Domingo 26
Crónica 1:
Me levanto por la mañana entre el ruido y el movimiento de la gente, que reacciona ante la llamada de los monitores. Hoy hemos tenido la oportunidad de dormir algo más de lo habitual (es a las siete y veinte cuando nos despiertan). Evidentemente, esto tiene una explicación. Hoy toca marcha, lo que justificaría el hecho de que no tengamos que ir a hacer el deporte matutino con Pablo. El ritual de preparación comienza enseguida: pies recubiertos de esparadrapo y vaselina, crema solar de pies a cabeza y cantimploras rebosantes de agua. Habiendo terminado de desayunar, recogemos lo necesario, lo metemos en la mochila pequeña y abandonamos las haimas: la marcha comienza guiados por un bereber. Vamos avanzando por el sendero de tierra. El camino es duro y algo agotador, pero sin duda merece la pena. Un paisaje impresionante se extiende frente a nuestros ojos cada vez que levantamos la vista.
La parada que hacemos para rellenar las cantimploras de agua fría se nos presenta con el paisaje. Mientras tanto, Ángel, nos muestra ramitas de todo tipo de árboles y plantas propias de la zona, cada cual con un olor distinto y peculiar. Al llegar a la montaña del Atlas, paramos a comer. Exhaustos y con hambre, nos relajamos mientras engullíamos nuestros bocadillos.
Tras un tiempo de descanso, retomamos la marcha. Esta vez, el calor no es tan abrasador y el camino se hace más llevadero al ser llano. Nos introducimos entonces en uno de los lugares más increíbles que he visto nunca: la garganta de Jaffar. El paisaje sin duda levanta el ánimo de todos. Por desgracia, todo lo bueno se acaba, y cuando llegamos al fin de la garganta no puedo evitar sentir algo de tristeza.
Continuamos el camino. Se nos informa de que el camión de bomberos vendrá a recogernos para llevarnos de vuelta al campamento de haimas. Nos subimos apretujados unos contra otros y contándonos de todo, encontrando sin problema, un tema sobre el que hablar.
Llega un punto en el que los coches deben dar media vuelta para recoger a la segunda tanda de rumberos que no habían podido subir. Está oscureciendo y el tramo que nos queda por andar se llena de luces de los frontales y de conversación, mientras los cánticos de algunos rumberos aquí y allá amenizaban la marcha. Al fin vemos a lo lejos la luz de la furgoneta de cocina, lo que indica que casi hemos llegado a las haimas. Cuando llegamos no hay mayor sonrisa que la que se nos dibuja al descubrir que nuestra queridísma Cristina ha preparado macarrones a la boloñesa a modo de recompensa por el esfuerzo de hoy.
Escribiendo ahora a la luz de mi frontal, miro alrededor y me doy cuenta de la suerte que es poder estar aquí. Estar viviendo una experiencia como es la de España Rumbo al Sur.
Blanca Montoro
Crónica 2:
Tras una noche de cantos bereberes al fresco al ritmo de los animados tambores de nuestros vecinos, tocó despertar para prepararse para la gran caminata. Lo cierto es que, a pesar de que tuvimos el corazón en un puño por lo duro que iba a ser, hizo honor a su nombre y nos dejó a todos reventados.
Las primeras subidas eran más bien ligeras en comparación con lo que nos venía después. Con más o menos quejas, conseguimos llegar al primer alto para beber agua. Cuando ya el calor parecía vencernos, nuestros bomberos se coronaron como héroes al dejarnos a todos empapados con el agua del camión. Las últimas tres cuestas, nos pesaron más, que todas las demás, pero al final del desierto de piedras estaba la tierra prometida.
En una zona rocosa, tomamos la comida, que nos supo a gloria, junto con las siestecitas y descansos del momento.
Obligada fue, la foto de todo el grupo con la mastodóntica bandera de España y de Rumbo al Sur. Por supuesto, por el camino no faltaron sesiones de fotos a cargo de nuestro fotógrafo Cuesta y el equipo de vídeos –Mar, Diego y Néstor-.
Más abiertas aún que con la comida, se quedaron nuestras bocas al contemplar el desierto. Casi con toda seguridad era la primera vez que veíamos algo semejante. Otro lugar que nos dejó maravillados fue La Garganta de Jaffar, un larguísimo desfiladero de piedra de paredes enormes digno de la mejor película de aventuras.
La última subida fue especialmente dura, arenosa y llena de vacas y zanjas. Al llegar por fin arriba, nuestra sorpresa: el resto del trayecto hasta el campamento, lo haríamos en los camiones y furgonetas. Apiñados como pudimos, hicimos una breve parada para contemplar la puesta de sol, acompañados por unos dromedarios.
La entrada al campamento la hicimos, sin embargo, a pie y de noche cerrada y constituyó todo un alivio para nosotros y nuestros doloridos pies. Mientras unos terminaban de llegar y otros daban cuenta de unos merecidos macarrones, un grupo de valientes se aventura a darse un remojo reparador en el río helado.
Rotos y muertos de sueño, pero orgullosos de todo lo conseguido, nos acostamos para recargar energías para el día siguiente.
ERS es un viaje en el que los valientes se adentran, buscan sobrepasar sus límites. Hoy ha sido un claro ejemplo de esto. Con gran energía hemos empezado una marcha que durará nueve horas, en la cual recorreremos 35 km.
Pese a algunas bajas debidas al agotamiento, todos juntos nos hemos enfrentado a ello. Hemos ignorado los pensamientos negativos que nos invitaban a parar y hemos acabado con una gran sonrisa. El camino recorrerá los montes del Atlas. Con grandes subidas y bajadas.
En la parte final del camino, nos hemos encontrado con la esplendorosa visión del Circo de Jaffar, el gran cementerio de cedros y el cañón.
Una vez hemos vuelto todos, gracias a la ayuda de los bomberos que nos llevaron de revuelta al campamento, nos disponemos a dormir con la felicidad de haber acabado.
Natalia Cisbiere
Crónica 3:
A menudo, nos establecemos diversas metas. Sin embargo, estas tienden a estar muy por debajo de nuestras capacidades y habilidades. Puedo decir que hoy he experimentado el término de autosuperación. Yo lo definiría como superar las barreras que nosotros mismos nos ponemos.
A las 10:30 ya estábamos saliendo de marcha por los intrépidos montes de Tattiouine. El sol era abrasador y las cuestas vertiginosas. A pesar de todos los factores agotadores, rendirse no era la opción más inteligente. No sabemos de los que somos capaces hasta que lo hacemos. Hemos estado andando, interminables kilómetros con unas maravillosas vistas. Recorriendo la Garganta de Jaffar y los montes del Atlas.
Al regreso, hemos topado con un grupo de camellos tranquilamente, rondando por el lugar. Una experiencia preciosa, con vistas increíbles y llena de emoción. Día 6 superado.
Bábarba Ortiz