Pedernales – Bahía de las Águilas
El trayecto desde Barahona a Pedernales discurre, en gran parte, paralelo a la costa. En un día claro, como en el que emprendimos el viaje, se puede disfrutar de bonitas vistas sobre el mar Caribe al atravesar pueblos como el de Enriquillo (cacique taíno, educado por los franciscanos, que encabezó la primera sublevación indígena de la isla), aunque como ya les comenté en la anterior crónica, los expedicionarios no puedan apreciarlo al estar todos durmiendo en el autobús.
Pedernales es una ciudad situada al sur oeste del país que hace frontera con la localidad de Anse-à-Pitre (Haití). Al llegar nos recibe Romy, una española que hace unos años dejó su vida en España para montar “Flores de Kiskeya”, una asociación sin ánimo de lucro que se creó para dar apoyo asistencial a las mujeres embarazadas de Anse-à-Pitre. Actualmente cuenta con un programa de educación y nutrición para los niños de esta comunidad. Romy anima a los expedicionarios a acercarse a mundos distintos a través de los programas de voluntariado.
Al abandonar el local donde nos recibe “Flores de Kiskella”, observo como dos hermanas gemelas, expedicionarias de Madrid, se acercan a Romy y le dicen que ellas consiguieron por sus propios medios más dinero del que necesitaban para el viaje y quieren donárselo a la asociación. Impresiona no solo el hecho – que ya de por sí es loable – sino el modo y la forma de hacerlo para que pocas personas se enteren de la donación realizada. Por eso no pongo sus nombres en esta crónica, pero sí su gesto del que sus padres pueden sentirse muy orgullosos.
Justo en la frontera con Haití hay dos recintos para el mercado, divididos por un río seco que separa ambos países. El mercado se alterna para celebrarse un día en la parte Dominicana y otro en Haití. Ese día toca en Dominicana y nos acercamos a visitarlo. Se venden mayoritariamente productos alimenticios, (huevos, pescado seco, tomates, mangos…) algo de ropa usada y sillas de enea. El mercado es un hervidero de personas y de motillos, que cargados con productos cruzan el río hacia Haití. Un militar de la frontera nos explica que los días de mercado el paso se encuentra abierto para mercancías. Los expedicionarios – un poco defraudados pues esperaban encontrar un mercadillo turístico – centran sus compras en el puesto de una señora que vende mangos. Ellos disfrutan comiendo una fruta muy dulce y jugosa (algunos dicen que es la primera vez que la prueban y que cuando vuelvan a España la van a pedir de postre, así que vayan preparándose) y a la señora haitiana le arreglan la semana.
Partimos hacia la Bahía de las Águilas, un parque natural protegido cerca de Pedernales. El clima y la vegetación – casi desértica – no auguran nada bueno a los expedicionarios. Más aún cuando al bajarse del autobús deben coger sus mochilas y comienzan a caminar. Las preguntas de “cuánto queda”, “a dónde vamos”, qué vamos a hacer” se repiten (qué les voy a contar!) a pesar de saber que nada se les responderá. Sus caras cambian cuando tras una cuesta se divisa una bahía absolutamente espectacular. Arena blanca, agua turquesa y manglares verdosos. Tras una hora de marcha montamos el campamento con un permiso especial del Ministerio de Medio Ambiente pues en ese lugar desovan las tortugas marinas. La playa es distinta de las de Samaná, pues ésta no tiene las típicas palmeras de anuncio, pero la arena y el agua transparente son mejores que las de allá.
Se montan los techos bacha no por el miedo a la lluvia (como sucedía en el norte), sino para protegernos del sol. Esa noche, mientras en el cine improvisado Robert de Niro y Jeremy Irons intentan salvar a los indios de su reducción jesuita en “La Misión”, los expedicionarios se van durmiendo con el Ave María Guaraní de fondo de Ennio Morricone.
Al día siguiente amanecemos en la playa y tras el ejercicio y el baño, se organiza un día entero de programa académico. Desde mi hamaca escucho a Carlos Toro decirles a los expedicionarios más renuentes al deporte: “Mirad este lugar, disfrutad el momento, dentro de poco volveremos a casa y cuando estemos agobiados por los estudios o el trabajo, siempre podremos volver aquí, a este maravilloso lugar en nuestra mente, para calmarnos. Yo seguro lo haré”.
