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Crónicas 29 Julio. Bahir-Dar – Cataratas Nilo Azul

CRÓNICAS 29 DE JULIO

Nilo imaginaba
Algunos se han destapado la cabeza para atender lo que decía la naturaleza, otros se cubrían del agua para escuchar sus propios pensamientos. Es lo que tiene un lugar así, hace que me pierda imaginando el día en que vuelva junto a la gente con la que me gustaría compartirlo.
A pesar de la lluvia y el barro, acompañados siempre por los niños locales descalzos, hemos llegado : se levantaban ante nosotros las flamantes cataratas del Nilo Azul, descubiertas en su día por Pedro Páez. Si a todo eso le sumamos los estiramientos mañaneros, el juego de la moneda, el cocodrilo muerto, el vuelco de un camión, el bocadillo de atún, la clase de marketing y agricultura, el darnos cuenta por primera vez de lo mal que olemos…y el grupo 4 declarando la guerra a las polillas en una batalla a vida o muerte creo que puedo decir que ha sido un día en Etiopía.
P.D.: Feliz día de la reforestación.
Elena Anós

 Give me money
“Give me money”: tres palabras descorazonadoras.
Tras bajar de autobús y ponerlos pies en el barro por primera vez, he cruzado la mirada con la de un niño de no más de 10 años. Era una mirada dura, acusadora: “give me money”.
La situación me ha desgarrado el alma, porque he sentido que me veía como una cartera con patas.
Estábamos a escasos km de las cascadas del Nilo Azul, un verdadero milagro de la naturaleza ante el que cualquier ser humano se sentiría pequeño e indefenso. Aunque para disfrutarlas hemos tenido que calarnos hasta los huesos, ha merecido la pena.
Pero como todo, la mañana ha tenido sus luces y sus sombras. Decenas de niños nos rodeaban pidiéndonos, o más bien exigiéndonos, que les diésemos dinero, camisetas, pendientes e incluso las botas.
Desconcertada, así es como me he quedado. ¿Cómo pueden estos niños mirarnos así? Las personas aprendemos por imitación… me entristece pensar en la cantidad de turistas blancos que habrían pasado por allí pensando “¡oh, pobrecitos! Voy a darles esto…” para quedarse con la conciencia tranquila.
Por culpa de actitudes como esta, esos niños no pueden ir a la escuela, están condenados a seguir a los turistas porque así ganan más dinero que si tuvieran que aprender de los libros. Es egoísta.
Es injusto y es culpa nuestra.
Amaya Vizmanos

En recuerdo de Pedro Páez
El sonido del agua era cada vez más fuerte. Todos los rumberos nos adentrábamos en un frondoso bosque para llegar a las cataratas del Nilo Azul, las segundas más grandes de toda África. Caminábamos por la misma ruta que el jesuita español Pedro Páez recorrió hace aproximadamente 400 años, siendo el primer europeo en contemplar este increíble paisaje. A nuestro paso nos seguían niños descalzos, mujeres vestidas con harapos y hombres con la mirada perdida. Todos ellos intentan vendernos pañuelos, pulseras y otros productos artesanales. Cuesta decirles que no.
A pesar de ser un lugar con un gran potencial turístico los caminos no están marcados, no hay señales de ningún tipo, nos encontramos camuflados entre la gente local. Ni el barro ni la incesante lluvia han conseguido que nos marchásemos de este increíble y recóndito lugar.
Teresa Garrido Hevia

