España Rumbo al Sur zarpa hacia la Macaronesia.
Por Julio Terrón y Miguel Ramos.
Profesores ERS
Cuatrocientos ojos muy abiertos contemplan desde la Torre Tavira cómo se extiende el Atlántico a los pies de la Bahía de Cádiz. Sueñan con un viaje iniciático que acaba de comenzar y que, después de haber amanecido de su primera noche en el Castillo de Santa Catalina, les llevará a la Macaronesia española: las islas Canarias.
La “Macaronesia” era el nombre colectivo que utilizaban los griegos para referirse a los cinco archipiélagos del Atlántico norte cercanos al continente africano: Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira y las Islas Salvajes. Era, según la mitología clásica, la última morada de los héroes difuntos.
Pero estos cuatrocientos ojos que otean desde la Torre Tavira no van precisamente hacia la muerte, sino decidida y ambiciosamente hacia la vida. Pertenecen a los doscientos jóvenes de 16 y 17 años que se embarcarán en breve en el ferry “Albaycin” de la compañía Transmediterránea rumbo a Lanzarote para participar en la expedición “España Rumbo al Sur”.
Ya llevan meses soñando con el viaje y peleando por él, pues han tenido que buscarse la vida para, a través de proyectos de crowfounding o de su propio trabajo, encontrar la financiación para la parte del viaje que no han cubierto los patrocinadores. No vale que sus padres le paguen la inscripción. Esto no es un campamento. Es un viaje iniciático, un auténtico viaje de descubrimiento. Las clases particulares, los conciertos de violín en las comuniones, la venta de camisetas, las tartas de chucherías… han generado los recursos.
No pueden traer móviles; los mp3 y las consolas también se quedan en casa… sobran para que los monitores de España Rumbo al Sur hagan aflorar en ellos sus mejores valores: el esfuerzo, la solidaridad, la resistencia, el compromiso, la responsabilidad, el respeto al otro, la sensibilización en voluntariado, la acción… y también para que los chavales vuelvan a sus casas con mejor formación humana, con menos prejuicios y miedos.
Todos los años desde 2006 se pone en marcha, con salida desde Madrid, esta expedición de jóvenes que dura 21 días durante los cuales reciben multitud de conferencias y participan en talleres y actividades sobre temas como comunicación, primeros auxilios, cooperación, ética, astronomía, navegación, escritura, dibujo… y sorprende un poco a los que como nosotros, somos novatos en la misma, que todos los chavales se presentan voluntarios para todo y que todas las charlas y conferencias terminen con calurosos aplausos para los ponentes. El espíritu se mantiene alto.
Este año los escenarios de esta expedición, capitaneada por Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo, serán las islas de Lanzarote y Fuerteventura y los islotes de Lobos y Graciosa. Lugares soñados por los antiguos y muy próximos ya para los chavales, porque el ferry -entre simulacros de reanimación cardiaca, charlas sobre navegación, conferencias sobre valores, tablas de gimnasia y un sinfín de actividades- devora las 600 millas que separan Cádiz de las islas en solo 36 horas.
Así pues la distancia física que une a los jóvenes expedicionarios con sus familias se agranda mientras se estrechan lazos con nuevos amigos y se cruzan reflexiones y conversaciones con misioneros, navegantes, bomberos, educadores, militares, compañeros….
Todos percibimos que la travesía que acaba de comenzar es un viaje sin retorno. Todos sabemos que nada podrá impedir que estos expedicionarios vuelvan a sus casas con la mirada cargada de sueños y de futuro.
El barco ya ha llegado a Lanzarote, la distancia que separa el muelle del cuartel donde pernoctaremos, unos cinco kilómetros, se recorre andando. Entramos en la Macaronesia.
Los ojos abiertos.
A los dieciseis/dicisiete años, la vida es un cuaderno lleno de páginas en blanco. La página de España Rumbo al Sur tiene punto de comienzo, Cadiz, y unas pocas líneas que todavía no es posible clasificar: la noche entre los muros del castillo de Santa Catalina, junto al mar, un conato de golpe de calor en las horas centrales del día y la presencia constante del viento de Levante. Nada extraordinario, salvo el hecho de que, de golpe, se encuentran ciento sesenta chavales para compartir una experiencia de la que apenas intuyen detalles. El futuro inmediato es el barco, navegación por el Atlántico, hasta un punto determinado de Canarias, después Dios sabe los caminos y las experiencias pendientes. Lo fundamental, lo extraordinario, es la voluntad (y la necesidad) de asumir las incertidumbres, las incógnitas. La aventura es despojarse de las seguridades y los apoyos que han actuado hasta ahora con ellos como una capa sobreprotectora.
Dormir al raso es, por supuesto, puro juego, la ocasión de compartir momentos con los nuevos amigos, la oportunidad de crear grupo. Todavía no hay cansancio, estamos en territorio conocido. Lo bueno o lo malo que quede para el recuerdo dependerá de la capacidad de empatía de cada uno, de la facilidad (o dificultad) para impulsar relaciones personales. Según avance la caravana, según se aleje de la vida cotidiana, se llenarán de colores, de trazos finos o gruesos, las nuevas páginas.
Y los chicos perderán certezas, descubrirán debilidades y fortalezas nunca hasta ahora puestas a prueba, vivirán una experiencia irrepetible y crearán lazos que –a esa edad- serán imborrables. El éxito o el fracaso (personal) del viaje dependerán de su actitud. En cualquier otro momento de la vida podrán repetir el trayecto, solos o con otros acompañantes, pero el momento mágico –la edad irrepetible- está produciéndose justo ahora.
Y aunque nadie lo puede vivir por ellos, y aunque de poco sirvan los consejos, cabría decirles: abrir los ojos. Como platos.
Luis Pintor.
Profesor Taller de Radio