MARRUECOS CONTRA ÁFRICA
Recuerdo la primera vez que presencié un baile africano. Los hombres vestían como guerreros, pero sus movimientos eran suaves, llenos de delicadeza, casi ternura. Mi cabeza torpe, plagada de estereotipos, esperaba agresivos gestos de virilidad acordes a los arrogantes colores, músculos y armas de los danzantes. Sin embargo se encontraron con una sutileza y una coquetería notoriamente femenina. Para quien no conocía África, era algo que no encajaba con el continente de los guerreros y las fieras.
Marruecos. África. Los humanos somos tercos, y para esta edición de MRS volvía a dejarme engañar por mis prejuicios. Porque me bastaba con encontrar a gentes muy distantes a los soberbios senegaleses de otras ocasiones, a los colores de la arena y la selva o a las leyendas de bestias salvajes. Era algo obvio. Sin embargo, apenas he tardado en reconocer la silueta del África que ya conozco. Porque este continente se despliega más allá de los límites que vemos en los documentales, es más que selvas y guerreros Massai. En realidad basta cruzar el estrecho para comprobar el efecto que pueden llegar a tener unos pocos kilómetros de agua. Ni siquiera Ceuta puede disimular que allí estamos inmersos en un aire menos familiar, que sólo a ratos consigue parecerse a las calles de cualquier otra ciudad. Tras las primeras horas de viaje ya será imposible ignorar ese ambiente callejero que destila un aroma peculiar, reconocible incluso para más torpe de los paladares.
Es algo obvio para los sentidos. Sin embargo cuesta más trabajo a nuestra mente -siempre preocupada en encontrar imágenes concretas- determinar dónde reside esta diferencia con la sociedad de la que venimos. Pañuelos en la cabeza, sombreros y chilabas se ponen de manifiesto enseguida. Haciendo un pequeño esfuerzo uno puede reparar en las tiendas abiertas a la calle, los puestos ambulantes en carreteras desiertas, el caos de coches o el tropel de niños campando a sus anchas por doquier. Africano sin duda, pero no suficiente. Debe de haber algo más.
Hoy llegaremos tarde. Ya hace horas que se hizo de noche en esta carretera que salta entre montañas asomadas a un silencioso mar. En medio de la nada, a cada rato, aparece una persona caminando pausadamente hacia un destino imposible, como si no importase el tiempo que se emplee o el trabajo que cueste. Como quien sólo puede vivir el ahora en la certeza de que es ridículo hacer planes en contra del destino. Como quien se limita a seguir andando reconociendo que lo que le suceda, sea lo que sea, no es ni mérito ni culpa suya. Una mirada más atenta descubre, como en el baile de los guerreros, que aquí parecen convivir sin esfuerzo la paciencia del sabio sufí mezclada a partes iguales con la imprudencia pueril de los conductores, o la picardía de los jóvenes sin esperanza junto a la rectitud de la educación islámica, o la basura amontonada en cada rincón de la ciudad entremezclada con los ecos de una cultura milenaria que sabe que lo único importante es resolver el ahora y olvidarse del mañana. Probablemente la única opción sensata en esta tierra. Porque sea lo que sea lo que esto signifique, Marruecos está empapada de África.
Francisco Centenera
Crónicas expedicionarios
De camino al Atlas hemos hecho una parada en “Al Hoceima” (Alhucemas), ciudad en la cual mires donde mires ves el torreón de una mezquita. Podemos ver tras las hojas de las palmeras de un verde parque asomar una cruz cristiana perteneciente a una pequeña iglesia de fachada blanca que resalta de forma majestuosa.
El padre Secundino de la Orden Franciscana nos ha abierto las puertas de su casa a los más de 100 rumberos agradeciéndonos mil veces nuestra visita. Y qué mejor manera que agradecérnoslo que celebrar la Eucaristía para todos aquellos que lo quisieran. Nos ha dado el privilegio de preparar esta celebración un sábado, ya que el domingo no era posible. Ha sido una ceremonia improvisada donde tuvimos que preparar y practicar los cánticos, pero todos tuvimos la posibilidad de comulgar.
Después fuimos a la casa de los Hermanos de la Cruz Blanca donde atienden y cuidan personas de la zona con deficiencias psiquicas,
Los HH. De la Cruz nos habían preparado una merendola riquísima y muy apetecible.
Pablo Sánchez
Puede parecer que los días como hoy, en los que viajamos muchas horas en autobús no dan de sí como para escribir una crónica. Sin embargo son justamente los días en los que tengo el tiempo suficiente para reflexionar sobre el viaje, sobre cómo me está afectando a nivel personal, sobre los cambios que espero de mí una vez que llegue a casa, pero sobre todo me pregunto si, una vez que llegue a casa, seré capaz de transmitirle a la gente lo mucho que esta experiencia está cambiando mi forma de ver las cosas y de verme y entenderme a mi.
Es cierto que una persona puede cambiar, pero el mundo no cambia con ella. Es decir, cuando vuelva todo seguirá siendo igual. Es entonces cuando se demuestra si este viaje ha influido o no en mí, intentando no olvidar todas las emociones y sensaciones que estoy viviendo estos días, y manteniendo la ilusión y las ganas de cambiar el mundo.
Olaya Najarro
¡Qué dolor de garganta! Estoy afónica y ahora tenemos media hora de correr
No he aguantado, me dolía muchísimo así que he ido a rallar unos tomates con los cocineros, ¡Qué simpáticos son los bomberos!, ¡Menudas risas!
Me encuentro mejor ahora, aunque sigo temiendo por correr mañana, se me da fatal.
De todas maneras, si hay algo que estoy aprendiendo de este viaje es que soy mucho más capaz de lo que creo y que aquí hay gente maravillosa que te echa un cable a cada minuto que necesites.
Hoy hemos ido a Alhucemas, allí hemos ido a misa. Hay quien esto lo considera algo mas, pero para mi la misa de hoy ha sido especial. Llevaba dos años sin ir y sin confesarme, al acabar la Eucaristía he estado hablando con el cura sobre la humildad de los religiosos que están en África…
Ha sido un largo viaje en autobús, pero cada vez pillo más rápido la postura así que he dormido y se me ha hecho corto.
Buenas noches
Maria Ronda