Telmo Aldaz les pide que se abstraigan y que piensen que les han desembarcado en esa playa y tienen que reconocerla para sobrevivir. “El ser humano” les recuerda Telmo “muere si está tres días sin beber, así que vuestra labor es reconocer el terreno y decirnos cómo y de qué manera podríamos sobrevivir aquí si estuviésemos aislados”. Gonzalo de las Cuevas, profesor del cuaderno de viaje de ERS, les explica qué se les va a pedir: un mapa de la zona y una descripción de la flora y la fauna. Esa mañana, los jóvenes se transforman en descubridores de un nuevo mundo y el resultado de la mayoría de los cuadernos de viaje es muy bueno. Cuando vuelvan a casa, pídanles que se los enseñen. Se van a sorprender.
Por la tarde continúa el programa académico. Luis Delbergue, que además de monitor es campeón de España de esgrima, les enseña los pasos básicos de ataque y defensa y con unos improvisados floretes (palos más o menos rectos), se organizan competiciones. Es bonito volver a ver a adolescentes, casi adultos, jugar a lucha de palos como si fueran todavía niños, y disfrutar con sus risas y riñas. Fernando López Cabello (uno de los locutores que escuchan en la radio de ERS con el “Buenas noches”) imparte un taller muy interesante sobre resolución de conflictos. Ante problemas complejos, los expedicionarios discuten plausibles soluciones que tienen un contenido ético para intentar resolver problemas que son irresolubles. María Carracedo, monitora de ERS, imparte un taller de voluntariado y de las posibilidades que se abren a los jóvenes que tengan interés en el ámbito de la cooperación. Por último, el equipo médico (formado por Mar, Ana, Suso y Omar que son los que nos cuidan y curan), imparten un taller de primeros auxilios, que les transmite los conocimientos básicos para, en caso de apuro, poder ayudar ante distintas situaciones.
Esa noche, Telmo Aldaz, imparte una conferencia en dónde explica cómo ha sido su vida y cómo y por qué creó España Rumbo al Sur. El lugar no puede ser mejor para transmitir la pasión de su vida: los viajes y la aventura. Además de embarcarse en una carabela en 1992 y navegar a las órdenes del capitán Etayo tal y como lo hicieron en 1492, Telmo cuenta que en otros de sus viajes llegó precisamente a la Bahía de las Águilas en una canoa desde Jamaica. Les resumo: En el cuarto viaje de Colón, en 1503, su flota encalla y naufraga en la bahía de Santa Ana (Jamaica). A pesar de que los indígenas ayudan a la expedición, el único modo que tienen de sobrevivir es intentar llegar a la Española y avisar del naufragio. Colón lo plantea a sus hombres y Diego Méndez de Segura se ofrece voluntario para intentar la gesta. Tras muchas vicisitudes (la historia es apasionante, así que si tienen tiempo échenle un ojo), consigue una canoa y con varios indios rema las 34 leguas que separan Jamaica de la punta oriental de Haití (en el trayecto mueren varios de sed). Pues bien, Telmo cuenta que para rememorar esta gesta, viajó al amazonas, donde los indígenas le construyeron una canoa con el método tradicional. La trasladó a Jamaica y con 10 compañeros rememoró la gesta de Diego Méndez. Tras conseguir alcanzar Haití, siguieron remando hasta la Bahía de las Águilas, en donde les tomaron por balseros cubanos y como les habían robado los documentos en Haití, les tuvieron detenidos 48 horas. Cuando les pusieron en libertad, continuaron a pie hasta culminar su viaje en el lago Enriquillo. Imaginen la escena, Telmo contando a los expedicionarios esta aventura en el propio lugar donde consiguió llegar remando en una auténtica canoa tradicional, ante un cielo estrellado y el rumor de las olas.
Al día siguiente, tras una marcha por la costa para identificar una cueva con un grabado taíno (único en esa zona), recogemos el campamento y ponemos rumbo a Santo Domingo, que será la última etapa del viaje y la última crónica que les deje a deber.
Alfredo Liñán
Cronista Oficial ERS 2022