Dia 10. Cronica oficial. De cañones y kashbas

De cañones y kashbas

Muchos chavales, adormecidos por el vaivén de las curvas, se despertaron y observaron con sorpresa los cañones rocosos espectaculares del Valle del Todra, uno de los desfiladeros más bonitos del mundo. El río Todra recorre limpio y cristalino el desfiladero, dejando apenas sitio para dos carriles de circulación. Algunos viajeros, pero sobre todo marroquíes pasan, la tarde frente al río, al que da una sombra que dadas las altas temperaturas –que rozan los 39 grados- se agradecen. Por la carretera los aventureros son testigos de varias comitivas de boda.

Tras salir  del desfiladero, llegando a Tinherir, comienzan unos palmerales eternos, de túpidos verdes, cuya belleza se magnifica al estar al lado de las kashbas, espacios altos y fortificados de adobe de origen bereber que servían a sus habitantes para protegerse de los ataques de tribus rivales, pero también eran muy últiles para refugiarse de las tormentas de arena.

El viaje continuó hasta llegar a Merzouga, la puerta al desierto. Los chavales han pasado la noche durmiendo en las dunas, que dan inicio al infinito arenal que llega al horizonte y que hasta la mañana no sorprenderá a los chicos, que los últimos días van de novedad apabullante a novedad aun más sorprendente, como despertarse esta mañana viendo el precioso lago Ismil, de un verde esmeralda que fascina, rodeado de montañas, y en cuya orilla los expedicionarios pasaron la noche.

Por la mañana recibieron el último curso de supervivencia avanzada, con Guillermo García, experto en técnicas del medio natural. Muchos de los chicos lo vivieron con absoluta pasión. “Me ha sorprendido mucho cómo han sacado fruto de todo el proceso obteniendo un rendimiento”, comentaba el también monitor de campamento.

Con Guillermo aprendieron a realizar estructuras de fortuna para crear un refugio o un simple tendedero que usar cuando uno está de acampada, uniendo maderas en ángulos diferentes con nudos de gran resistencia, pero también se entusiasmaron conociendo cómo obtener agua de consumo y poder clarificarla haciendo un agujero en el suelo de 40 centímetros y sólo con trozos de una botella de plástico, hierbas, arena y una tela, o creando y manteniendo fuego con elementos de fricción.

Incluso filtraron agua hirviéndola con elementos naturales y la usaron para cocer una patata, algo que los dejó asombrados.  “Pensaba que hacer hogueras era más fácil, pero es más difícil de lo que parece, ha estado muy guay”, decía Clara tras la clase. Su compañera Ángela se felicitaba de haber conseguido filtrar el agua, porque “requería de mucha paciencia”.

“Estoy muy contenta de poder haber hecho lo de los palos con los nudos, lo voy a poner en práctica”, añadía Belén sobre una actividad que muchos chicos querían continuar, ya que aquí todo lo que huele a aventura es visto como un desafío para los expedicionarios.

Tras la clase, un baño en el precioso lago, calmado y con el  agua mucho menos fría que en la presa de Tatouine. Un refresco antes del largo camino hacia un desierto que mañana veremos en todo su esplendor.

 

SERAFÍN DE PIGAFETTA

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