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Crónicas día 8

“Madrid Rumbo al Sur 2013” amanece en Tattiouine y se desplaza hasta el Circo De Jaffar, en la Cordillera de Atlas.

LAVADO EN AGUA FRÍA

Cerca de las Jaimas donde acampamos, surge de entre las piedras agua gélida de origen subterráneo. Esta agua se convierte en seguida en un regato que llega hasta la antigua Presa francesa, ahora llena de piedras provenientes de una torrentera. Después del deporte, los expedicionarios tienen un rato libre para acercarse al agua y lavar ropa y bañarse si quieren. Y quieren. Al principio dudan, pero uno de ellos toma la iniciativa y se tumba de golpe en la corriente que corre entre los guijarros. Aún no se ha apagado su grito causado por el frío, cuando los demás ya están chapoteando. El viento polvoriento, victorioso desde su llegada, ha perdido su primera batalla.

LOS AUTOS LOCOS

La expedición se divide en dos grupos, los expedicionarios y monitores que inician la marcha de aproximación al Circo de Jaffar, y los vehículos que van a proporcionarles apoyo. Viajo en el 4×4 de Ángel sevillano, responsable de ruta, a través de pistas y caminos de piedras, que nos llevarán a un primer punto de encuentro con la columna de la marcha. Entre los coches y camiones la comunicación se realiza a través de los talkies. Cuando arrancamos, se escucha la voz de Jesús Pastor, que lleva el camión cisterna de bomberos, decir: “Parecemos los Autos locos”. De inmediato se escucha a Jorge Cartagena, del camión de Material, preguntar: “¿Quién se pide ser Penélope Glamour”

OASIS

Los vehículos esperan a la columna en el punto de encuentro. Ahí los chavales podrán rellenar sus cantimploras con el agua del camión de bomberos, convenientemente potabilizada. Les vemos de lejos llegar, señalados en principio sólo por el polvo que levantan al pisar la tierra seca. Lentamente vamos identificando las figuras, con sus gorros y mochilas. Pasan cerca de rebaños de ovejas y cabras, observados por el pastor que, impertérrito, vegeta sentado a la entrada de su pequeña jaima. Aún les quedan a los caminantes unos kilómetros para llegar al impresionante Circo de Jaffar. En los coches, sin embargo, se quedan los más cansados o doloridos. En nuestro 4×4 entran siete chicas, cansadas, pero encantadas de ir en la caja de este vetusto pero resolutivo vehículo.

MISIÓN ESPECIAL

Los vehículos se dirigen hacia la explanada, frente al Circo de Jaffar, que es nuestro segundo punto de encuentro. Las siete chicas que se apelotonan en la caja del 4×4 de Sevillano, y que pegan enormes botes a cada bache, van encantadas. De repente, un movimiento brusco, el coche inclinado, y la rueda trasera izquierda metida en una zanja entre las piedras. Sevi nos pide a las chicas y a mí que nos bajemos y que le ayudemos, empujando al coche. A la de tres, empujamos, la rueda derrapa hasta coger agarre y nuestro 4×4 retoma la pista. Todos lanzamos vítores, porque creemos que hemos sacado de un apuro a nuestro gran experto en emergencias, y eso da galones. Aunque ahora, después de la emoción, estoy absolutamente seguro de que él hubiera sacado la rueda sin dificultad, y de que tan solo ha querido dejarnos ser protagonistas.

PUERTAS AL CAMPO

Desde las ventanillas se ven, tiradas en el suelo yermo de piedras y barrancos y laderas, vallas de alambre de espino. En medio de la Nada, en un sitio donde no se me ocurre nada que poder defender, no me entra en la cabeza qué podían delimitar esas vallas, antes verticales.

