Crónica Oficial. Día 6.

26 de julio de 2015

No hay Tattiouine sin marcha por el Circo de Jaffar, ni marcha por el Circo de Jaffar sin Tattiouine. Al menos, para nosotros es así.

A los pies del imponente  Jbel Ayachi, de 3.737m, se abre el circo. Hasta allí los expedicionarios ya han tenido que recorrer veinte kilómetros por un campo que a algunos puede ser familiar. Campos de secano, quejigos en dehesa y monte bajo. ¿Los Montes Orientales de Granada? ¿Extremadura?

Los burros nos acompañan. Cargados, transportando a sus dueños, tirando de un carro, descansando o comiendo, atados o sueltos. El Atlas está lleno de burros. Desde luego, no se dirían todo de algodón, que no lleven huesos. Más bien se les cuentan los huesos, pero es que no son burros de granja escuela, ni de una asociación de conservación de la especie. Son lo que han sido siempre. Parte fundamental de la vida, de la supervivencia de cada familia. Trabajan con sus familias y se ganan cada bocado. Flacos, pero no maltratados. Flacos como sus dueños de piel labrada por el viento, el frío y el sol.

Sus dueños. Los bereberes del Circo de Jaffar. Cobrizos de pelo y de piel. Verdes de ojos. Con una vida nómada que tiene mil años, y que se mantiene intacta en lo esencial. Leo en una guía de viajes que viven en la miseria. Mentira. No hay dignidad en la miseria, y a esta gente, dignidad les sobra. Lo que son es pobres. Pobres porque tienen pocas cosas. Pero trabajan, cuidan su ganado, son artesanos, y sacan adelante a sus familias en esta tierra dura. Conservan sabidurías perdidas, y esta vida inmediata que nos iguala a los demás aún no se los ha llevado por delante.

Dos de ellos, Hammud y Sharif, son nuestros guías desde la primera vez que pusimos el saco encima de una afilada piedra en este valle, y hoy, ya amigos además de guías, nos han vuelto a acompañar por sus montañas.

Ganar el collado y asomarse al Circo por primera vez impresiona. Da un raro vértigo como de correr y despegar. Bajando hacia la garganta, el paisaje que se va cerrando es el grabado de un libro antiguo de cuentos, con sus apriscos de adobe y ramas, los esqueletos de cedros recortándose y las sabinas como brujas retorcidas por el viento.

En la garganta la marcha se vuelve más lenta. Es el momento de mirar y de las fotos. Los expedicionarios, sin parar. Los adultos, hoy también. Los que quedamos de exactamente la misma foto de 2010 y 2013. Todos juntos. Los que vinieron de expedicionarios en 2010 y ahora son monitores. Los mismos, con los que eran entonces sus monitores y siguen aquí. Los que nunca estuvieron aquí, pero eran acampados en 2011 y ahora monitores. Los que han venido a las diez ediciones. Los que han venido a ocho (este grupo es pequeño). La que nos hicimos con el malagueño contador de nada, el picapleitos pacense, y el plumilla de tres al cuarto navarro, que este año han decidido traicionarnos… Y te das cuenta de cómo Rumbo al Sur es el hilo que ha ido tejiendo y teje, poco a poco, un grupo de amigos que se va asentando, que cose distintas procedencias, ideas y hasta generaciones, y que ya es para siempre.

La marcha continúa. Es dura. El que menos, anda 30km. Algunos, bastante más. Llegan con la noche bien cerrada. Agotados, hambrientos y felices. Este año, los expedicionarios nos han sorprendido y han aguantado la paliza muy bien, sin quejas, intentándolo al máximo. Así da gusto.

Jaime Martínez de Ubago
Cronista Oficial ERS 2015

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