La expedición de “Madrid Rumbo al Sur” amanece acampada en las dunas de Merzouga, cerca de la frontera con Argelia, y lleva a cabo una jornada con el desierto como protagonista.
BAJO EL SIGNO DE ORIÓN
Sí, es cierto, las estrellas nos han estado acompañando todo el viaje, nunca se han ido. Pero la experiencia de dormir en las dunas viendo el cielo nítidamente estrellado es única. La vía láctea es tan clara que nos envuelve. Orión, omnipresente, es nítida, formando lo que me parece que es una garra amenazadora. Paco, uno de los astrónomos que integra el equipo de la expedición, se extraña de que me parezca una garra. Los expedicionarios en todo caso no parecen temer que nada se cierna sobre sus cabezas, y disfrutan de ser, tumbados en la arena, viajeros del espacio.
FRONTERAS
El comienzo de la actividad en el campamento deja entrever varias fronteras. La primera, se intuye, es la de Argelia, a tan solo unos kilómetros detrás de las dunas. La segunda, la que marcan las sombras que va dejando el sol a medida que asciende, es decir, la frontera entre el fresco de la noche y el abrasador calor del día. La tercera frontera que marca este amanecer es la de las circunstancias incompatibles con la vida. El sol obliga a hidratarnos constantemente. Un descuido, una pérdida de cantimplora, un error a la hora de concertar un punto de encuentro con los vehículos que transportan las garrafas, significa problemas graves. Una negligencia a la hora de colocarse e sombrero, preludia un golpe de sol. Un descuido con la crema solar, puede suponer quemaduras, Llega la hora de ser responsable, consigo mismo y con los demás. La frontera lo impone.
LOS GUÍAS
Nuestros guías locales son gente curiosa y simpática. Sus vestimentas les confieren una indiscutible apariencia de gente del desierto. Que las dunas y la arena son su casa queda evidente desde el momento en que nos dicen: “Bienvenidos al desierto”. Algunos de ellos llevan pequeñas motocicletas, similares a nuestras “Mobylettes”, con las que hacen virguerías por las pendientes arenosas. Después comprobaremos cómo dominan a las mil maravillas el desplazamiento con nuestros todoterrenos Volkswagen Amarok. Bien conduciéndolos, bien guiando al conductor, los meten por sitios imposibles. Son gente que domina varios idiomas, sin haber dado nunca clases. Uno de ellos chapurrea incluso vasco. Su dominio del español es tal que uno de ellos, al que preguntamos si está casado, responde, sonriendo, con un refrán: “Hombre casado es como burro domado”. Marina, una de las auxiliares, me dice que otro, al que le ha preguntado la edad, le ha contestado, a carcajada limpia: “A mí, se me ha pasado el arroz”.
DE LA NADA
Cuando comienza la actividad en el campamento, cuando el sol empieza a abrasar, aparecen como de la nada niños marroquíes vendiendo collares, pulseras y bisutería variada. De repente, un círculo de expedicionarios rodea a uno de ellos, que adquiere mayor protagonismo. Lleva en brazos un Fenec, o “Zorro del desierto”, una especie de zorro orejudo, propio de estas tierras. Pide algo para alimentarlo, y le doy algo del desayuno de las raciones del ejercito.
LA TRAVESÍA DEL DESIERTO
Los expedicionarios, con sus monitores y parte del equipo, emprenden caminata a pie hasta un oasis que se encuentra detrás de dos grandes dunas que se ven en el horizonte, y que parecen sendos colmillos. Se reparten los consejos imprescindibles: Esparcirse crema solar, colocarse los sombreros, y llenar las cantimploras. Ángel Sevillano, nuestro experto en Seguridad y Emergencias, nos comenta durante la marcha que lo que hay que hacer es beber a sorbitos, y calcular el gasto de agua como para que en el destino nos sobre un tercio de la cantimplora. Por si acaso. Claro está, la mayoría no somos capaces de hacerlo, y cuando aún queda un buen trecho de marcha, ya hemos acabado todo el agua –ya muy caliente- que llevamos. Con los labios resecos y la cabeza soñando con agua fresca, llegamos al oasis, en realidad una serie de jaimas al lado de un pozo. Reventados por el calor y por el esfuerzo de subir y bajar resbalando por dunas vacilantes, encontramos un pozo con agua, esta bastante caliente y con mucha arena, pero a todos nos parece la mejor agua que hemos probado jamás, después de la marcha abrasadora por las agotadoras dunas.
