Crónicas expedicionarios

Una vez más el paisaje se ha aliado con nuestra ingenuidad para alimentar la ilusión de todos nosotros en la caminata a Tattiouine.
Hemos sido testigos de un espeluznante árido paisaje cuya monotonía resultaba incluso escalofriante. El calor atizaba al tiempo que las nubes acechaban impetuosas, a un sol cegador que parecía controlar la uniformidad del paisaje.
Parecía contradictorio escuchar agua fluir por una de las laderas, así como inesperado y sobrecogedor encontrar inmensas extensiones de vegetación brotando de la superficie.
La naturaleza ha parecido retratar el contraste entre el marrón del suelo con el intenso y brillante verde de las plantas, soplando un fuerte viento que auguraba tormenta.
Las aleatorias agrupaciones de verde han transformado un paisaje plano en un paisaje pintoresco, reflejando así los distintos estados de ánimo por los que atravesamos en este viaje. Pero si hay uno a destacar, ese es la sorpresa.

Sara Ramos

A un día de cumplirse una semana de viaje, pareciera que lleváramos casi un año. Completamente introducidos en la rutina diaria, los expedicionarios nos hemos amoldado a estos nuevos hábitos de vida.
Poco a poco vamos descubriendo pequeñas cosas de este país, de su gente y de diversos proyectos aquí establecidos; pero sobre todo, nos vamos conociendo entre nosotros y a nosotros mismos.
Es indiscutible que la convivencia une, pero la convivencia en condiciones adversas lo hace más. El compañerismo y la camaradería están a la orden del día, así como también nuestras diferencias.
Respecto a nosotros mismos, posiblemente como consecuencia del diálogo con los demás y la visión de una realidad diferente, algunos si no todos, nos cuestionamos (y estoy convencido de que cuestionaremos) mucho de lo que pensábamos, pensamos y pensaremos, haciéndonos preguntas con difíciles respuestas.
Aún así, nuestro ánimo, ganas e ilusión siguen intactos o más fuertes.
Los rumberos continuamos dispuestos a aprender, conocer, reflexionar y por supuesto, a reírnos y pasárnoslo bien.
Estas pocas líneas, escritas con dificultad de uno de nuestros viajes en autocar (hoy con visitas al Medio Atlas) serán un recuerdo en el largo futuro que nos espera a la vuelta a Madrid.

R. G. C.
Rafael García

Quiero que las familias lean algo que a mi me encantaría leer si fuera ellos, algo que describe las experiencias, sensaciones y emociones que hemos podido experimentar hoy día 25 de agosto en plena expedición y desde el punto de vista de una rumbera.
Empezando el día, y así mi redacción, he de reconocer que asusta demasiado el dormirse habiendo tenido que tomarse tantas molestias de prevenir picaduras de alacranes o escorpiones y pensar que podrían haberse colado en el saco fácilmente por la apertura de la cabeza. Las medidas han sido efectivas puesto que por ahora no hay picaduras aunque otros insectos son tan inmunes al “relec” que nos acribillan.
Siguiendo al desayuno y al deporte (cotidiano y mañanero), tenemos largas horas en el autocar, en las cuales tienes tiempo de pensar. Piensas en tus padres, tus hermanos, tus amigos, piensas en que estarán haciendo mientras tú sudas en las marchas o visitas algún proyecto. Piensas en que te encantaría poder adoptar un estilo de vida nómada, provisional y sin apenas orden (como lo es el que estamos llevando). Yo, personalmente lo recomiendo, dejen el lugar donde estén y pónganse en marcha; al principio será enloquecedor pero solo es cuestión de acostumbrarse. Duermes un poco en el bus y sueñas con casa, con un día normal, revives tus recuerdos. Al despertar ves un paisaje diferente, renuevas tus expectativas, y reflexionas sobre las relaciones humanas y que la dicha de vivir no proviene solo o en su mayor parte de ellas, sino que están por doquier, la naturaleza es una enorme esfera llena de vegetación, barrizales y una gran variedad de animales y nosotros tenemos el poder de visitarlo. Cuando acabas de viajar y comienzas a caminar piensas en el cansancio acumulado, en lo precioso que es el paisaje y en que no está tan mal la caminata si te acompañas de personas que te agradan o que te das cuenta de que acabas de conocer. Te das cuenta de la de cosas que podemos experimentar, y lo cerca que las tenemos; solo debemos hacer el gesto de agarrarlas y así estarán aún más cerca y las podremos coger con facilidad. Debemos ser valientes, revelarnos contra nuestro propio estilo de vida y empezar a vivir al margen de las convenciones de una sociedad. Al ver una casa de adobe con un par de manos de niños saliendo de entre una ventana, piensas en que se puede llevar una vida austera, que puede ser mochilera y vivir de tu propia comida. No hay que pensarlo tanto, no hay que buscar excusas, solo hay que ser como todos los jóvenes y gente de apoyo que me acompañan; tenemos que ponernos una meta, salir y realizarla. El núcleo de la esencia del ser humano es la pasión por la aventura, busquémosla.
Eso es el resumen de todo lo que soy capaz de pensar en un día como hoy.
P.D Recuerdos desde África a mi familia con amor.