EL MARAVILLOSO MUNDO DEL CIRCO

El segundo punto de encuentro es una explanada, a 2.200 metros de altitud, frente a la que se erigen las altas montañas que, imponentes, conforman el Circo de Jaffar. Ahí se reparte la comida. Desde nuestra posición de aprecian las cumbres, las aristas –siempre duras y angulosas-, y las laderas reventadas de estos imponentes colosos. Y entre ellos, barrancos, gargantas y cortados imposibles, que parecen los restos de una batalla de gigantes. La piedra, siempre rota en esta zona, ha sido torturada por el brutal contraste de temperaturas propio del Atlas. Piedra que no puede ocultar su destrozada existencia, porque la vegetación es prácticamente inexistente, lunar, arbustiva. Las únicas sombras son las que el implacable sol provoca en los ángulos de la piedra, pareciendo en ocasiones un paisaje en blanco y negro, sin grises, en una zona en la que, efectivamente, los matices parecen un lujo.

PASTOR DE NUESTRO REBAÑO

La marcha a pie se desarrolla, después de comer, con un descenso hasta la garganta de Jaffar, entre las tremendas paredes de piedra, y la travesía a través de ésta. Nuestro guía es un pastor bereber de mediana edad y poblado bigote, que con una botella de plástico en la mano, provoca una escabechina en el grupo cada vez que acelera el paso. Sarif, que así se llama, ya guió hace años a “Madrid Rumbo al Sur” por ese hermoso lugar. En esa ocasión me contó cómo los bereberes son muy partidarios del actual Rey de marruecos, Mohamed VI, porque había hecho mucho por unas tierras abandonadas de la mano de Dios. De Alá, en su idioma. Su opinión sobre el padre de Mohamed, Hassan II, no era sin embargo, tan buena. Recuerdo que Sarif me habló de la inseguridad que reinaba en las montañas en aquella época. Bueno, más que nada recuerdo e gesto que me hizo, con su dedo índice pasando por su cuello, como si lo rebanara.

CON LOS PIES EN EL SUELO

El paisaje es hermosísimo, pero apenas lo podemos apreciar hasta que nos detenemos. Y es que, como comenta una de las chicas que marchan a mi lado, la vista tiene que estar fijada permanentemente en el suelo. El camino es de piedras rotas que se clavan en los pies al pisar, y que amenazan con provocar malas pisadas y torceduras, así que la atención ha de ser constante.

RAID

Los chicos y chicas que componen esta octava edición de “Madrid Rumbo al Sur” acaban encantados esta marcha, de cerca de 25 kilómetros, por terrenos difíciles pero bellísimos. Sin embargo, a la contemplación sucede la acción. Los vehículos nos recogen y, dado que los autobuses no pueden acceder a las pistas y terrenos por donde se desarrolla la jornada, tenemos que repartirnos por la plataforma trasera de las pick-ups, por el techo de camión de bomberos, por la caja del camión de material, y por un montón de sitios divertidos, que van a permitir disfrutar a los chavales de la emoción de notar el viento –y el polvo- en la cara, y de pegar botes con los baches y badenes. Una chica que estaba en la parte trasera de las pick-up se desespera intentando que pablo Martos, jefe de monitores, le deje quedarse. Pablo, que ha encontrado para ella sitio en el interior de uno de los vehículos, le manda bajarse. Ella queda desolada, pero tendrá más oportunidades.

JEAN PIERRE

El Hermano Jean Pierre es el único superviviente vivo de la matanza de Tibirin, en Argelia, en 1996, en la que siete monjes del monasterio cisterciense de la Virgen del Atlas fueron asesinados –se les cortó la cabeza-, presuntamente por el Grupo Islamista Armado, el GIA. Jean Pierre vive ahora en la nueva ubicación del monasterio, en Midelt, adonde se desplaza el grupo de vehículos. Tiene 89 años pero, a través del Padre Jose Luis , amigo e incansable investigador,  que ejerce de traductor, nos cuenta con detalle sus recuerdos. Dice que él y el otro monje que no fueron secuestrados, rezaron mucho para que se liberara a sus compañeros. Y Dios no les escuchó. Después de cometido el crimen, rezó para no perder su vocación, y ahí sí fue escuchado. Jean Pierre todavía reza en la actualidad, dice, porque dios perdone a los asesinos, y poder encontrarlos en el cielo cuando muera. Mientras él habla a los expedicionarios, casi a oscuras en e patio del Monasterio, se escucha el sonido del Muecín llamar a la oración. Oración a la que también dedican gran parte de su tiempo los monjes. Se da la circunstancia de que la orden cisterciense estipula siete oraciones diarias. Una por cada cabeza que apareció cortada en Tibirin.


