EMPÁPATE
Déjate empapar, de lo que te toca y de lo que ves, de la lluvia pesada e intermitente y los claros de luz, de miradas y sonrisas con algún que otro ceño fruncido, de las historias que cuentan y de las que callan; llénate de colores la retina, de sabores la boca y de emociones el corazón.
Puede que sólo al salir de aquí te des cuenta de que todo este monzón de experiencias te ha dejado un peso mojado que podrás ir estrujando a tu ritmo para aprender, gota a gota, cómo te ha cambiado. También, si quieres, podrías salpicar con todo ello a quienes tengas al lado.
Mar Lombera
14 días en Madrid dan para bastante poco. Apenas un par de semanas de trabajo, algo de ocio y mucho de rutina. Pero en África el tiempo deja de tener sentido y en Rumbo al Sur, toma otra dimensión. 14 días dan para chocar cientos de manos, conocer infinidad de sonrisas e inventar un nuevo idioma, a caballo entre el amárico y el español, que sirve para conectar a 160 personas con todo un país.
En 14 días hemos disfrutado de la naturaleza en su máximo esplendor, con las cataratas del Nilo Azul haciendo una demostración de fuerza ante nuestros ojos mientras el cielo lloraba desconsolado sobre nuestras capas de agua embarradas, para luego pasar a volar más alto que las nubes, después de una marcha que puso a prueba nuestro equilibrio y fuerza de voluntad, venciendo al barro y al cansancio, como siempre hacemos. Porque no sé si lo hemos dicho, pero somos Rumberos. Explicar el concepto de Rumbo al Sur a alguien que no nos conoce es complicado, pero voy a intentarlo. Conlleva libertad, ganas de aprender y locura, mucha locura. Una locura maravillosa que hace que nos despertemos al amanecer con una energía inaudita en nuestros lugares de origen, para hacer deporte, tomar un desayuno que nos sabe a gloria al ritmo de cualquier canción y comenzar a descubrir todo aquello que el país que pisan nuestros pies tiene que enseñarnos. Es cantar en un autobús incómodo durante horas, para luego buscar la posición más idónea con la persona que va a tu lado de manera que ambos podáis dormir, bien 1 hora, bien todo el viaje, despertándose con los músculos agarrotados y la mente cansada, pero felices de descubrir siempre algo nuevo, un nuevo lugar donde transmitir nuestra locura y donde tirar nuestra mosquitera.
Pero por encima de todo, Rumbo al Sur conlleva una familia, forjada a base de cansancio, sudor, hambre y risas, muchas risas. De anécdotas inauditas contadas a la luz de los frontales y de conversaciones basadas en diarreas, ampollas, vidas anteriores al viaje y recuerdos que se convierten en comunes al narrarlos en una cena donde se comparten platos medio sucios, bromas mal contadas y flashazos del día que acabamos de experimentar, mezclado con el sueño y las experiencias previas, que hacen de este viaje una explosión de sensaciones que no seremos capaces de asimilar hasta que no estemos en nuestra casa, tranquilos, echando de menos la incomodidad del suelo y las toses de los compañeros, sintiendo que falta algo en ti, algo que no se completará hasta el año que viene cuando volvamos a encontrarnos en esta tierra que nos recibe con sus atardeceres pintados por la paleta del mejor pintor y con historias narradas por aquellos locos que decidieron no entrar en la vorágine de esa sociedad que te convierte en uno más. Al volver andamos con las piernas cansadas y la cabeza alta, sabiendo que somos algo único que no se profesa en esta sociedad. Que somos aventureros, que tenemos una tara y estamos orgullosos de ella. Que somos Rumberos.
Omar Arabi.
A tres días de la no deseada vuelta a España, he vivido uno de los mejores días desde la llegada. Aquí, en Zway, en un pequeño gran centro de las salesianas, hemos participado con un grupo de voluntarios en la realización de actividades con cientos de niños y niñas de diferentes edades. Ellos nos han contado cómo funcionan aquí y bajo su experiencia, nos han enseñado a organizar y disfrutar este gran día.
Lo que más me ha llenado ha sido la gran sonrisa y ese sentimiento de competitividad que desprendían los chavalines al correr hacia la línea de meta. Este viaje está siendo increíble. Nos vemos pronto familia.
Álvaro Llanos
La cruda realidad
Cuando de repente se te acerca un niño con la barriga hinchada de desnutrición y te da un abrazo, de verdad que se te parte el alma. No solo eso, además te empiezas a plantear cosas, cosas que en un día normal tú no te das cuenta, pero que para estos niños es cuestión de vida o muerte.
Ese plato de verduras que no te gusta, esa ducha larga en la que gastas litros y litros o esa sonrisa que te guardas capaz de alegrar el día de alguien de pronto dejando de ser algo insignificante, porque las comparaciones son odiosas, pero muy ciertas e inevitables.
Inevitable como lo injusto que es el mundo y me da coraje que haya niños muertos de hambre, mientras en Europa sobran kilogramos de comida, pero también sé que hasta que no lo ves cara a cara no te das cuenta de la verdadera realidad.
José Sánchez Peñas