LA DUDA DE LAS JOROBAS
Por turnos, los expedicionarios hacen parte del camino a lomos de dromedarios guiados por pobladores de la zona. Son animales malolientes, callosos y sucios, pero dignos en su manera de andar y levantarse. Y en el curioso bramido con el que se comunican. El viaje a lomos de estos animales no es cómodo, sin embargo. Muchos de los chicos, aunque encantados, destacan el dolor por los botes que se pega en la silla. Y, por supuesto, no faltó la tradicional discusión sobre si estos animales de una joroba son dromedarios o camellos. Bea, monitora, me dice que ella es bióloga, y que le haga caso si me dice que son dromedarios. Se acuerda porque los paquetes de “Camel”, que llevan un animal de una sola joroba, están equivocados. Luego es un dromedario. Le creo, aunque el argumento me parece poco científico para ser bióloga.
MANDA NARICES
En el oasis, momentos surrealistas varios. En pleno mar de dunas, la cobertura 3G, destaca alguno de los miembros del equipo, es bastante mejor que en algunas de las ciudades por las que hemos pasado. Apoyados en las jaimas, polvorientos, comidos por el sol y el calor, aparecen La comida que nos trae en los Amarokd el equipo de cocina es… bocadillo de huevos fritos. Nadie se explica cómo han llegado sin romperse 200 huevos, dando botes por las dunas en los 4×4.
AIMÉE 2
Aimée es sólo un ejemplo de lo que ocurre con los demás. El primer día de expedición escribí en mi crónica diaria cómo de manera casi infantil imaginaba que su familia estaría preocupada por ella. Hoy, en el oasis, Aimée está ayudando al equipo de cocina, sirviendo la comida. Su cara es seria, sus rasgos acerados, su voz más firme que la que yo recordaba. Le pido que me sirva un poco, y a la vez que lo hace, alza la voz para que le oigan sus compañeros: “¿Véis?, ¡Así hay que pedírmelo, por mi nombre!”. Es otra persona. Seguramente, yo también.
PARAÍSO TOMBUCTÚ
A pesar de que la marcha a pie de vuelta del oasis es más llevadera que la de ida, porque el sol poniente muerde menos, el día ha sido intenso y agotador. Pero hay premio. Premio sorpresa. Se nos desplaza a la Kashba Tombuctú, un hotel con jardines, piscina, bar, y lujos que empezábamos a olvidar. Por turnos, todos nos bañamos en la piscina o incluso disfrutamos de las magníficas duchas de la sauna. Es noche cerrada, pero los grupos charlan alrededor de las hamacas, al lado de la piscina que un día fue azul. Las mesas de la terraza se llenan de refrescos. Y de fondo, claro, el fútbol. En la televisión del bar, el Barcelona- Atlético de Madrid. Españoles y marroquíes gritan y exclaman con las ocasiones, las faltas y los diversos lances del juego. En el momento de escribir esta crónica, el resultado es 0-0. A nuestro alrededor, los murallones y torres que conforman la arquitectura típica de la zona, parecen observarse entre sí, pensando que nunca se habían visto en una como ésta.
Después , una cena buenísima que preparan nuestros bomberos cocineros Pablo Font y su equipo , unos macarrones con cebolla buenísimos.
En pleno desierto programa académico, Pedro Arranz y Paco Centenera explican el impresionante cielo del desierto.
Luego proyectamos cine en las dunas, hoy De Dioses y Hombres
“Madrid Rumbo al Sur” cumple en 2013 la octava edición de un proyecto, liderado por el especialista en Aventura Telmo Aldaz de la Quadra-Salcedo, que procura a jóvenes estudiantes, en su mayoría de la Comunidad de Madrid, y este año por primera vez abierto al resto de España e unión europea , una experiencia que aúna Formación en Cooperación, un extenso y variado programa académico, y la posibilidad de manejarse en ambientes naturales y sociales desconocidos para la gran mayoría de ellos.
