Crónica oficial 07 agosto.

El foco en mujeres y niños

Etiopía está dentro de los diez países más pobres del mundo, pero sus habitantes mantienen un orgullo innato, por aquello de ser el único país africano que nunca fue colonizado y eso que los italianos lo intentaron hasta en dos ocasiones. No es un país enfocado al turismo, como Uganda o Kenia, que sobre ese sector ha sustentado parte de su crecimiento.

Según ONGs y organismos internacionales, el 81% de la población vive con menos de dos dólares al día. La climatología es tan adversa, con tres meses de lluvias intensas y el resto de sequía,  y la dependencia del país con la agricultura tan grande, que la creación de riqueza -al menos de subsistencia- es como una montaña rusa, llena de valles y picos. Quien puede monta una tienda, un colmado, o los que tienen más posibilidades, un restaurante.

Tras visitar diferentes proyectos de cooperación a lo largo de este viaje, nos vamos con la sensación de que hay dos pilares básicos para que el desarrollo sea mayor. El primero, el empoderamiento de la mujer, sobre cuyos hombros se sostiene la familia y que son eslabón más débil de la cadena. El segundo, los niños. No en vano, el 50% de la población tiene menos de 14 años. En ambos casos, la educación juega un papel vital, imprescindible.   

Y en esas trabajan las salesianas de Don Bosco, con sus centros de formación de Zway, donde acuden más de 2.500 niños, adolescentes y jóvenes, desde Infantil a cursos de grado en Informática o diseño de moda. Los expedicionarios han visitado el proyecto, han ayudado en las clases de inglés, y han participado de las actividades con los más pequeños, para visitar luego las cuidadas y modernas instalaciones donde estudian los más mayores, que, gracias a la formación, salen en la mayoría de casos con trabajo.

“Yo llevo aquí sólo cuatro días y ya estoy pensando en quedarme más tiempo”, dice Kiko, sevillano médico de familia, de 62 años, uno de los voluntarios de la asociación Feel Adwa, que trabaja mano con mano con las salesianas y en verano organiza un campamento para más de 300 niños, en el que también se les ofrece desayuno, algo vital para muchas familias.

Kiko tiene cuatro hijos, desborda amabilidad y en el brillo de sus ojos se le nota la importancia de esta experiencia vital que quería hacer “antes de que sea mayor y no pueda venir. Yo no elegí Etiopía, Etiopía me eligió a mí”. Ahora, no se quiere ir. Dice que en el centro médico atienden  sobre todo casos de desnutrición y muchos también de sarna, y como el resto de 20 voluntarios, de varios países, sobre todo españoles, que cooperan aquí en verano, se entrega cada minuto.

“Aquí dormimos poco para estar más tiempo fuera”, dice otro de los cooperantes. Durante una presentación ante los expedicionarios, Alba, voluntaria que lleva tres años viniendo a colaborar a Zway, explicó su experiencia en Rumbo al Sur, donde fue expedicionaria en 2014. Aconsejó a los jóvenes a ser pacientes, a buscar un proyecto que de verdad les llene y donde sean útiles, y usando una bella metáfora, les explicó que Rumbo al Sur es el punto de partida, pero algo había en el corazón de los expedicionarios, sino no hubieran venido: “La semilla la teníais cada uno de vosotros, Rumbo al Sur la riega, y después hay que echar raíces con la experiencia”.

Por la noche, se celebró el torneo del curso de emprendimiento. Había tanta atención puesta en las presentaciones y tantos nervios por hablar en público que, aun siendo ya de madrugada, muy pocos se quedaron dormidos. Ganó al final por unanimidad un proyecto que pretende cooperar en pequeñas plantaciones de café, amadrinando a un productor y su cosecha. En las presentaciones predominó, sin embargo, un tema sobre todo, la falta de agua, cuya carestía, en un país con lluvias torrenciales, es difícil de explicar.

SERAFÍN DE PIGAFETTA
Cronista de España Rumbo al Sur

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