Crónicas Expedicionarios

PICO DUARTE

Mis botas de montaña son azules. Grandes. Estilo astronauta. Son un 42, dos números más de lo usual y estos dos últimos días no he parado de mirarlas. 3098 metros de altura, 29 km de subida y otros tantos de bajada tienen la culpa.

En el transcurso de 48 horas he hecho mi primera guardia nocturna, he desayunado a las 4 de la mañana, he tomado uno de los mejores chocolates calientes de mi vida y he conversado con una mula que me ayudó durante el trayecto.

Subiendo, cuando me sentía lo suficientemente segura, apartaba la mirada de mis botas y me daba cuenta de que ya estaba por encima de las nubes, en el cielo desde hacía rato, más alta que los pinos que me rodeaban.

Al final, tras darme cuenta de todo esto, volví a fijar los ojos en mis botas de astronauta para asegurar mis pasos hasta la cima.

Cristina Santacreu
Expedicionaria ERS 2021

 

Día 10 de expedición. Una hilera de luces comienza, aún de noche, la segunda parte de la ruta hacia el pico Duarte. Tras una larga subida bajo lluvia y mucho frío, comienza a amanecer y vemos cada vez más cerca nuestro objetivo de coronar un “tres mil”.

En cuanto nos pudimos dar cuenta estábamos en el cielo del Caribe, en el punto más alto de las Antillas Insulares, donde se podían ver las nubes bajo nosotros.

La felicidad se refleja en todas nuestras caras. El esfuerzo de habernos levantado a las 4 am ese día y el anterior, cobra sentido y ha merecido mucho la pena.

Comienza el descenso y nuestro nuevo objetivo es volver al refugio, donde nos espera un chocolate caliente y unas patatas asadas, que serán la única comida del día.

Después de eso comienza el descenso de verdad, lo que tardamos 8 horas en subir el día anterior. Entre pasos y mulas por fin llegamos y vamos directos al río, al lado de donde íbamos a dormir.

Ya estando todos como nuevos nos espera lo mejor. Unos lugareños habían estado desde las 9 de la mañana cocinando al fuego 3 cerdos en puya, que fueron un verdadero banquete para nosotros. Para animar el ambiente, también tuvimos música en directo, y pasada medianoche nos fuimos a dormir sin saber qué nos esperaría el día anterior.

María Mendizábal Quirós
Expedicionaria ERS 2021

 

Me despierto rodeada de gente por todas partes y entre ronquidos y bostezos, consigo llegar a la puerta del refugio. Son las 4 de la mañana y mientras los más atrevidos se disponen a coronar el Duarte, yo me dispongo a hacer guardia, con un frío escalofriante que ni la hoguera ni el chocolate caliente consiguen atenuar. A las 7 iniciamos la marcha tras un desayuno tan completo que nos anticipaba lo que iba a ser la jornada.

Debido a mi lesión en las rodillas, tuve que realizar el trayecto a lomos de una preciosa mula marrón, que a pesar de darme algún susto que otro, me llevó sana y sana al punto inicial. A pesar de tener unas ganas tremendas de hacer todo el trayecto a pie, la forma física no acompañaba. Lo positivo que me llevo, es que pude disfrutar de unas vistas increíbles y de tiempo para mí.

Ahora, termino esta crónica al compás del ritmo caribeño de una banda de Perico Ripiao, mientras observo con una sonrisa en la cara a mis compañeros, a mis amigos, dándome cuenta de lo mucho que los echaré de menos cuando no me despierte rodeada de ellos. Mi nueva familia.

Expedicionaria ERS 2021

 

4 de la mañana. La palabra “Diana” resuena por los rincones de la caseta en la que hemos dormido. Entre luces de frontales se encuentran los rumberos con los últimos preparativos. Hoy es el día que algunos temían y a otros emocionaban: subimos al Pico Duarte, el gigante más alto de las Antillas Insulares.

Tras un corto desayuno, cogimos unos mini buses hasta el inicio de la ruta. Allí, nos esperan decenas de mulas que nos acompañarán y ayudarán.

La subida se hace dura, pero la belleza de los paisajes que nos rodean hace que merezca la pena.

Cada trago de agua, cada barrita y cada ánimo son claves para cumplir nuestro objetivo.

A medida que subimos la flora va cambiando y las montañas del horizonte se hacen más cercanas. A ratos echo de menos mi cámara analógica, sobre todo para poder captar el misterio aportado por la niebla.

Tras varias paredes alcanzadas y kilómetros subidos llegamos al refugio donde pasaremos la noche.

Me enorgullece haber llegado hasta aquí, pero lo que más me emociona es ver como el resto de rumberos llegan ilusionados al final de la etapa.

Mañana algunos coronarán el Pico Duarte, mientras que yo me despido cenando un buen plato de arroz con judías.

Elisa García
Expedicionaria ERS 2021

 

La noche iba a ser corta y muy intensa.

Había estado pensando toda la noche en lo que nos esperaba al día siguiente.

A las 3 de la mañana me tocaba guardia, a la luz de la hoguera y el roce de la niebla.

Una hora más tarde nos levantábamos, en busca del Sol que nos llamaba al otro lado del valle del Parque Natural Armando ¿Semidíez?, mientras retratábamos en nuestras pupilas la llegada al Pico, junto a la estatua de Don Pablo Duarte.

Tras la marcha, marcada por la inestabilidad del tiempo y la carga de las mulas, coronamos el Pico. Tras ello, nuestra familia salesiana nos esperaba al calor de lo más puro de su cultura gastronómica. Puercos en Puya asados con leña tras 9 horas.

La noche iba a ser corta e intensa, vitoreando el gran triunfo y celebrando que somos unos de los pocos afortunados capaces de seguir disfrutando de la Familia Rumbo.

Ángela Sacó
Expedicionaria ERS 2021

 

SANTIAGO – COMETAS DE ESPERANZA

Amor, cuidado, protección; rehumanización. Rehumanización de unos niños que hasta hace poco estaban condenados a estar ahogados por la basura. Ingentes cantidades de residuos se erigen al final del barrio de La Mosca.

Sube la cuesta hasta el vertedero. Peléate con los tropezones semideshechos del suelo. Mira a tu alrededor, ¿ves algo?

Mira otra vez lo que parecen trapos ondeantes con el viento son personas que trabajan en sus laderas. La situación es cruda, pero al menos ya no se ven niños.

Niños que para ser sacados adelante en este ambiente hostil no verían a sus padres hasta más tarde del anochecer.

Niños que corrían el riesgo de no salir de allí nunca, enterrados por cartones, botellas, destinados a nadar eternamente con ellas.

Óscar y Andrea, con sus Cometas y Esperanza, les devolvieron el derecho a ser niños, a educarse en un entro que, con la misma cantidad de sudor, lágrimas y amor. Les da calidad educativa y calidez humana.

Se han convertido en el referente educativo del país. Los que un día veían el cielo contaminado sin expectativa de futuro ahora miran con esperanza al nuevo proyecto de la organización: la reconversión progresiva del vertedero en un parque ecológico.

Volviendo a la raíz del problema ya erradicado, los niños buzo, el siguiente paso a es cambiar el entorno para transformar así a las personas que viven en él.

Carolina de Alejandro Izquierdo
Expedicionaria ERS 2021

 

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