Crónicas expedicionarios 2 agosto

Transición del oeste al este etíope
Hoy, noveno día de la expedición de España Rumbo al Sur por tierras etíopes, hemos viajado tras la celebración de la Santa Misa en nuestro campamento cisterciense de la ciudad de Gondar a Lalibela, que nos ha ocupado todo el día.
Seguimos atravesando verdes valles, torrentes y montañas, llegando a altitudes superiores a los 3300 metros. Las estampas del paisaje son realmente bellas, quizás manchadas por los numerosos eucaliptos que han sustituido a las especies forestales autóctonas. No podemos más que describir, sin juzgar, esta realidad, este resultado de la mano del hombre que sobrevive en una economía de subsistencia y que usa esta especie de origen australiano para la construcción de paredes, techos, andamios; así como para cocinar o calentarse.
De la misma manera y desde un mero punto de vista estético, las características viviendas redondas con techos de junco han sido relevados por un estilo cuadrangular con techos de chapa que a la luz del día, al igual que a luz de la luna, parece nevado, rompiendo con la tradicional arquitectura local que gusta al visitante. Aun nos quedamos con la mirada fija en algunas construcciones reminiscentes del pasado que aparecen a lo largo de la jornada.
En las paradas que realizamos, a veces por capricho o porque el cuerpo nos lo pide, los niños se nos siguen acercando, no sabemos si por la novedad de ver a un grupo tan grande de blancos (farenyi en amárico), por cortesía o porque saben que pueden sacar un pequeño provecho en forma de ropa, bolígrafo, limosna, o cualquier otro detalle. En uno de nuestros descansos hemos tomado una injera, una masa de pan con una fermentación especial típica, con salsa picante y hemos finalizado con un café servido de forma tradicional que nos ha calentado el cuerpo en un día fresco.
La infancia es la alegría de Etiopía: sonríen, corren, dicen hola y adiós con gritos y ademanes, abandonando momentáneamente su labor de pastoreo, labranza u ocio.  Los adultos también miran, y a veces se acercan, pero tienen otras cosas por las que preocuparse.
Seguimos recorriendo nuestro camino lentamente por carreteras de tierra y asfalto al inicio del atardecer hacia nuestro destino. Se nos siguen atravesando ovejas, vacas, perros, babuinos y burros por calles y carreteras haciendo nuestro convoy malabarismos para que ambas partes sigamos nuestro camino. En una nueva parada hombres armados con fusiles se nos acercan y vigilan hasta cerciorarse que no somos una amenaza para ellos o sus familias.
Felizmente llegamos a nuestro destino para tomar una generosa cena tras esta larga e intensa jornada. Con ilusión vamos comentando, entre expedicionarios y monitores, la jornada de mañana, esperando que sea tan grata para nuestras almas y nuestros recuerdos.
Fernando Passage
Equipo ERS

 A 100 por hora
El paisaje africano vuela por delante nuestro: frondosos valles y montañas, ríos caudalosos, cascadas, inmensos lagos y aldeas con chabolas. 12 horas en bus o “guagua” dan mucho que ver y recorrer, pero sobre todo nos permite un momento de pausa en el que reflexionar.
En Etiopía, los días vuelan. Todo va a 100 por hora. Dormimos muchos menos de lo que nos gustaría, pero gracias a ello podemos aprovechar al máximo esta experiencia, desde las charlas y talleres, hasta las caminatas y visitas de algunas de las maravillas de las tierras etíopes.
Parece mentira que hayamos podido presenciar las grandiosas cataratas del Nilo Azul, el inmenso lago Tana, las ruinas de Góngora nova y caminar por encima de las nubes en las cimas de las montañas Dawoba de Etiopía. Tenemos miedo de olvidarlo. Ojalá pudiéramos recordar cada detalle, salir del saco y recoger en tiempo récord. Los litros de Relec que nos protegen de cualquier bicho, las colas para pasar por nuestro buffet de 5 estrellas y el miedo diario a limpiar las letrinas. Pero sobre todo, tenemos miedo a olvidar las sensaciones que nos está dejando África. Poco a poco, nos vamos enamorando tanto de sus paisajes como de su gente. En un primer momento nos reciben con asombro y vergüenza, pero al final siempre cuesta despedirse.
Hace 7 días, 135 expedicionarios dejábamos atrás España para hacer frente a esta aventura. A día de hoy, una vez superadas las presentaciones, nos hemos convertido en una familia con espíritu de ayuda y unidad. Ya no somos simples jóvenes inquietos, hemos cambiado. Somos más abiertos, más conscientes y por tanto más dispuestos a cambiar el mundo. Somos más humildes, más empáticos, más maduros y más solidarios. Somos rumberos.
Lucía Alonso y Ana Tarancón