Crónicas expedicionarios

Ya llevamos una semana de viaje. ¿Quién lo diría?
Por una parte parece que acabamos de llegar, pero por el contrario, da la impresión de que llevamos toda la vida juntos.
Después del desayuno y del deporte correspondiente, hemos tenido la oportunidad de bañarnos, asearnos y lavar ropa en el río. Ha sido una gozada. El agua estaba helada, congelada, pero todos hemos optado por pasar frío para oler bien y lavarnosy nos hemos puesto manos a la obra haciendo uso de cantimploras y platos para aclararnos.
Existen tres bienes muy cotizados entre los expedicionarios: pastillas potabilizadoras que tardan solo media hora y no dos horas, las tiritas antiampollas y el espejo, que ya lo piden hasta los chicos. Es una sensación rara no haberte visto en una semana.
Durante toda la mañana hemos andado y salido al Circo de Jaffar. La caminata ha sido larga y hemos llegado agotados. Desde arriba todo es precioso. Se abren muchos valles y cauces de ríos secos que en invierno van cargados de agua.
Cuando hemos acabado de comer, hemos empezado el descenso por un cañón. Andamos entre paredes altísimas, sobre un suelo pedregoso. Merecía muchísimo la pena. Todo el paisaje es una maravilla, indescriptible. Ni siquiera una foto es suficiente porque no es capaz de abarcar todo.
Ante nosotros se extienden llanuras interminables desérticas, sin nada en el horizonte. Maravilloso. Me transmite una paz increíble. Las personas que viven aquí, viven separadísimas unas de otras, en absoluta austeridad. Pasan su día a cargo de los rebaños y cultivos.
Empezamos todos a valorar más las cosas. Saltamos de alegría si hay un bollito en el desayuno o si se puede repetir de leche. El día que podemos lavarnos el pelo es una gran sensación. Al final todos acabamos oliendo mal, así que, como es común, nadie se preocupa demasiado. Somos expertos en ahorrar ropa limpia.
Hoy volvemos a acampar en el campamento de los nómadas, bajo una jaima y bajo el cielo estrellado como techo. Esto es único.

Paloma García-Ogara Ceballos.


Hoy hace una semana que comenzamos la expedición, todos estamos bastante cansados y las ampollas se han convertido en nuestras mejores amigas.
Para mi personalmente hoy ha sido un día un poco especial. Hoy hemos hecho una marcha de larga distancia, pero muy bonita. Pasamos por un sitio que se llama la garganta de Jaffar, aquel sitio era precioso. Lo recorre un pequeño cauce que solamente funciona en invierno ya que en verano no hay deshielo y hace mucho calor. Todos nosotros hemos pasado por el río y estaba todo muy seco. Pasar por aquella garganta era alucinante, era enorme. Durante la marcha me acordé mucho de mi familia, de mi madre y de mi padre. De mi madre me acordé porque es de las personas más importantes en mi vida, y ahora mismo ella se encuentra en Madrid, sola y teniendo que trabajar. En cuanto a mi padre, es, junto a mi madre, de las más importantes. Mi padre hace tiempo que ya no está con mi madre y conmigo, pero sé que en cualquier lugar en que él esté se sentirá orgulloso de que yo esté aquí en esta expedición. Hoy mientras caminábamos por aquella garganta tan preciosa, me acordé de lo mucho que a él le gustaría estar aquí, por eso intenté disfrutar y aguantar hasta el final de la marcha cada paisaje, cada roca que pisaba, porque me recordaba a las horas que pasábamos juntos escalando las rocas de la playa cuando era pequeña. En verdad, todos los días me acuerdo de él, algunos más que otros, por eso sé que cada momento en el que yo esté aquí, él estará conmigo para ayudarme y protegerme, y sobretodo para vivir esta gran aventura junto a mí. Por eso esta pequeña crónica se la dedico a ellos.