Paula Sánchez.

Escribo desde el reguardo de la jaima. Fuera está lloviendo. Después de desayunar en el improvisado campamento en el que dormimos anoche, nos hemos subido a los autobuses para llegar al Atlas. En los autobuses reinaba el silencio, aprovechábamos para recuperar las horas de sueño que no dormimos por las noches. Al llegar nos sorprendimos con las casas de adobe que se desperdigaban alrededor del valle por donde corre el río. Me parece increíble como nace la vida alrededor del agua. Un desierto de roca seco de las montañas contrasta con las montañas verdes del valle en las que las familias cultivan sus huertas. La marcha ha sido muy agradable, el viento soplaba fresco contra nuestros rostros. Por la tarde hemos realizado diversos talleres dentro de las jaimas que han preparado para nosotros. La gente nos recibe con los brazos abiertos, dispuesta a mostrarnos sus casas, sus ritmos, sus lenguas, tradiciones… Con una sonrisa, nos saludan y nos tienden las manos. Los talleres nos han explicado los proyectos que desarrolla el canal de Isabel II, también había otra de inteligencia emocional, cooperación, gestión de riesgo y supervivencia. La noche ha caído y la actividad ha aumentado. Nos preparamos para pasar la noche en las jaimas. Un colchón de esterillas cubre el suelo y las mochilas están desperdigadas alrededor y el ritmo de los tambores suena en la lejanía animando la noche africana. Las plumas corren por los diarios, intentando plasmar todo lo que estamos viviendo. Los sentimientos y las sensaciones. Mónica se pelea con sus botas, intentando evitar las ampollas, estamos cansados pero ilusionados y expectantes por lo que nos deparará el mañana.

Andrea Briones

Despertar y correr empieza a ser una costumbre, pero la verdad es que no importa tanto si se hace amaneciendo en un desierto en el momento en el que el frío y el calor se hablan.
El sitio es chulo, pero sobre todo diferente, además le da cierta emoción saber que cada vez que haces una flexión te puedes encontrar un escorpión o alacrán, menos mal que no hay miedo porque tenemos un equipazo.
Después de un gran desayuno nos montamos en el bus, que empieza a ser el sitio más deseado por todos. Podemos descansar, pensar, cantar, pasarlo bien, pero sobre todo ya nos empezamos a conocer, las conversaciones se hacen cada vez más interesantes. Simplemente escuchar merece la pena, te aporta algo. El buen rollo se siente. Tras un largo viaje llegamos a nuestro destino: Tattiouine. El paisaje es árido pero tiene su encanto. Durante el camino un río nos acompaña.
Por fin llegamos a unas tiendas o jaima que nos han preparado una familia bereber. Aunque empieza a llover, conseguimos apañarnos para realizar los talleres: optimismo, montaña, cooperación…y yo tomando apuntes por petición de la gente de Madrid. La verdad esta siendo simplemente otro día impresiónate más. Casas de adobe, atardeceres, esto tiene un encanto especial ¡Este país mola!
Un saludo a la familia y a Gon y Paulita.

Álvaro Palazón