Crónicas 720

20 Julio 2012

ERS
MRS 2012 – Crónica 20.07.2012

Limbe – Yaundé

La mañana amanecía lluviosa, de hecho, esta parte del país es uno de los lugares con las precipitaciones más importantes de toda África. Habíamos dormido en unas escuelas técnicas que el jefe de la zona había puesto a nuestro disposición, muy cerca de una escuela de pesca que está construyendo la filial de la empresa española Dragados Industrial, Makiber, aquí en Camerún. La idea según nos cuenta Gonzalo, uno de los jefes del proyecto “comenzó hace cuatro años. Camerún es un país donde la pesca industrial no está desarrollada. Hasta aquí vienen barcos industriales de países como China o Nigeria que se llevan el pescado y que curiosamente cuando el camerunés va a comprar al mercado se encuentra con que lo que le venden es pescado congelado marroquí. Esa circunstancia ha hecho que desde el gobierno camerunés se quiera potenciar el desarrollo de las técnicas de pesca industriales y ahí es donde interviene esta empresa española, construyendo y equipando lo que será una de las escuelas de pesca industrial más importantes no sólo de Camerún si no de toda África. La escuela tendrá desde dormitorios a comedores pasando por instalaciones deportivas o de ocio y la intención es formar a todos los oficios relacionados con la pesca industrial, por eso contará con salas de seguridad marítima, laboratorio de biología marina, talleres de mecánica, soldadura, de electricidad, de telecomunicaciones, salas de informática, etc…”
Los expedicionarios pudieron recorrer las instalaciones y observar como está todo preparado para que el año que viene comiencen las clases en este centro pesquero. En las obras nos habilitaron lo que será el comedor para que pudiéramos tomar el desayuno y de nuevo a prepararlo todo para marcharnos hasta, donde se encuentra uno de los mayores centros cameruneses de recuperación de primates que gestiona la fundación americana “Pandrillus” que opera en Nigeria y Camerún. Allí curiosamente trabajan varios españoles que desde hace unos años han dedicado su vida a los animales. “Empezamos en el año 93 con la idea de cambiar el concepto que había hasta ese momento de Zoológico. Cuando llegamos a Camerún comprobamos que los animales del Zoo solamente comían de lo que les ofrecían los visitantes. Si había días sin visitas, los animales lo pasaban francamente mal e incluso a veces fallecían. Si se quedaban si algún animal cazaban uno nuevo y lo reponían. Nosotros con la fundación hacemos una labor completamente diferente, no compramos animales y solamente tenemos los que recuperamos porque les hayan abandonado o víctimas de la caza ilegal”.
“Queremos conservar las especies y el medio en el que habitan, funcionamos como un hospital que aloja a todos aquellos animales que llegan en condiciones terribles e intentamos recuperarlos para después reintroducirlos o soltarlos. Cuando hablamos de reptiles o de aves es más fácil su reintroducción. En los primates esto funciona diferente, son animales muy familiares que necesitan su hábitat y su grupo. A estos animales no solo hay que recuperarlos físicamente, también psicológicamente”.
Por grupos, los expedicionarios fueron visitando este centro de primates. Aquí los animales están a sus anchas, con sus grupos y se les ve felices, jugando y correteando de un lado a otro de los grandes espacios con los que cuentan.
Después del paseo entre gorilas, los expedicionarios tuvieron tiempo libre para comer algo y visitar el mercado. Los chavales se lanzaban como locos en  busca del paquete de galletas o de chocolate. Luego pasearon por el mercadillo y regresaron cargados de collares y pulseras para sus familiares. Algunos aprovechamos para comer comida local, junto al puerto había una zona con pequeñas barbacoas en las que te cocinaban pescado o brochetas de calamar o gambas, regados con la cerveza local que aquí curiosamente te la venden en botellas de 750 c.c. y a un precio irrisorio (menos de 1 euro) eso sí, es bastante difícil encontrarlas frías.
Con el estómago lleno un paseo por el puerto para ver unas curiosas y coloridas embarcaciones de madera que dan paseo por la costa, esta zona está lleno de turistas aunque se ven pocos occidentales.
La merienda la hicimos en el autobús y me conectó directamente con la infancia “pan y chocolate” ¡Cuantos años haría que no tomaba algo parecido! Me da miedo pensar que llegaré a Madrid con el mismo peso que salí. La ruta nos llevaría hacía Douala donde nos esperaban algunos españoles que pertenecen a la empresa Supermaritime Cameroun S.A. con los que nos habíamos comprometido a cenar. Los chavales se sentaron por primera vez en todo el viaje en una mesa con mantel, platos de cerámica y cubiertos. Se les sirvió pescado a la brasa y langostinos también a la brasa, por lo que dejaron en el plato dio la impresión de que les encantó.
Y hablando de comida: alguien muy importante en la expedición es el cocinero Pablo Font, un bombero que también trabaja junto a Ángel Sevillano. “Llevo ya tres años viajando con el grupo de MRS. Aunque no soy cocinero oficialmente tengo la experiencia de haber cocinado para los compañeros del parque de bomberos, además soy un gran aficionado a la gastronomía aunque no pienso dedicarme a esto en la vida”. Imagino que es difícil organizarse en África “Más bien África te desorganiza. Uno viene organizado de casa pero luego hay que cambiar de planes. Para subsistir aquí hay una clave importante saber trabajar desorganizado” En Camerún no hemos encontrado mucho productos para la cocina “Uno se tiene que adaptar a lo que hay, aquí no ocurre como en Europa que se encuentra de todo. Cada mañana hay que comprar lo que el mercado local ofrece si hay tomates se compran tomates, si hay frijoles frijoles… Carnes hay pocas y de mala calidad, suelen ser animales muy viejos”. El hecho de ser bombero hace que Pablo desempeñe muchas más labores “estamos para lo que nos necesiten en la organización. A veces con el material, otras con la seguridad o con algo técnico aunque sin duda lo más duro es cocinar cuando se llega muy tarde y cansado, ese es el momento más difícil”.
Después de la cena vuelta a la realidad. El autobús nos esperaba para una larga caminata que nos llevaría de vuelta a Yaundé, el lugar en donde todo comenzó hace 20 días. Al meterme en el saco miro el reloj: las cinco de la madruga. Buena hora para intentar cerrar el ojo.

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