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Día 13. Crónica oficial. EL VIAJE, ALGO INESPERADO

EL VIAJE, ALGO INESPERADO 

Hay algo en los Aldaz de la Quadra-Salcedo que roza cierto punto de locura, no irracional,  de esas de manicomio, sino una locura sana, según nuestros acomodados ojos occidentales, porque si no cómo se explicaría que pudiendo dormir en un hotel de cuatro estrellas, con aire acondicionado y demás comodidades, alguien prefiriera dormir sobre una esterilla en una duna, que habiendo un destino planeado, con la seguridad que da el saber donde recostarse esa noche, alguien prefiriera saltarse el programa para parar el convoy, ver una tradicional fiesta bereber, y permitir a los expedicionarios comer, por primera vez en su vida, y quizá la única, carne de ternera a la parrilla como comen las gentes locales y beber té, dejando al albur del destino el sitio donde dormir.

No tiene explicación, así de claro. Así era su madre, Ana, una de las primeras mujeres arqueólogas de España, y su padre, el capitán Aldaz. Ambos les inculcaron que el viajar es precisamente eso, la aventura, la incertidumbre del descubrir, porque, en verdad, ellos ponen en práctica aquello que decía el reputado escritor de viajes estadounidense Paul Theroux: “Los turistas no saben dónde han estado, los viajeros no saben hasta donde están yendo”.

Mucho ahí de eso en esta familia, igual que mucho había en su tío, Miguel De la Quadra-Salcedo, que no dudaba en saltarse el programa para que los expedicionarios de la Ruta Quetzal, sintieran lo genuino, lo auténtico, dejando de lado lo ya organizado. Es una incertidumbre controlada, porque Telmo, y su hermana Mar, conocen perfectamente el terruño al que se aventuran, fruto de mil viajes hacia ningún sitio en concreto y hacia todos en particular.

Ayer, bajo los cedros de Arfou, tras un largo viaje en autobús, ya cerca de Rabat, Telmo se lo transmitió a los expedicionarios: “Hay que saltarse la seguridad, las rutinas, y eso nos hace tener menos miedo ante el porvenir. En las edades que estáis nada os da miedo, todo es posible si os lo proponéis. A mí, a vuestra edad, me parecía que el viaje era una liberación, y hacerlo por ese otro camino es otro viaje muy distinto”.

En ese sentido, afirmó que “seguramente un marroquí que ha venido a España”, por el simple hecho de viajar a lo desconocido, sin importarle el cómo y el por qué, “ha visto más en un mes que nosotros en una vida”. “Viajar por el otro camino es otro viaje, es la aventura. Una de las maravillas de esta vida es adaptarse a los cambios, empiezas a ser un viajero y un nómada”, les dijo a los aventureros el líder de la expedición, que relató cómo cruzó el Atlántico de joven en una réplica de la carabela Niña o el cómo hizo el mismo viaje que Diego Méndez de Zamora, lugarteniente de Colón, que cruza en 1503 en una canoa junto a los indígenas arauacos el Estrecho desde Jamaica a la Española (hoy República Dominicana y Haití).

Telmo quiso que los aventureros quisieran valorar lo que han vivido, más allá de los clichés: “El mundo musulmán según los telediarios es machista, violento, pero no lo hemos visto aquí, es un pueblo que nos ha acogido de una forma extraordinaria”. Todo ello bajo las estrellas y una brisa de nuevo que acariciaba a la expedición una noche más, esta vez camino de Rabat, donde mañana, aunque sepamos hacia dónde vamos, no sabemos qué nos deparará el viaje.

SERAFÍN DE PIGAFETTA

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