiza sus actividades en Marrakech, es recibida en la embajada española en Rabat, y llega a Kenitra, en la costa atlántica de Marruecos, donde pasa la noche.
EN EL PAÍS DE LOS GATOS
En cualquier núcleo de población, en mitad del desierto, en la Kasbah, en el colegio en que nos alojamos en Marrakech… En Marruecos los gatos prosperan. Acostumbrados a convivir con los humanos y con las migas que dejamos caer de nuestra mesa, se pasean entre nosotros. Altivos, dignos como corresponde a su especie, pero próximos. En los árboles, en las calles de tierra, en el interior de los edificios, adultos y cachorros merodean en busca de restos de nuestros desayunos o raciones militares. Gatos incautos… ¡Como si dejáramos resto alguno!
FÚTBOL
La Fundación Real Madrid tiene un convenio con asociaciones benéficas de la zona, y en el campo de futbito del colegio donde nos alojamos, se reparte material deportivo a unos de los chavales marroquíes beneficiados por esos programas. De inmediato, claro, se organiza un partido entre ellos y los expedicionarios. Creever, auxiliar del camión de material, se convierte en el eje sobre el que se apoya el juego de nuestro equipo. Juega como mediocentro defensivo en un equipo de juveniles de la demarcación madrileña, pero se desvela además como constructor de juego, pasador, goleador, y dueño de una técnica sorprendente. Sostiene a nuestra selección hasta que empiezan los carruseles de cambios y el partido se desmadra. En la grada, apoltronados, Jorge Cartagena y Carlos Mancebo, sus “jefes” en el camión de material, aseguran con suficiencia que es el duro entrenamiento al que le someten el secreto de su deslumbrante fútbol. Empiezan, incluso, a negociar al mejor postor su traspaso.
NAVEGACIÓN A CHORRO
Este año todavía no habíamos tenido ese placer, pero la ducha colectiva a manguerazos desde el camión de bomberos es uno de los momentos que se recuerdan. Después de la sudada del fútbol, nos colocamos en masa –y en traje de baño- frente al Unimog, desde cuyo techo Quique Arribas, bombero de la Comunidad de Madrid, va respondiendo a chorros a nuestras peticiones de agua a presión. Saltamos, cantamos y nos medio limpiamos. Es verdad que los que jugamos de portero no hemos sudado mucho, pero también nos metemos, botando, en el jaleo.
LAS VERDADES DEL BARQUERO
Abandonamos Marrakech y nos trasladamos en convoy hacia Rabat. Son variados los aprendizajes que a estas alturas han ido adquiriendo os expedicionarios, y también –Por qué no- los miembros del equipo. Sin embargo, hay algún concepto que, siendo básico y esencial para el desarrollo de la persona, no hemos conseguido hacer entrar en la cabeza de la mayoría. Un año más Pablo Martos, jefe de monitores, y yo, navarros y, como tales, conocedores de las verdaderas esencias del mus auténtico, no conseguimos hacer entender a nuestros compañeros madrileños de viaje que el mus NUNCA se juega a ocho reyes. Como todo el mundo sabe, ha de jugarse a cuatro.
En el autobús se genera auténtico y encendido debate, y Ana y Marina, auxiliares, Noelia, monitora, y un buen número de los chavales, demuestran su ignorancia intentando rebatir nuestros irrefutables argumentos. Algunos atrevidos nos retan a una partida, pero, caballerosos como somos, nos negamos a abusar de jugadores a los que, a la vista está, les falta mucho para poder considerarse siquiera unos aficionados.
RABAT Y EMBAJADA
Un peaje con ocho carriles. Un Mc Donalds. Un cartel con anuncio del nuevo mini Ipad. Es Rabat, la capital administrativa de este país. Muy lejos de lo que henos visto de Marruecos. En una de sus calles periféricas, la mayoría de las embajadas. Entre ellas la embajada de Estados Unidos. Marruecos fue el primer país en establecer relaciones diplomáticas con este país, recientemente independizado. Se ven edificios aparentes, es zona acomodada, pero marroquí en los detalles: Las hojas de palmera apiladas en un arcén, el césped descuidado por zonas… Una muestra de modernidad: El conductor de uno de los miles de ciclomotores circulantes lleva casco, algo inaudito en Marruecos.
En este entorno, enfrente de “Pharmacie yamira”, y al lado de un edificio con bandera de la ONU, la embajada de España.
Tras el pitido del arco de seguridad de la entrada, a nuestro paso, instalaciones españolas. Lo prueba la presencia de un policía nacional guardando la puerta. En el recibidor nos esperan unas bebidas ofrecidas por la embajada.
PERSPECTIVA
El Ministro Consejero de la Embajada, que ejerce de embajador hasta la llegada del recién nombrado, dirige unas palabras a los expedicionarios, sentados en el suelo del salón de actos. Nuestro anfitrión admite al grupo que conocemos ya mucho más que él de Marruecos. Él, en las dos semanas que lleva en el cargo, no ha podido ver más allá de Rabat. Los chavales son novatos en casi todo en la vida, pero este viaje ya les otorga una primera sensación de veteranía. Es poco, pero es muchísimo.