PD: Mamá, estoy bien y te echo de menos, pronto estaremos juntas, te quiero

Julia López Sahagún


Después de llevar siete días sin ducharnos, por fin hemos conseguido darnos un agüilla de nuevo, pero no en ducha ni en lavabo, como la última vez, sino en un río. Tumbadita, y a punto de dejar de respirar por el frío del agua he conseguido lavarme, y por fin, lavar mi ropa más o menos.
A media mañana, y por la tarde, hemos recorrido treinta kilómetros, a dos mil metros de altura por el Medio Atlas y hemos comido en el Circo de Jaffar, una auténtica maravilla, hemos visitado un cañón y numerosos recovecos que la gente a penas puede visitar. Durante el recorrido me entraban momentos de subidón de no creerme la gran oportunidad que estamos viviendo. A penas pienso en lo demás, estoy centrada en disfrutar cada momento, y cada día me llevo más alegría y emoción, incluso de pensar donde estoy se me encharcan los ojitos de pequeñas lagrimitas. Pero además de alegría siento más emociones. Ver como cambia la vida al atravesar el estrecho me encoge el corazón. Siento cariño al ver que con lo poco que tienen siguen sonriendo incluso más que aquellos que más tienen. Porque esta gente es la que de verdad aprecia la vida. Pero también siento tristeza cuando veo que la gente no se da cuenta de lo que tiene. El simple hecho de abrir el grifo y que salga agua, abrir la nevera y tener comida, son cosas que no valoramos y no vemos lo afortunados que somos, por eso esta experiencia me está chocando y me está encantando.
También reconozco que se me encoge el corazón al pensar en mi familia. Echo de menos a todos ellos y me emociono al ver todo lo que les quiero y sinceramente yo no estaría aquí si no fuera por ellos, son mi mayor tesoro.

Julia Escudero de la Cruz


Hoy ha sido uno de esos días que se recuerda durante mucho tiempo. Un día más en África, sin un momento para respirar, como de costumbre. Pero hoy ha sido diferente. Por el momento, ha sido el día más completo y más especial. Una mañana más, a las seis de la mañana, nos hemos puesto en pie con las increíbles ganas de una hora de deporte. Pero nada más terminar nos han dado la vida con la noticia de que íbamos a poder lavarnos y lavar ropa en el riachuelo. Hemos ido en masa, buscando un hueco para poder quitarnos el olor a …Caminatas, ejercicio, calor… Ese olor. No era en agua normal. Era un agua que dolía. Frío como el hielo, pero no podemos hacer exquisiteces. No hay mejor sensación que sentirte limpito y poder meterte la mano en el pelo, ya sin sal, polvo, roña…Pero esa limpieza no ha servido de mucho. Al acabar de desayunar, con un sol abrasador, nos hemos puesto en marcha para una caminata que duraría todo el día. Veinte kilómetros recorriendo el Atlas. Cuando parecía que llevabas cinco horas caminando realmente acababas de empezar. Pero eso sí, ha sido el día que más he caminado de mi vida, y de los paisajes más increíbles que puedes encontrar. Eternas llanuras áridas, rojas y sin vida, aparte de un par de árboles y los bereberes con sus chozas y ovejas. Parecía no haber fin. Joras y horas bajo el sol pero aguantando con las mágicas pastillas de glucosa. La comida, algo que no se puede descubrir. Una esperada comida en lo alto del Átlas frente al circo de Jafar. El resto de la caminata a sido en la parte mágica, caminando entre las gargantas inmensas del Átlas, rincón que no sabía que existía. No se puede describir, hay que estar ahí. Lo curioso es no cruzarse con ninún guiri por ninguna de estas maravillas. Marruecos tiene muchos secretos y muy bien escondidos. Cuando por fin se acabó el tremendo camino de subidas, nos han recogido los camiones con una puesta de sol africana y con unos baches que recordaban al parque de atracciones.
Lo mejor es haber llegado a las jaimas, donde estoy escribiendo esto, tumbarme mirando a uno de los cielos más estrellados que nunca he visto, y una noche más disfruta como un enano bailando y haciendo payasadas.
Un día más, estoy muy feliz aquí.
PD: Os echo un poquito de menos, papa, mama, Laura y a mi Flequi.

Carlos Delgado

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