Crónicas Expedicionarios
Hoy ha sido un día especial, ha sido un día muy esperado y donde hemos compartido muchas ilusiones. El día ha comenzado fuerte. Cuando nos hemos levantado, en mitad del desierto, con la luz del sol que recientemente había salido, he mirado a mi alrededor y me he quedado sorprendida; un color precioso y un montón de buenas sensaciones pasaban por mi cabeza. Después de la sesión de deporte y de un magnifico desayuno, hemos estado andando por el desierto. Es como una postal de los Reyes Magos, pero en vez de ellos éramos nosotros, unas cien personitas, con el calor andando por ahí. Cuando me he montado en el dromedario, he tenido un pequeño momento para reflexionar, darme cuenta de todo lo que estoy conociendo. Me han pasado por la cabeza un montón de aventuras inolvidables como por ejemplo lo que viví el otro día en el monasterio con el único monje que queda vivo de la película basada en hechos reales de “ De Dioses y Hombres”, una película que significó mucho para mi. Y al estar con Jean Pierre hablando y contando su ejemplo de vida no pude evitar emocionarme y acordarme de todas aquellas personas con las que compartirlo. Es una de las cosas que Madrid Rumbo al Sur no me va a dejar olvidar. Sin duda un montón de cosas vividas y muy divertidas pero otras muchas quedan por vivir. Ahora a punto de darnos un bañito de noche después de otra caminata por el desierto. Aprovecharé cada momento de esta aventura. Gracias Madrid Rumbo al Sur por todo. Hasta pronto.
Rocío Pérez Calandria
Hoy hemos tenido la oportunidad de conocer una de las muchas cosas de África, el mundo bereber. Ayer muchos de nosotros tuvimos el primer contacto con el inmenso desierto. A pesar de que transitamos las dunas de arena, ya entrada la noche la experiencia fue genial. Bajo el cielo estrellado, como pocas veces hemos podido ver, ascendíamos y descendíamos las dunas. Pero hoy se han superado todas las expectativas. Despertar con todo aquel paisaje que habíamos visto la noche pasada pero repleto de color. Fue increíble: arenas de un color térreo entre amarillo y rojizo y un cielo limpio y azul como muy pocas veces se puede ver.
A lo largo de la mañana, cruzamos en desierto hasta llegar a un oasis repleto de vegetación. Tras la larga travesía, en un paisaje exótico que parecía sacado de la película de Lawrence de Arabia, estábamos agotados.
Pudimos compartir con los bereberes el que es su refugio, un lugar con cantidad de verde y un par de pozas que abastecen de agua este pequeño oasis en el infinito desierto. Además, a la comitiva que surcaba este idílico lugar, le acompañaba una caravana de dromedarios que hacían del momento una verdadera aventura. ¿De qué manera podría terminar ese gran día? Viendo el atardecer subido a uno de éstos dromedarios.
Jorge Navas
Amanece en Marruecos, en un desierto, con un sol bastante abrasador a las siete de la mañana. Como no, gimnasia, pero bueno, se va haciendo llevadera.
Hoy es un día duro físicamente. Toca caminata muy larga por el desierto, con un agua que hay que racionar bien. Hoy hemos vivido la sensación de agotamiento y desesperación. Ganas de llegar al Oasis. Éste llega y en él nos acogen muy amablemente.
Nunca el agua fue tan necesaria y más fresquita tras una mañana agotadora. Llega la hora de salir con las cantimploras llenas de agua de pozo. Empezamos a andar y se hace más ameno, ya que el sol no desespera.
Sin tenerlo planeado he acabado en una pick-up con Marina por las dunas. Increíble.
Esto me recuerda a mi hermano Pepe, que hoy cumple 12 años y le deseo lo mejor, que haya disfrutado y que le quiero mucho.
Os mando muchos besos a todos,
Belén Romagosa
Despertarse en el desierto es una sensación única así como indescriptible. Además, nuestra primera oportunidad – o por lo menos la mía- para observar el desierto de día. Las dunas son interminables y estamos rodeados por un mar de arena que es tan impresionante como imponente. Llegan los camellos, unos animales pacientes y tranquilos, y montarlos se asemeja a una enorme cuna cuyo mecer te adormece suavemente.
La temperatura asciende a los 45º y en ese momento recuerdo cuando me quejaba por los escasos 37º de Madrid. Pero esto es el Sur.
Poco a poco el oasis se divisa a lo lejos. Un pequeño paraíso en medio de una maravilla. Sin duda, jamás volveremos a desperdiciar el agua.
Subo a lo alto de una duna y al ver como se extiende el desierto alrededor, me quedo sin aliento. Arena, arena y arena. Hasta Argelia se puede ver a lo lejos.
Sin duda, el desierto es uno de los lugares más bellos que he visto.
Alejandra Sánchez.