LOS MÚSICOS LOCOS
Ya en los autobuses, entre Rabat y Kenitra, nuestro destino, surge la música. Ignacio, uno de los chavales, recita un rap compuesto por él mismo, en el que se cuentan historias de la expedición. Dos compañeros le hacen la base rítmica con sonidos extraídos de sus bocas. Por alguno de los versos, reconozco que Ignacio está inspirado en su tocayo Nach, rapero de reconocido prestigio. A él no se le da mal. Sólo le queda retarse, desafiante, con MC’s estupefactos en el acto.
Después del rap, en la oscuridad del autobús no se ha hecho el silencio. Teresa entona, dejándonos atónitos, una estrofa de un musical. Su aguda y templada voz domina además, me cuenta, otros registros, y lo mismo te canta fragmentos de una ópera, como de un oratorio.
KENITRA
Kenitra, a poca distancia al norte de Rabat, sobre las costa del Atlántico, parece una ciudad residencial y acomodada. Las calles que atravesamos parecen menos transitadas y bulliciosas que las de otras localidades, sus cafés tienen apariencia más “occidental”, e incluso hay mujeres sentadas en sus terrazas. El colegio “Don Bosco”, de los salesianos, que nos acoge esta noche, dispone de un pabellón polideportivo en cuyo suelo extendemos esterillas y sacos de dormir. Dentro de lo relativo de nuestros lujos, un verdadero lujo.
FAMILIAS
13 días sin saber nada de las familias. El intenso programa de “Madrid Rumbo al Sur” no deja pensar mucho en la morriña a los expedicionarios, pero de vez en cuando llegan los recuerdos: Una palabra, un sabor, un comentario… activan los zarcillos mentales de la nostalgia. Yo, como otros días ocurrirá a otros, me acuerdo hoy de mi madre, que cumple años. Y, como tengo la oportunidad, la felicito. Un beso, mamá.
Crónicas expedicionarios
Más de cien rumberos
Andando con sus botas
Desiertos, dunas, rocas
Recorriendo Marruecos
“Inolvidables días” dijeron
Diecinueve son y no se equivocan
Recuerdos que se tejen
Uniendo experiencias
Mezclando con la gente
Bonitas diferencias
Orgullosos de esta mezcla
Al sur vinimos y nos vamos
Llenos de vivencias
Sabiendo que la aventura y gente
Únicas e increíbles serán
Recordadas para siempre
Paula San Segundo
Los repetitivos cantos de los pájaros se adelantan al “Buenos días” de Pablo, haciendo del despertar algo más agradable. El deporte de por la mañana aun siendo en el césped, ha sido explosivo. Por ello, Pablo ha dado la oportunidad a tres personas de limpiar el baño en vez de morir haciendo flexiones, abdominales y sentadillas. Recogemos todo y desayunamos (hoy se nos ha permitido el lujo de hacer la colada). He de añadir que el desayuno hace florecer la imaginación de muchos en la mezcla de los condimentos en el pan y la leche caliente. Un ejemplo sería la tostada de tomate con aceite y sal mojada en leche caliente con café, Cola-Cao y azúcar. Acabado el desayuno nos preparamos para un partido de fútbol con el equipo local de la escuela pública con la que participa la Fundación Real Madrid, en la cual hemos pasado la noche. Tras un partido intenso con cambios en ambos equipos permitiendo jugar a todo el que quisiera y sonoras animaciones por parte de los demás rumberos y las gradas, los jugadores y los espectadores saludamos con abrazos de cariño y confianza con los participantes de ese centro. Además, les proporcionamos numerosas bolsas con material deportivo como equipaciones, balones, etc.
Nos avisan de una ducha comunitaria. Salimos todos en bañador y vamos al camión de bomberos preparado con una manguera. Los chicos en un lado y las chicas en otro, nos disponemos debajo del chorro de agua como si fuéramos una manada de perros luchando por el trozo de carne. Nos cambiamos, y nos preparamos para un viaje en bus de seis horas con bocadillo de chocolate delicioso. Por fin legamos a la embajada en Rabat. Nos han tratado bastante bien. Con refrescos en mano hemos recibido una charla muy detallada sobre la cooperación española en Marruecos. A las 20:30 estamos en el bus destino Kenitra. Por fin hemos llegado al colegio Don Bosco de los Salesianos, donde dormiremos
Nacho Laorga Fernandez
SIN TIEMPO DE ESTAR CANSADO
Ya a día 13 de nuestra expedición con rumbo ahora al norte, y a pocos kilómetros de la capital marroquí escribo esta crónica con la que hago referencia a todos estos días que vamos dejando atrás.
Como anoto en el título el tiempo es el gran problema que nos agobia a unos y a otros pero, ¿sin tiempo para qué?
Para un expedicionario sin tiempo para escribir el diario, sin tiempo para mantener la higiene personal, sin tiempo casi para pensar en su realidad española, sin tiempo para descansar y dormir más de 4 horas al día, pero sobre todo sin tiempo para aprovechar y asimilar bien la experiencia.
