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Crónica Oficial 3.

Santiago de los Caballeros- La Isabela

“De allí fue a dar fondo a un poblado de indios, donde con propósito de edificar un pueblo, salió con toda la gente, los bastimentos y los artificios que llevaba en su armada, a un llano junto a una peña en la que segura y cómodamente se podía construir una fortaleza. Allí fundó una villa a la que dio nombre de La Isabela, en memoria de la Reina Doña Isabel. Muchos juzgaron un buen sitio, porque el puerto era muy grande, aunque descubierto al Noroeste y tenía un hermosísimo río, tan ancho como un tiro de ballesta, del que se podían sacar canales que pasaran por medio de la villa, además se extendía por una muy ancha vega, de la que según decían los indios, estaba muy cerca de las minas del Cibao ” (COLON, F. Historia del Almirante Cristóbal Colón. P. 92).

En la última crónica nos habíamos quedado en Samaná, en “Agua Sabrosa”, cerca de la playa de las Canas.  A última hora de la tarde salimos hacia Santiago de los Caballeros, pero las tres horas de viaje previstas se convirtieron en más del doble. Diversas averías – a veces suceden cosas… – obligaron al padre Fernando Joldi, sacerdote salesiano navarro, a esperarnos hasta las 4 de la mañana para acogernos en el Instituto Politécnico Industrial Don Bosco. En la charla que nos dio al día siguiente, nos recordó que siempre que existieran jóvenes en apuros, habría un salesiano cerca, y doy fe que esa noche de 23 de julio de 2022 cumplió con ese ideario al darnos cobijo y descanso.

La mañana del día siguiente se dedicó a que los expedicionarios se recuperaran, al programa académico y a la misa que el padre Joldi ofició en nuestro honor. Por la tarde, los expedicionarios se relacionaron con los alumnos retándose a diversos deportes (por lo que me cuentan fueron derrotados en todos) y a jugar al “Play”, más conocido como softball, que por estas latitudes caribeñas es el deporte nacional.

Al día siguiente, visitamos la ONG “Cometas de Esperanza”, ubicada en el barrio de La Mosca, del sector de Cienfuegos. La fundó Oscar Faes García, en el año de 2006 para dar una oportunidad a los niños “buzos”,  que eran los niños que rebuscaban entre la basura del vertedero de Rafey para sobrevivir. Poco a poco, comenzando con un par de casas,  sacó varios jóvenes del basurero y empezó a atenderlos socio sanitariamente. Oscar recalca que “Cometas de esperanza no se fundó por caridad, sino por humanidad.” Hoy puede decir que se ha erradicado la explotación laboral infantil en el vertedero de Rafey y ha creado un centro educativo, en colaboración con el gobierno, para que acudan a la escuela y a la educación superior. Oscar cierra su exposición explicando que las instalaciones que tienen son muy sobrias, pero concluye con una frase que resume el espíritu de “Cometas de esperanza”: “Lo que tenemos es muy poco, pero tengan la seguridad de que si alguna vez les botan de sus casas, aquí tienen un lugar donde vivir”.

Tras la charla, los expedicionarios suben al vertedero de Rafey y mientras hablan con los niños del barrio que se han acercado al ver tanto visitante extranjero (que seguirían siendo “buzos” si no fuera por la ONG”),  son testigos –con sus ojos, con su olfato, con su tacto– de lo que es vivir y trabajar en un basurero suburbial. Y a más de uno, la mirada se le nubla al despedirse de sus amigos por unas horas y dejarles en su barrio, que ha mejorado mucho, pero que a pesar de ello es un lugar que la mayoría evitaríamos si visitásemos esa zona. Pero ya no tienen excusas, si pasan por Santiago de los Caballeros vayan a visitar a “Cometas de Esperanza”. Merece la pena.

Pusimos rumbo a las ruinas de La Isabela, la primera ciudad fundada en América por Colón. Llegamos al atardecer, a una tranquila bahía donde se asientan las ruinas de la ciudad. El lugar tiene la magia de los monumentos históricos que aún no tienen turistas y que ofrecen la libertad de pasear entre los restos, de sentarte cerca de la primera iglesia del nuevo mundo y disfrutar de las vistas de la casa de Almirante Colón sin que nadie te moleste. No ha prisa, solo emociones.

Esa noche toca cine y se proyecta “1492. La conquista del paraíso”, donde un inmenso Gérard Depardieu encarna la figura de Colón y muestra como en el segundo viaje, volvió a La Española con 17 barcos y 1500 personas para fundar la ciudad en la que, durante esa noche acampamos a las puertas de sus ruinas.

Al día siguiente tuvimos la suerte de visitar los restos de La Isabela con Adolfo López Belando, arqueólogo español afincando en la Republica Dominicana y uno de los expertos de referencia internacional en la historia del pueblo taíno. Adolfo, nos sumerge en la propia Isabela, cómo se fundó en diciembre de 1493,  cómo se fue construyendo, cómo la ayuda de los indígenas fue fundamental para que ello sucediese y nos explica lo efímera que fue la vida de la ciudad – apenas cuatro años – . “Colón fue el mejor marino de su tiempo, pero como administrador de la ciudad fue un desastre. Quiso gobernarla tal y como se hace en un barco, en donde primero manda el capitán y después Dios, y eso le enfrentó con los caballeros que llevó en la expedición y con los colonos”. Todo ello se representa en la película 1492. Si tienen un rato, vuelvan a verla y háganse una idea del lugar tan maravilloso en el que han estado los expedicionarios. La Isabela fue abandonada debido a la exposición a los huracanes y a lo complejo del terreno. Los colones se desplazaron al otro lado de la isla, a la orilla del río Ozama, y fundaron la ciudad de Santo Domingo, cerca de unas minas que se habían descubierto.

Durante el primer año de La Isabela, se organizó una expedición hacía el interior, capitaneada por Colón, para buscar las minas del Cibao y descubrir una zona que, según los indios, era la más fértil de la Isla. Se conoce como el camino de los Hidalgos, pero como tal ya no existe. Pero Telmo Aldaz, con ayuda del Ministerio de Medio Ambiente de la República Dominicana, se ha propuesto redescubrirlo.

Mañana por la mañana, muy temprano, partiremos por los que fue la primera expedición organizada hacía el interior de la isla en marzo de 1494, y como los antiguos hidalgos, estaremos un par de días redescubriendo la ruta que siguieron nuestros antepasados. En la próximo crónica – prometo no tardar tanto, que mi padre ya me ha llamado la atención por vago – les contaré si al final lo hemos conseguido.

Alfredo Liñán
Cronista oficial ERS ´22

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