Es difícil llevar al día un cuaderno de viaje, especialmente cuando hay algo nuevo que mirar  a cada instante. Nadie espera que lo hagamos mientras caminamos por un sendero pedregoso acompañados por gente local, mirándolo todo y comentando cada cosa que vemos. Tampoco cuando observamos asombrados las turbias aguas del río que avanza con fuerza entre grandes rocas negras, varios metros bajo el peligroso puente de piedra en el que nos encontramos.
Minutos más tarde, empapándonos bajo la lluvia que parece querer medirse con las cataratas ante nuestros ojos, ni se nos pasa por la cabeza sacar nuestros cuadernos. El resbaladizo puente colgante que cruza de lado a lado el frondoso valle por el que discurre el río que ruge bajo nuestros pies o las voces de las mujeres y niños que nos ofrecen pulseras a nuestro paso tampoco ayudan a que nuestra crónica avance. Finalmente, llegamos a las cataratas del Nilo Azul que nos envuelven en una tormenta de ruido, lluvia fina, barro y espectacular naturaleza. Podría pasar los trayectos en bus descubriendo estas y otras mil maravillas en mi cuaderno, pero el resultado seguiría sin acercarse a la realidad y me perdería todos los detalles que se descubren desde la ventanilla de mi asiento. Veo una chica con un vestido verde arrodillada entre mantas con distintas semillas. Veo muchas personas plantando árboles y a un hombre que lleva un rollo de chapa en el hombro. Carteles de Coca-cola con nuestro alfabeto y en amárico, y anuncios de peluquerías con modelos de piel blanca. Edificios en construcción con andamios de madera y comercios instalados en las plantas inferiores. Veo casetas de palos que parecen sacados de un cuento, campos de maíz y algún árbol solitario que se recorta imponente contra el paisaje. Hay hombres que esperan en su porche junto a una olla y carros tirados por burros en las calles. Hay cabras, gatos, gallinas y vacas con una curiosa joroba a los lados de la carretera. Hay pájaros de un color amarillo brillante que se confunden con flores, otros de plumas azules realmente bonitos y muchos otros de los que tampoco sé el nombre. Hay buitres sobrevolando un enorme vertedero y niños descalzos, en chanclas o con deportivas. Hay mujeres con niños en la espalda, otras con grandes sacos en la cabeza y burros cargados con enormes bultos de paja. No veo a nadie que no lleve una cruz en el cuello y algunas personas mayores las llevan tatuadas junto a intrincados diseños pintados en el cuello. Veo a un joven arando con la ayuda de los bueyes y un momento después a otro fumigando con una mochila algo más allá. La gente hace vida en la calle y todos se asoman, saludan y sonríen al vernos pasar. Podría seguir escribiendo, pero tenemos mucho que hacer.
Sofía Díez Ocharan

Libertad
Libertad he sentido durante todo el día, al mirar al horizonte y poder ver lo que se podría considerar una de las maravillas de Etiopía: las cataratas del Nilo Azul.
La caminata de alrededor de una hora y cuarto pisando barro en el que te resbalas merece totalmente la pena por la libertad que se siente al andar bajo la lluvia. Bueno, si se puede considerar lluvia. Nunca he visto llover de esta forma, ni en estos cinco días que llevamos aquí ha tronado el cielo de esta manera pero merece la pena al llegar al final del camino y poder ver las cataratas de cerca, tan cerca que parece que todavía llovía, pero una lluvia muy fina, que casi ni la notas.
Ver las cataratas no ha sido lo más impresionante si no el paisaje que las acompaña.
Sí, estoy segura que libertad es lo que he sentido durante todo el día.
Elena Rodríguez

Causalidades
Y de repente te paras por un segundo y observas, observas esas vistas impresionantes que tienen las cataratas del Nilo Azul y vuelves a parar, y te das cuenta que has dejado de lado aquellos miedos e inseguridades del primer día. Porque ves que poco a poco vas encajando, vas sintiéndote querida por una mera mirada o una pequeña sonrisa.
Porque poco a poco te das cuenta que todo pasa por algo, que no estamos aquí por casualidad, que esas conversaciones mágicas con esas personas maravillosas hacen que se te olvide acumulado, el hambre e incluso el frío. Así como aquellas personas que aun sin tener nada te lo dan todo, que te hacen abrir los ojos y poder ver que aunque cambia la cultura y el color de la piel, tenemos un mismo corazón que ama.
Y no quedan indiferentes, te cambian y con el tiempo ves que la persona que eres es un conjunto de aquellos pequeños momentos que pasan desapercibidos, pero van calando cada vez un poco más en nuestros corazones y todo empieza a cobrar sentido.
Emma Criado

