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Crónica oficial 4 de agosto.

La importancia del viajar
En un abrupto acantilado, desde un mirador natural, que se abre como una grieta en la montaña, los expedicionarios divisan el valle a la ontananza, con las casas tradicionales que parecen hormigas a lo lejos. Una bella postal más de este fascinante paisaje que nos subyuga a cada rato, a cada hora. Varios monos gelada saltan de la colina al acantilado, como si se precipitaran al vacío, pero agarrándose a las piedras en el último momento, tratando de evitar a los jóvenes, que corren colina arriba para ver sus llamativos colores de cerca.

Era media tarde y, a más de 3.000 metros de altura, el frío comenzaba a hacer estragos, aunque vino bien para desentumecer los músculos tras una larguísima jornada de autobús donde el convoy hizo parada para comer en un camino rural en su ruta hacia Debre Zeyt. Así somos. Cualquier sitio puede ser bueno para hacer una parada.

El equipo de cocina funciona como un reloj. Su trabajo no es nada sencillo en un país extranjero. Comprar producto, calcular cantidades, montar la cocina cada día en un sitio… Jesús, Nacho, Antonio y Creever han conseguido el equilibrio perfecto y esta expedición es una de las que mejor se ha comido de estas ya 14 ediciones, donde ha ayudado que el pan local sea de una buena calidad. Sobresaliente resultan sus platos de pasta y el guacamole, que sabe a gloria.

Por allí andamos también el equipo audiovisual, dirigido por Mar Aldaz de la Quadra-Salcedo, que, como un saltamontes, se adelanta al convoy o se queda de cola, o atrasado, para ofrecer las espectaculares imágenes que pueden ver en la página web, parando en poblados, en cultivos hablando con los locales, fotografiando monos e incluso grabando imágenes de cómo se juega al bingo en un poblado perdido.

Siempre al límite. Es casi un trabajo 24/7 en el caso del equipo de vídeo -Mar, Gerardo, Vito y Néstor-, que, aparte de grabar durante el día se queda hasta altas horas de la madrugada editando y luego enviando, el trabajo más ingrato, a veces con el sol a punto de salir, en sitios sin cobertura o donde el satélite no alcanza a tener la potencia suficiente debido a las nubes.

Durante el trayecto a Debre Zeyt sorprende atravesar pequeños pueblos, levantados alrededor de la carretera principal, donde siempre, en cualquier cobertizo, y por muy humilde que sea el lugar, siempre hay una mesa de billar o un futbolín, algo así como la gran distracción entre la población local. Una vez fuera, por carreteras que serpentean las montañas, dominan los eucaliptos, las acacias -tan parecidas de lejos al baobab-  o el ‘fever tree’, el que el explorador Livingstone bautizó como cuando cogió la malaria, ya que es un árbol que crece mayormente en alturas donde habita el mosquito que propaga la enfermedad.

Cerca de Adis Abeba, ya en medio de la noche, pasamos varios férreos controles militares y el convoy entra en la única autopista -42 kilómetros-, construida por los chinos que, como en toda África, están invirtiendo en el país. Es un lujo no sentir los baches. Tras llegar a la misión salesiana de Don Bosco, el director de la expedición, Telmo Aldaz De la Quadra-Salcedo, realiza una presentación sobre sus viajes y aventuras en África e Hispanoamérica. «Desde muy pequeños nos inculcaron a mis hermanos y a mí lo importante del viajar, del conocer otros lugares, sin importar no tener mucho dinero», relató el aventurero, «pero también a viajar leyendo, a viajar con la imaginación». Así, conociendo, descubriendo, explicó Aldaz, se puede aprender a «promover valores buenos, el amor por los demás, por las culturas, por la diversidad».           

SERAFÍN PIGAFETTA
Cronista de España Rumbo al Sur

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