logo_blanco

Crónicas expedicionarios 1 agosto

La familia
Los pasos de Pablo Martos resonaban por el pasillo. “Buenos días” y todos nos levantábamos como si esas palabras activaran un resorte dentro de nosotros. El café caliente comenzaba a despertarnos. Más tarde, dientes lavados y macuto cerrado. Cogíamos la mochila pequeña, hoy tocaba marcha, pero un imprevisto nos obliga a dar una charla primero.
Subimos a los buses camino al destino de hoy. Conversaciones y risas llenaban el ambiente. Nuestros ojos se llenaban a través de las ventanas de costumbres desconocidas y rostros etíopes. Al bajar, un mercado nos sorprendió de frente. Comenzaba la caminata.
Avanzábamos rodeados de piedras y barro, corriendo en ocasiones para cerrar los huecos. Hasta la primera parada todo iba bien. Según caminábamos el miedo se iba apoderando de mí. Demasiada altura, demasiado al borde. Algunas personas maravillosas me acompañaban, me daban la mano, me ayudaban. Al alcanzar a todos notaba como el aire huía de mis pulmones, pero pude controlarlo. Pude acabar llorando de alegría abrazando a mi grupo. Resulta abrumador cómo nos queremos tanto en tan solo siete días.
Finalizaba la marcha riendo y hablando. Distraída. Sintiéndome protegida por cada monitor, por cada compañero. Toda esta nueva familia que me rodea ha conseguido llevarme hasta el final con un miedo superado. No me he rendido, no he dejado mi cuerpo caer, pero ahora sé que, aunque así hubiera sido, ellos no habrían dejado que ocurriera. Etiopía ha creado una unión, una familia, que nadie que no esté aquí comprende. Estamos bien, bien sucios, pero somos más felices que nunca.
María Moreno

 La naturaleza del silencio
“Pisa fuerte” es una expresión que nunca había entendido tan bien. Hemos estado en Kossoye y pisando fuerte he conseguido no caerme y seguir caminando. Merece la pena caminar, pisar fuerte y descubrirte a ti misma con un grupo de amigos descubriendo la vegetación, el agua, la niebla. El lugar es absolutamente maravilloso.
Allá abajo es inimaginable la distancia, el valle es tan abrupto que solo logro vislumbrar a lo lejos pequeños puntitos blancos. Podrían ser poblados, llenos de historias que incluso a kilómetros tienen cabida en sutiles pensamientos de cualquier mente creativa. Aquí estamos incrustados en las montañas. La naturaleza impera. Al cerrar los ojos somos conscientes de que respiramos un aire puro que nos oxigena por dentro. Ver este verde tan brillante me revitaliza y me sana, y el murmullo del arroyo se pierde en la niebla dotando al instante de una magia misteriosa.
Muchas veces creemos que aprendemos de los libros. Y es cierto, aprendemos de ellos. Pero yo hoy he aprendido de estas montañas. Ellas me enseñan la importancia del silencio para escuchar con atención todo lo que cuerpo y alma me hacen sentir. La naturaleza presenta los olores, sonidos y texturas perfectas, pero solo rodeados del silencio se vuelven trascendentales. Es imprescindible este regalo y sonrío cuando soy consciente de ello.
Aquí siento mis pulmones limpios. Hay una sencillez primaria que acompaña a mis manos y pies llenos de barro y experiencia. Y este instante, este trozo de vivencia que no es sino una humilde página de mi diario de viaje, se hace inmenso en tanto a que existe la felicidad de estar viviendo. Sencillamente gracias. Sigamos caminando y pisando fuerte juntos, eligiendo adecuadamente cada huella que dejamos.
María López Machuca

 25/11/2011
Veinticinco de noviembre de dos mil once. “Buenos días”. Esto ya se convierte en rutina. Vístete, ponte en pie y prepara tu mochila. Como roedores siguiendo al flautista de Hamelín, nos dirigimos absortos por el olor hasta la “cocina”. “¡Una semana! ¡Llevamos una semana!” – se oye entre el barullo. Aquí se pierde la noción del tiempo. Todavía con la legaña en los ojos, ponemos rumbo a un mercado de Gondor. Una multitud de gente, animales, espacios, café. No perdemos el tiempo, echamos a andar entre la frondosa vegetación del Monte Simien.
Mareos, vértigos, fatigas, pero igual de ilusionados que un niño por pasar por debajo de una cascada, que nos salte una cabra por encima de la cabeza o perdernos por el monte.
Llegamos al castillo de Gondar. ¿Quién se iba a imaginar que una dinastía de reyes tuviera 6 castillos, uno por reinado?
A pesar de la parcial incapacidad por mantener los ojos abiertos, resistimos (todo lo que podemos) absorbiendo todo el jugo de las charlas previa a la cena. ¡Arroz! ¡Nunca nos había gustado tanto el arroz!
“Hasta mañana rumberos”.
María Miguel Cuervo

