Crónicas expedicionarios 23 de julio

Probablemente esta fue la noche más complicada de lo que llevamos de expedición. Con todos los techos basa montados para pasar la noche y poder resguardarnos de la posible lluvia. Muchos expedicionarios decidimos dormir en la arena sin el resguardo del techo, arriesgándonos a mojarnos. Cuando por fin teníamos las mosquiteras montadas, empezamos a sentir un gran ardor en nuestras caras. No sabíamos lo que era y ni siquiera si a los demás compañeros les ocurría lo mismo. Al día siguiente aprendíamos que ese ardor fue causado por las mosquiteras, ya que a muchos se nos olvidó ventilarlas antes de la expedición.

Me desperté al amanecer y aun metido en el saco eché un vistazo a la playa paradisiaca. Vi que había gente ya despierta, al parecer mucha gente no había podido dormir bien. Yo sin embargo pude dormir bastante bien, ya que el sonido de las olas me relaja. Cuando me giro se despierta Juan, lo veo con la cara llena de arena, pero sobre todo la nariz. Yo también tenía arena por el cuerpo, pero no me molestó para dormir. Cuando nos levantamos, me enteré de que unos cuantos compañeros se habían intoxicado con la mosquitera. Menos mal que al final yo no me la puse, porque estuve a punto de hacerlo.

Una vez despiertos, pero activos todavía no, comenzamos la mañana con algo de deporte. Hasta el día de hoy no sabía que a la seis de la mañana el calor pegase de esa forma, pero para mi suerte nos dimos un baño en la cálida Playa de las Canas, donde habíamos amanecido. Al salir del agua el equipo cocina nos había preparado el desayuno y en especial el dulce chocolate dominicano que tanto disfrute.

Comenzó el periodo de talleres, a mi grupo junto con el 7 y el 8 nos tocó ir al taller de teatro, el cual sería un poco accidentado. Empezamos haciendo ejercicios como de relajación y para reconocer nuestro propio cuerpo, la verdad que esa parte no la entendí demasiado. Nos hacían estar con los ojos cerrados y casi me duermo. Cuando cambiamos de ejercicio empezó a llover, debido a eso nos fuimos corriendo a cubrir las mochilas y cuando volvimos hicimos escenas que fueron super graciosas.

Luego nos cambiaron de taller y fuimos con Jaime que nos contó sobre su proyecto en El limón y lo que hace con su ONG. La verdad es que su taller fue muy interesante, pero sobre todo me quedo con la una idea que menciono Jaime. Nos dijo que: “hagamos realmente lo que queramos hacer y todo lo que nos hace feliz en nuestra vida”.

Después de los talleres. Nos dieron a elegir entre hacer una marcha por la selva hasta llegar a una cala o andar por la playa hasta otra cala salvaje. Los que teníamos los pies doloridos fuimos por la playa que era un paseo más corto, durante el camino me quemé entera y entre eso y el escozor por la mosquitera se hizo un poco pesado. Cuando llegamos, el paisaje era muy bonito. Ahí descansamos un rato y volvimos a la playa grande a bañarnos mientras esperabamos a que llegaran los del otro grupo.

Al contrario que el resto, que se fue a la caminata. Yo me quedé en la playa ayudando en cocina junto a Sergio y Sofia que tampoco podían andar. Estuvimos principalmente limpiando las ollas en el mar y cascando huevos. Pasamos un buen rato hablando con los monitores sobre todo porque Sergio llevaba 3 chutes de Emancipen y estaba todo el rato en Babia.

Con la calurosa caminata impregnada por la humedad dominicana fuimos los expedicionarios que se atrevieron a elegir la decisión con mayor dificultad fuimos directos a la playa, con el único objetivo de saciar el infernal calor acumulado. En la mejor parte del baño, a grito pelado nos llamaron para la comida del día.

Tenía bastante hambre, limpié mis cosas un poco en el mar y me coloqué en la fila pero nos dijeron que la comida no estaba lista. Igualmente me quede en mi sitio para comer lo antes posible. Por desgracia se me calló el plato, así que aproveché para limpiarlo a fondo y abrir un delicioso coco, mientras recordaba la peculiar araña blanca y roja con pinchos en la parte trasera que me encontré por el camino. Me volví a colocar en la cola, pero más adelante por el camino ya que mis amigos me habían guardado el sitio en la marcha. Esperaba ansioso los huevos revueltos con patatas, macarrones y pan, que me supieron a gloria.

Como no había baños, tuvimos que lavar los platos y cubiertos en el agua salada del mar. ¡Nos vamos! Sonó la voz de Toro y nuestras miradas reflejaban tanto el susto como la sorpresa. Ninguno teníamos la mochila preparada y había gente que todavía estaba en la cola para repetir. Nos tuvimos que espabilar a la fuerza y recoger todo inmediatamente. Los más rápidos tuvieron la suerte de ir en la pick-up; los demás tuvieron que recoger toda la playa antes de ponerse a andar.

Me ofrecí voluntario a terminar de cortar el pan necesario para que comiéramos todos. Yo con la mayoría del grupo 2 y Julián cortábamos pan mientras la cola para comer crecía exponencialmente. Julián se hartó la mano y manchó un pan, ese fue el principio de nuestras confiscaciones de pan que apartábamos para luego comernos. Al terminar de cortar todos los panes Regina nos dijo que cogiésemos nuestros potos y que debido a nuestra asistencia podríamos saltarnos la enorme y creciente cole para comer.