 Empapados de Etiopía
Ya llevamos ocho días en Etiopía, ocho días que hemos exprimido desde las seis de la mañana hasta la una de la madrugada. No negaremos el echar de menos las comodidades de España. Aquí no solo nos empapamos de agua sino que también de experiencia.
Hoy hemos visto una roca que dicen que era el dedo de Dios tocando la tierra. A su vez creemos que estas tierras nos están tocando el corazón. Saludamos a un mundo paralelo lleno de personas con miradas curiosas, pies descalzos y sonrisas entusiastas. ¿A caso sabrán de dónde venimos?
En España tenemos de todo, aquí no tienen nada y aun teniendo nada muchas veces tienen más que nosotros. Estamos acostumbrados a vivir con prisas, despertándonos un lunes esperando que sea viernes. Aquí aprendimos a vivir cada día, aprovechando cada momento al máximo. Dejamos nuestros móviles en España ayudándonos a desconectar para conectar.
Hemos aprendido que hay más vida aparte de la que conocíamos. Esto nos ha abierto los ojos para darnos cuenta de que tenemos una misión, que aunque puede que no sepamos muy bien cual es, sabemos que empieza aquí. Somos rumberos y hemos decidido coger nuestros macutos en busca de aventura. Estamos listos para que este país tan fascinante deje huella en nosotros.
Clara Orbea y Pilar Pardo de Santayana

Verde esperanza
Hace un año, era yo quien escribió aquí mismo sobre la cantidad de verde que tiene Uganda. Incrédula de mí el día que puse rumbo a Etiopía esperando un país amarillo. Prejuicio provocada por la escasa y superficial información que llega a occidente sobre las sequías y hambrunas de este país. Pues, querido lector desinformado, siento repetirme al reiterar la cantidad de tonalidades verdes que asimilan mis ojos por segundo ahora mismo.
De junio a septiembre, Etiopía se encuentra en época de lluvias, estas transforman los paisajes áridos en las selvas casi tropicales en las que me encuentro. Así que sí… aquí estoy, en África con camiseta térmica, forro polar y capa de agua. ¿Quién lo diría?
A pesar de las lluvias torrenciales que mojan nuestras pertenencias casi a diario, es día 10 de expedición y todavía no nos hemos podido duchar como nos duchamos en España, aquí el sistema del cazo es lo normal en etiopía.
Es increíble el agua que cae y la carencia de infraestructuras para retenerla y utilizarla posteriormente, ya sea por higiene personal o por los nueve meses de sequía. Las hambrunas de este país dependen de las cosechas de estos tres meses de lluvia. Por lo tanto, si las lluvias no son suficientes o por el contrario excesivas, sufrirán dichas consecuencias.
Pero bueno, como ya he dicho, solo veo verde y el verde siempre ha sido el color de la esperanza.
Judit Garcelán

 Cosas nuevas
En nuestro octavo día de viaje para los del segundo vuelo nos toca algo poco apetecible, un día entero en el bus. Esta mañana por fin hemos podido lavarnos el pelo y nada más terminar de desayunar y de cargar los camiones, nos hemos subido al bus. Al principio he pensado que el día iba a ser interminable, pero tengo que decir, que me equivocaba. De momento hoy me he dado cuenta de tres cosas.
La primera, es que tengo una facilidad y una capacidad impresionante para dormirme en tres minutos sin importar el ruido y las condiciones que haya.
La segunda, es que venía muy equivocada con la idea que tenía sobre Etiopía. Me pensaba, como imagino que piensa mucha gente, que iba a ser un país árido, amarillo y caluroso. Mentira. No he visto nunca tormentas tan intensas como la que nos cayó en las cataratas del Nilo Azul, y tantas tonalidades de verde juntas. Las carreteras por las que vamos nos presentan unos desfiladeros desde donde se ven cientos y cientos de kilómetros de una Etiopía verde y viva. Ojalá pudiera describiros lo que se ve, pero me parecería hasta una falta de respeto intentarlo de lo tremendamente bonito que es.
Y la tercera cosa que he aprendido es que estoy viajando con gente maravillosa. Una chica de mi grupo, Andrea, se ha traído la guitarra y a la pobre la tenemos explotada. Nos hemos pasado todo el viaje cantando y hasta me ha enseñado a tocar una canción.
De momento, esas son las tres cosas que he aprendido hoy, pero me da la sensación de que no es ni la décima parte de lo que me queda por aprender. Así que, por el momento, seguiremos viajando Rumbo al Sur.
Sandra Merlo

Días de autobús
Lavarse el pelo, desayunar Nocillla e ir a misa. Esto puede parecer una simple mañana de un domingo cualquiera en Madrid. Pero no. En Rumbo es una mañana para no olvidar.
Hoy toca día de bus. Ningún monitor se atreve a decirnos cuántas horas durará el trayecto y esta señal significa: ponerse cómodos. Lo cierto es que los viajes aquí se hacen amenos. Un día de bus no significa un día perdido sino un día de conocer más a fondo a los expedicionarios, cantar canciones de misa, continuar el cuaderno de viaje que tenemos olvidado y fortalecer las amistades; porque aquel que comparte su barrita, te sigue la canción que estás cantando o te deja apoyarte en su hombro, ese ya es un amigo.
Contemplar los paisajes de la carretera, ver los pueblos y conocer la realidad de cómo viven los etíopes también complementa la experiencia. Contagiarse de cada una de las sonrisas de los niños al saludarnos a través de la ventana hace que cada kilómetro merezca la pena.
Alejandra Arauz de Robles

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