Caída libre
Desde la cima de una montaña se vislumbra la caída libre hacia el valle del Nilo Azul. La caída libre a la incertidumbre, al curso del río de sentimientos que cruza África.
Desde la cima de una montaña se aprecia el verdor de los prados de esperanza, el camino del esfuerzo. Siguiendo el cauce es inevitable llegar a las vertiginosas cataratas de emociones y experiencias.
Desde la cima de una montaña la caída libre es dura pero remontar el vuelo al borde del colapso es la sensación más libre que te proporciona la voluntad de ayudar a los demás.
María Juaristi

La experiencia eres tú
A lo largo de nuestra vida nos preguntamos mil y una veces qué queremos ser, hacer o demostrar. Nos obsesionamos tanto con la perfección que se nos olvida ser nosotros mismos, sobre todo se nos olvida disfrutar del camino y de todos aquellos que nos acompañan en él.
Esta idea, que podría parecer tan occidental, ha cruzado el ecuador y ha venido en nuestra mochila como otro peso más aquí, en Etiopía. Otro peso con el que hemos cargado estos tres primeros días, en los que hemos vivido experiencias tan impresionantes como abrumadoras. Desgraciadamente no las hemos disfrutado al completo al estar pensando continuamente qué será lo próximo e incluso si superaría a lo anterior; todo aquello marcado por nuestra incesante búsqueda de control.
Pero hoy, montados en un autobús ridículamente alto y recorriendo el corazón del país, hemos tenido tiempo de echar la vista atrás y pararnos a ordenar nuestros sentimientos mientras reímos y bailamos al son de canciones etíopes.
Darnos cuenta de que no habrá una experiencia igual y que es nuestro deber disfrutar hasta el último paso sea o no erróneo de este pedregoso camino.
Jimena Tola

El eje del camino
Puente se dice de un objeto que une dos parajes destinados a estar separados. A simple vista, podría parecer tan cotidiano que nadie se detendría a observarlo, pero hoy, mientras cruzaba uno tan vertiginoso que me hacía dudar de mis propios pasos, me he parado a pensar.
Muchos de nosotros nos hemos olvidado de caminar, hemos empezado a correr, a correr sin parar y sobre todo sin parar a pensar. En dos zancadas las cuerdas del puente podrían ceder y podrías caer al helado río que es la realidad. Pero a veces debes parar, agarrar la barandilla y observar. Mirar el paisaje y darte cuenta que estás parado sobre el río más largo del mundo con el viento y la lluvia acariciando tu cara y que posiblemente no te volverás a sentir tan libre y tan viva jamás.
Jimena Tola

En busca del arca de la alianza
Empezamos el día en Bahir Dar, con un sol radiante que no duró ni diez minutos seguido de un buen chaparrón nada más salir del bus. Pero cuando después de empaparnos de arriba abajo, hundirnos de barro hasta las rodillas, emparanoyarnos con la malaria y cruzar puentes con pinta sospechosa, llegamos a las cataratas del Nilo Azul olvidándonos del hambre, el frío y la lluvia. Y es que solo hace falta dejarse llevar para disfrutar del todo de las cosas.
Ya con un tercio del viaje recorrido y muchas lecciones aprendidas, seguimos con esta aventura por Etiopía un poco más sucios y más hambrientos, pero con muchas más ganas.
Alba García Lobato

km de enseñanza
470 km, esta es la distancia que tenemos que recorrer hoy. Partimos del pequeño pueblo de Muka Turi de un colegio que nos acogió con los brazos abiertos. Ojalá hacer noche en sitios como estos durante toda la expedición.
Asientos pequeños ocupados por grandes mochilas, barro, olor a gallina, sueño y ganas, muchas ganas, ganas de no perdernos ningún detalle. Sacar la cabeza por la ventana y disfrutar de este trayecto sin pensar cuál será nuestro próximo destino.
Esta expedición promete.
Sofía Regojo y Alejandra Arauz

 

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