Me sirvieron patatas, huevo y macarrones, lo engullí en 2 minutos con Sergio, mi binomio. Él tuvo la brillante idea de adelantarnos a los demás para repetir justamente, cuando hubieran terminado de servir al último. Me llené el estómago con los fabulosos macarrones de Creever limpié mi poto y cubiertos e iniciarnos una barrida de la zona del campamento. Ahí, Pablo Peña me relató cómo se encontró lo que él llamaba una serpiente negra cuando hacía sus tareas de “equipo cala” cuando Telmo pegó un berrido.

Telmo me dijo de subir a la pick up y a duras penas lo conseguimos unos cuantos entre mochilas y cajas. Arrancó el motor y salimos a toda velocidad, nuestras cabezas no dejaban de chocar con las hojas de los árboles y el miedo de llenarnos de barro al cruzar los charcos era real. En alguna ocasión pensé que nos quedábamos tirados, pero no, seguía y a toda velocidad dejando atrás una playa preciosa envuelta en un mar de palmeras.

Me bajé de la pick-up con dificultades debido a todas las mochilas que había en ella. Llegué al bus, estaba vacío y frío gracias al aire acondicionado. Y me dejé caer tendido sobre mi asiento y mis ojos fueron progresivamente cerrándose.

Era la última cuesta y aún llevaba la mochila. Estaba empapada en sudor y con cada paso que daba pesaba más. Había visto varios camiones, pero no había podido dejarla hasta casi terminar el camino. Decidí seguir andando hasta el final, y aunque no quedara mucho, me pareció una eternidad. Llegué al autobús y me bebí toda la botella de agua.

Se enciende el autobús, todo el mundo está bastante a gusto, aire acondicionado, charla, gente gritando “música”, y yo al borde del llanto con rozaduras y heridas en los pies, y con las zapatillas húmedas… no, lo siguiente, consigo quitarme las zapatillas a consejo de Carlos Toro y consigo echarme una siesta. El autobús se para repentinamente y se apagan todos los síntomas incluido el aire acondicionado, todos entran en pánico.

12 de la noche y seguíamos muertos de frio y esperando a ver cómo se solucionaba lo del bus, hasta que de repente empiezan a subir al nuestro los del segundo autobús. Entraron por lo menos 20 personas, colocándose como podían en el suelo, 3 en cada par de asiento o de pie. Estábamos muy incomodos, cansados e incluso enfadados, pero el bus volvió a ponerse en marcha.

Yo estaba en el autobús 3 muerta de frio y empezaron a subir todos los del autobús 2. Arrancamos bastante incomodos, había mucha gente en el suelo encima de las mochilas, cuando de repente el autobús paro y hasta 10 minutos después no supimos qué pasaba; se había roto el autobús por sobrepeso. Todos muertos de sueño y de frio por el aire tuvimos que bajarnos para ir hacia el otro autobús que tardó un rato en llegar.

El bus está roto, estrés y tensión en medio de un calor agobiante, pero Telmo estaba ahí. Parecido a un pasaje del antiguo testamento, un señor de pelo largo gobierna el calor del otro y el humo de la combustión y milagrosamente enciende el maldito bus.

Sonó la radio en nuestro bus, Telmo “ha pinchado un bus, rápido ha pinchado un bus”. En ese momento se paró el mundo, algunos afortunados no se enteran, otros nos lamentamos. La espera la sentimos con AC al menos, conciliando sueño con problemas en el suelo. Pese a que picaba mucho el cuerpo, conseguimos emprender el fin del viaje. 

Me desperté por los gritos de mis compañeros que celebraban por fin haber llegado al colegio en Santiago de los caballeros. Después de haber escuchado “La Misión”, una canción que significa mucho para mí. Noté una sensación de descanso, mientras dormimos unos encima de otros. La idea de que por fin dormiríamos debajo de un techo nos dio las fuerzas para bajar del autobús y empezar a asentarnos.

Nunca me había alegrado tanto por ver suelo firme bajo un tejado para dormir. En pocas horas amanecería, y yo, convencida de que en un par de horas nos despertarían para comenzar un nuevo día lleno de retos exigentes; no dude en tumbarme en mi esterilla, aún lleno de arena. Me acosté y sentí algo que en aquellas eternas horas de viaje no había logrado sentir en ningún momento. Comodidad. No tenía ni frio ni calor tenía espacio para respirar relajadamente, sin dos personas invadiendo todo mi espacio. El despertar qué magnifico. Sonaba la canción de la misión. Entonces entró Toro, y solo nos dio buenas noticias. No podía creerme que eran las 9; que no fuésemos a hacer deporte, y por último que al fin fuésemos a ducharnos. En contraste con la noche anterior, todo parecía surrealista. Todos aplaudían a Toro, son una sonrisa en la cara. Los momentos más difíciles, en los que más sacamos de nosotros mismos, nos unen y nos enseñan, pero estar en momentos de satisfacción son espectaculares, y en este viaje a menudo soñamos con esas pequeñas cosas, por eso cuando se cumple sentimos una felicidad inmensa.

Sofia Hidalgo, Guillermo Gutiérrez , Ana herrero, Pablo Hernanz , Barbara Lobato, Guillermo Giráldez, Andrés Laguía, Oliver Fletcher, Marina Jiménez, Luis Lagares, Jaime Marquez, Irene Fuentes, Martin García, Maria Gisbert, Juan Manso, Sergio Hernández, Gala García, Marcos Esteban, Adriana Gutiérrez, Paz Márquez

 

 

comparte

Facebook
Twitter
LinkedIn

patrocinador principal

patrocinadores

LOGOTIPOS QUALITAS ENERGY_V2-11 (2)

colaboradores

NOTICIAS RELACIONADAS