EGUNA 7
“Me siento viva”. Eso es lo que he dicho con la cabeza fuera del bus absorbiendo el ambiente nocturno de Gondar, reflexionando sobre el día de hoy.
Hoy hemos hecho la ruta más intensa y difícil y sin embargo, la más bonita de mi vida. Entre zancadas, saltos y resbalones hemos hablado, reído y cantado como nunca. Los momentos en los que podíamos pausar y admirar el paisaje eran escasos pero te dejaban con la boca abierta y llena de magia. El paisaje tropical libre de manipulación humana te hacían creer que eras la primera persona en poner en esa montaña. Eran unas vistas inhóspitas e increíbles que, junto a los momentos más intensos (como la casi embestidura de una vaca  alas numerosas “casi caídas”), creaban un vínculo especial con la gente de la que ibas acompañada.
Además, hemos tenido un momento muy bonito del grupo 7 (“las salseras”), cuando hemos ido a apoyar a María, que estaba muy agobiada. Ha sido muy gratificante conseguir sacarle una sonrisa al abrazarla, calmarla, animarla, cantando y bailando juntos.
Según ha dicho un estudiante etíope, la zona donde hemos hecho la marcha se llama Kossoye, que recoge el nombre a partir de un árbol autóctono, Kosso.
Después de un merecido bocadillo, hemos visitado el castillo de Gondar del Emperador Fasílidas. Allí, hemos bailado bailes típicos y aprendido curiosidades sobre los distintos reyes que construyeron allí. También, mi grupo, Las Salseras, hemos compuesto nuestra propia versión de “Resistiré”. Me he sentido muy feliz y llena cantando y bailando con ellas, ya que todas estábamos compartiendo estas experiencias únicas.
Ana Alfagemes Sotillos

 Mundos.
A tres mil metros de altura, de marcha por las montañas, no he podido evitar acordarme de una preciosa frase que dice: “hay otros mundos, pero están en este”.
Me he tomado un segundo para mirar a mi alrededor y observar las caras de aquellos con quienes tan fuertes lazos he formado en tan poco tiempo, aquellos que en apenas una semana han pasado de desconocidos a grandes amigos.
He observado el impresionante paisaje que se alzaba a nuestro alrededor y que, como Laura decía: “parecía el fin del mundo”. Me he sentido literalmente por encima de las nubes, que cubrían las montañas a lo lejos y que no dejaban ver el horizonte. Y, tras respirar profundamente aire puro, he creído comprender al fin el significado de dicha frase.
Rumbo al Sur nos ha abierto las puertas a un nuevo mundo; un mundo impregnado de olores, sonidos y colores desconocidos hasta ahora, lleno de personas con caras sonrientes que saludan al vernos pasar y chocan nuestras manos.
Un mundo que hoy comparto con un increíble grupo de personas donde cada uno tiene una magia interior que poco a poco va mostrando. Un lugar donde sólo importa el ahora, donde todo se define en “improvise, adapt and overcome”.
Un mundo que ha hecho a nuestro barco virar rumbo a Etiopía.
María Álvarez Negueruela.

HIMNO DE RUMBO AL SUR
(adaptación de Resistiré)
Un día 26 llegué asustada,
dejé mi cama, mi familia
y dejé el váter también.

Y me encontré con un lugar
que no esperaba,
faltan barritas, falta agua
y en el bus no duermo bien.

Resistiré el viaje a Etiopía,
Soportaré las lluvias
y jamás me quejaré.

Y aunque muy sucia yo esté
nunca me cambio,
entre salseos y sonrisas
yo siempre me siento bien.

Resistiré ,
Soportaré el madrugón y el
deporte también.

Y si por algo a mi las fuerzas
se me marchan
RESISTIRÉ, RESISTIREEEEE
Grupo 7

Aire
Aire, que nos purifica por dentro y tantas veces nos falta. Arriba en las montañas intenta huir de ti, lo buscas desesperadamente. Al encontrarlo se halla de la mano de esa sensación, orgullo.
Hoy ha sido una de esas mañanas en las que hemos jugado los dos al escondite entre montañas indescriptibles. Me tocaba pillarlo, pensé en rendirme. Entonces miras a tu alrededor y encuentras una familia de 130 personas que te ayuda a buscarlo. Lo pillas, lo retienes. Has ganado. Aparece de forma automática una sonrisa en tu cara. Esa sonrisa que lleva apareciendo estos últimos 7 días.
Sonríes cuando te sientes en casa, rodeada de familia y con la esperanza de estas aquí siempre, poder detener el tiempo en este momento.
Marta Pérez-Saborid

comparte

Facebook
Twitter
LinkedIn

patrocinador principal

patrocinadores

LOGOTIPOS QUALITAS ENERGY_V2-11 (2)

colaboradores

NOTICIAS RELACIONADAS