CRÓNICAS 8 DE AGOSTO
Hipo(r) siempre en mí
A solo dos días de nuestra partida todo cambia. Las cosas dejan de hacerte la misma ilusión porque entra en juego la pena. Sabes que esto se acaba y que no va a volver, pero existe Teslay (esperanza) al saber que todos estos sentimientos van a seguir siendo parte de nosotros para toda la vida.
Hoy todo cuenta: la sonrisa de los niños que te saludan por la calle, las conversaciones en la barca previas a la aparición de hipopótamos, el apreciar una ducha más que nunca… al final son los pequeños detalles los que marcan las grandes diferencias. Ojalá poder parar el tiempo en este momento y lugar exactos para poder apreciar bien lo que Albert Espinosa llama “los amarillos”, esas personas de ahora que pasarán a ser una mera, pero vital, memoria.
En este punto cierro los ojos y… ¿Te has quedado con ganas de saber más? Entonces entiendes lo que sentimos, queremos más.
Elena Anós Merino
Esubalew
Se podría tratar de otro niño más en la concurrida calle de una ciudad etíope cualquiera. Sin embargo, no lo es. Es entonces cuando la casualidad quiere que Jimena, Lorina y yo le saludemos. O quizás es él quien, en un fluido inglés (algo a mi parecer poco común entre los niños de allí), nos pregunta primero a nosotras. Hablamos unos cinco minutos: nombre, fútbol, pasatiempo, futuro… Nos cuenta que sigue la Liga y la Premier League. Que su película favorita es “Hachiko” y que de mayor quería ser periodista y voluntario pero, con todo, ningún detalle relevante con el que podamos deducir su verdadera historia.
Nos despedimos de él y nos dirigimos a la visita guiada sin tener ni idea de lo que ocurrirá después. Sin embargo, a la salida él está allí con una carta para mí. Es entonces cuando me da unas indicaciones que lamento decir, no escucho debido a lo extraño que me resulta el momento. Un rato después, aún sorprendida, desdoblo una hoja de cuaderno que me ha entregado. La letra es redondeada y, aunque haya algunas partes que no entiendo del todo, la casi totalidad de lo que me ha escrito hace que me quede pensando largo y tendido sobre esa hoja de papel. En ella, junto a su número de contacto, me pide ayuda y también que no olvide su historia. En ella me escribe que vive en una casa muy pobre con su familia de la que su padre y casi todos los hermanos marcharon para siempre demasiado pronto. Que quiere ser periodista y que sueña con estudiar. En ese momento aparecen en mi cabeza imágenes que suelo ver en mi día a día de niños acudiendo desganados a clase.
Sin embargo, al compararlo con autor de la carta, con Esubalew, me doy cuenta de lo injusto que es todo. Que él, con inteligencia y ganas de estudiar no pueda permitirse un futuro, choca con la realidad en la que yo vivo, donde la gente tira apuntes y desmenuza libros de texto. Y eso, pienso, ocurre porque damos por hecho algo que otros solo pueden soñar.
No sé si está en mi mano ayudarle, pero sí lo está el aprovechar y disfrutar aquello que siempre di por sentado.
María Fuentes Cruz
Echar de más
Te echo de menos mamá, a ti y a tus consejos; a ti papá, a tus “te quiero” silenciosos; y a ti hermano, a nuestros secretos bien guardados. Te echo de menos Álvaro, a tu pack completo. A Paula y Bego os pienso siempre. A Pablo te verso en mi mente.
Podría guardarme esto para mí, pero de hecho todos ponemos voz a Paula y Bego, cara a Álvaro o mirada a Pablo. Por lo tanto continuaré.
Cuando te pierdes en España Rumbo al Sur, 18 días se convierten en años y en tan solo un segundo. El sofá de la siesta toma forma de bus. Las 6 de la mañana ya no es hora de volver de fiesta, sino de hacer deporte. La familia no comparte tu sangre, pero te presta toallitas. El mayor temazo no se pone en la radio, se vocifera desentonando.
Y cuando te pierdes aquí, corres el riesgo de intentar buscarte en casa. Corres el riesgo de echar de menos.
Paula, Bego, mamá, papá, hermano, Álvaro, Pablo… retiro lo dicho. No os voy a echar de menos, os voy a echar de más.
Más experiencias solidarias, más cultura, más conciencia, más ilusión.
Más España Rumbo al Sur.
María Cuesta