El sábado 29 de junio de 2024 era la fecha para que se encontraran Rumbo al Sur y la Escuela de toreros prácticos de El Retiro “D. Jesús Montes”. El marco era incomparable. La Academia de Infantería de Toledo. La idea propuesta sencilla. Una conferencia para compartir con los adolescentes viajeros las experiencias de profesionales de la tauromaquia, así como de los alumnos de la Escuela.
Como si se tratara de una novillada mañanera nos citaron en la sala de conferencias de la Academia donde cada uno de los invitados contó brevemente su experiencia personal. Al hilo del pitón, allí se habló fundamentalmente de valores, lo cual despertó un enorme interés entre los adolescentes que prestaban atención a un ramillete de quijotescos soñadores. Seguro que algo de lo que escucharon aquellos intrépidos viajeros se llevan en su mochila para el viaje tan emocionante de vivir la vida.
Desde el patio de cuadrillas se presentó a la Escuela como un lugar de gente común donde cada uno había llegado de un sitio diferente con una desbordante afición por el toro y que, además, les gusta “ponerse delante”. Esa es la madera del olivo con las que se hacen las tablas de la Escuela “D. Jesús Montes”.
Hecho el paseíllo, los toreros con sus correspondientes cuadrillas saludaron al tendido, que estaba repleto de muchachos preparando su próximo viaje a Panamá con Rumbo al Sur. En sus caras se podía ver lo poco que había dormido la noche anterior pero la ilusión con la que preparaban este viaje al otro lado del océano.
Sonaron los clarines y timbales para invocar con una larga cambiada de rodillas al maestro “Antoñete” cuando demandaba la necesidad de “entender y estudiar” al toro. Que es el principio y el final del arte de la tauromaquia. Un animal que pelea por bravura y no por fiero. Nada más ni nada menos.
Parado el morlaco en el centro del ruedo, se analizó la labor de los toreros de plata de guiar al toro para enseñar al matador las facilidades que la bestia ofrece. Todo ello para que el torero vestido de oro pueda lucirse con él. Eso en español se llama compartir, pero con la carga del esfuerzo y valentía necesaria para lidiar, que procede del latín litigare (luchar). Se concluyó que, en definitiva, primero, segundo y tercero, así como los toreros de a caballo deben traer serenidad para transmitirle al matador la calma necesaria que requiere toda gran empresa.
Entró en el ruedo con la agilidad del tercio de banderillas bien ejecutado la originaria idea de torear, como un deseo de juventud, la complicada pero necesaria competencia entre compañeros ávidos de abrirse camino. Sensaciones atávicas como el miedo, así como el deseo de conocer mundo, de viajar. Las dudas que traen consigo las cornadas…
Sin saberlo aquel joven auditorio estaba viajando entre ideas filosóficas, pero que todas reunidas conforman un esportón de valores que deben ceñirse a la espalda para afrontar el complicado tránsito de la adolescencia a la juventud.
En el último tercio intervinieron los alumnos de la Escuela donde se pudo comprobar que el toreo rompe fronteras. Una guapísima bailarina, además de bella persona, nos contó que entró en la Escuela buscando el arte plástico y encontró una escuela de valores. Un grupo de gente que tiene consciencia de valores humanos.
Un muy joven y rubio torero nos contó que él descubrió este mundo gracias a la admiración hacia Marco Pérez, ambos en la actualidad son joven promesa.
Un torero nacido en Manchester (Inglaterra) aseguraba que le cautivó el respeto hacia el toro que mana de los aficionados. Confesó que él habla más de lo que pasa en Las Ventas que de lo que pasa en Old Trafford. Átate los machos.
También se defendió que aprender a torear ayuda ante los peligros que se nos presentan en la vida, donde es necesario estar firme y sereno. El torero práctico pone de ejemplo cómo se llena el alma cuando uno es capaz de “pegar un lance relajado”.