La concentración de actividades y el frenético ritmo de la aventura nos impiden exprimir al máximo cada oportunidad que se nos brinda. Pocos son los que aún queriendo consiguen mantenerse despiertos en conferencias o trayectos de autobús y pocos los que cuando comienza la jornada con la llamada de Pablo a gimnasia no visten unas ojeras preocupantes.
Pero según mi punto de vista esto le dota de un especial encanto al viaje. Entre otras de las lecciones vitales que aquí se aprenden destaca la de aprovechar al máximo cada momento y vivir solo y exclusivamente el presente.
El hecho de que no conozcamos la ruta, itinerario o actividad que estaremos realizando dentro de unas horas nos invita a disfrutar con intensidad de lo que en ese instante nos toca vivir.
La capacidad de implicación, concentración y vencer a la pereza y el mal humor de Madrid Rumbo al Sur te ayuda a desarrollar y descubrir que es una oportunidad para forjar una personalidad fuerte que sabe aprovechar el tiempo y se siente satisfecho al comprobar lo valioso que es el superarse a uno mismo y conocer sus capacidades.
La alegría y sentimiento gratificante que experimento compensan de maravilla las horas de sueño atrasado y las ojeras.
En este sentido el mejor ejemplo que tenemos es el propio personal de la expedición y especialmente el equipo de comunicación y retrasmisión, o como ellos se autodenominan: el equipo vampiro que baten el record de horas despiertos y saben aprovechar al máximo cada minuto.
Pero aunque no lo quieran admitir, en Marruecos los días también duran 24 horas y ya quedan pocos para disfrutar de esta oportunidad única e irrepetible que después de asentarla y reflexionar sobre todo lo que nos está aportando, recordaremos y añoraremos con una sonrisa.
Gracias Madrid Rumbo al Sur por permitirnos vivir esta experiencia única y por acompañarnos en nuestro crecer y madurar.
Diego Núñez
A la espera del vuelo que me devuelva a España, sólo puedo sentirme como un desertor que ha abandonado a sus compañeros de expedición.
Los aeropuertos son fríos, pero en esta mañana de agosto, el de Marrakech es, además, cruel. Me recuerda en cada esquina, en cada columna, que he abandonado la expedición antes de tiempo, y el adjetivo de traidor cobra fuerza a medida que espero el embarque.
Intento recordar las razones por las que debo regresar a España antes de tiempo, pero ni el trabajo, ni la necesidad de pagar el alquiler, ni la de volver a mis obligaciones habituales las considero, en este momento, suficientes para abandonar a mi familia.
Un monitor sin sus expedicionarios es como un pastor sin su rebaño – permítase el símil a un extremeño melancólico -, un ser perdido que no es capaz de encontrar su sitio entre los turistas que se agolpan en las tiendas de Duty Free.
Por experiencia sé que este síndrome de Estocolmo desaparecerá al pisar Madrid, que el sonido de la blackberry y los emails acumulados pronto me devolverán a la vida que poco a poco nos engulle.
Por eso debo escribir esta última crónica ahora, antes de que el suelo de Madrid me devuelva a mi realidad.
Por eso tengo que decir que dejo una familia en Marruecos de 147 personas, para encontrarme con mi otra familia en España.
Por eso me fui sin despedirme de varias personas, porque la huida en ocasiones, es la única manera de enfrentarse a la realidad con cierta dignidad.
Me gustaría explicarle a los padres al final de la expedición, que sus hijos han superado unas situaciones que ni siquiera podrían imaginar hace apenas un mes, que han marchado bajo el sol abrasador del Atlas y del desierto del Sahara, y han compartido el último buche de agua con otro compañero a pesar de tener los labios destrozados por el sol; que ha dormido al sereno y a pierna suelta con pastores bereberes y comprendido su forma de vida; que han compartido su pan con niños y adolescentes marroquíes sin otra contraprestación que una sonrisa; y que han podido conocer otras formas de vida distintas de las suyas que, al fin y al cabo, es lo que persigue este viaje.
Quisiera poder decirles que al final de las agotadoras jornadas hemos revivido nuestra adolescencia en los ojos brillantes de sus hijos, a quienes si se les aparta de Tuenti, del Facebook y del Whatsapp por unos días vuelven a recuperar sus juegos infantiles, y se agolpan en torno a algo parecido al corro de la patata pero más sofisticado. Y confesarles que en esos momentos afloran en ellos los resquicios de la infancia que poco a poco se desdibuja en su rostro para dejar paso a la madurez (sí Mar, sé que es muy cursi, pero soy un poeta frustrado).
Pero ya llaman para el embarque y serán ustedes dentro de poco los que tendrán que comprobar si lo que les cuento tiene parte de verdad o son meras divagaciones de un monitor al que le ha dado demasiado el sol en la cabeza.
Muchas gracias por todo.
Fuerte abrazo,
Alfredo Liñán – Comonitor del Grupo 2.