Invocado a Belmonte allí se proclama que “se torea como se es”. Uno no descubre cómo es hasta que se torea. Salir preso del miedo para lucirte, a sentir y a expresarte. Torear es un aprendizaje para la vida. Un tesoro en definitiva que debemos defender y disfrutar. Este torero valiente nos contó cómo se apoyó en los valores de la tauromaquia para rehacerse de un percance sufrido con una vaca que le mandó al quirófano.
La faena iba avanzando y el toro comenzaba a cerrarse en tablas. Toca el turno de los más jóvenes. Uno de ellos recomienda ir a la plaza siempre acompañado de alguien que pueda explicar lo que allí sucede. Esto se llama aprender. Su compañero de mesa, más joven aún, agradece a su padre haberle enseñado los toros. Otro de los más jóvenes extiende su agradecimiento a la Escuela por la formación humana que recibe y recomienda la afición por profunda y no superficial. La terna concluye que el toreo va más allá. Te introduce en un mundo por descubrir. Reclaman al unísono a la juventud el apoyo necesario para mantener esta tradición ancestral.
Destaca que en todas las intervenciones existe un punto de encuentro común. Un nexo. Son valores que emanan de la tauromaquia que florecen en aquellas personas que respetamos y más admiramos.
Antes de que suene el primer aviso, Telmo recuerda aquel toro de su Pamplona de adolescente como algo asociado al miedo y al respeto. Es el espectáculo más antiguo del mundo que tiene como objetivo domar una bestia con técnica. Dibuja conceptos de manera sintética: el ser humano y el toro en el campo.
La conferencia concluye con dos ideas muy interesantes: de un lado, el toro es el animal más cuidado de la naturaleza al que se le da la muerte porque no se le puede torear dos veces. Se nos recuerda que el toro mide cada paso del torero en la plaza y eso es muy peligroso. De otro lado, que la tauromaquia es un arte que pertenece al pueblo, sin distinción de programas.
Desde el auditorio se preguntó a los profesionales qué siente un torero cuando firma el contrato, qué siente a una semana del día de la corrida de toros, qué siente en el patio cuadrillas. La contestación, sin ambages, fue muy concisa y caló hondo entre el joven público: responsabilidad y miedo, acompañado de una recomendación: si tenéis un sueño luchad por él.
Tras la conferencia, recogido ya el tiro de mulillas, salimos a la clase práctica que de manera extraordinaria se autorizó que se realizara en el Patio de Armas de la Academia. Alertados todos del máximo respeto que el lugar exigía, los jóvenes de Rumbo al Sur formaron un redondel y dentro se representaron las diferentes suertes: capa, banderillas, muleta y la suerte suprema, ésta de manera simulada. Fue muy emocionante presenciar cómo doscientos adolescentes atendían sin distracciones ni móviles en la mano una actividad por el mero hecho de aprender, de viajar, de conocer, de escuchar. Algo que hoy en día se vive tan pocas veces como ver la Puerta grande de Madrid abierta de par en par.
Era el turno de los chavales. De manera tímida al principio iban acercándose para dar capotazos y muletazos de salón, algunos al final de fino trazo. El mocerío que se encargaban del carretón se preocupaba más de atropellar a los amigos colándose en cada embestida. En ese momento todo formaba parte de una buena excusa para que los chavales se acercaran a aquella chica para conseguir esa anhelada sonrisa. Ellas bien plantadas, no permitían ninguna licencia. Estábamos todos allí jugando al toro tal y como se ha jugado desde hace siglos. Sin móviles, sin distracciones.
Esto pasó en Toledo el sábado anterior y aquí se ha contado. Muchas gracias Isa y Telmo por dejarnos participar de vuestro magnífico proyecto al que confiamos hayamos aportado un breve muletazo que sirva para seguir viviendo la vida, en la que todo se torea.
Iñigo Martín Cubillo
Escuela taurina del Retiro